José Salguero se colocó las dos manos alrededor de la boca para garantizar que su sonido se escuchara más fuerte. Aguantando un bastón de madera hecho a mano, imitó el sonido del múcaro de Puerto Rico. Lo único que recibió por respuesta fue silencio.
Mucho antes de llegar al tope del mismo camino que recorre anualmente, se dio cuenta de que esta vez el resultado de su búsqueda sería diferente.
“¿Qué está pasando aquí que los pájaros están…?”. Ni siquiera logró terminar la pregunta cuando Omar Monzón le contestó: “María”.
En septiembre del año pasado, Puerto Rico fue golpeado por el huracán más violento en su historia reciente. El huracán María entró a la isla caribeña por la costa sureste y, de muchas maneras, todavía no se ha ido. Aunque gran parte de la isla ya tiene servicio de agua, miles de residentes todavía esperan por electricidad. Los celulares se quedaron sin señal por semanas y el servicio aún no es del todo confiable en algunos sectores.
Aunque María, y antes de eso el huracán Irma, afectó toda la isla, los observadores de aves como Salguero y Monzón no querían dejar que la devastación interrumpiera una tradición: el Conteo Navideño de Aves es un evento anual que comenzó hace 118 años y en el cual grupos de voluntarios se dividen por el hemisferio oeste para contar todos los pájaros que alcancen a ver y escuchar. Además del conteo realizado el pasado 17 de diciembre en la zona este de Puerto Rico —incluyendo la región de Fajardo—, decenas de participantes contaron pájaros en sitios como Cabo Rojo, Arecibo, Vieques y, por primera vez, en Ponce, en el Estuario de San Juan y en la isla de Culebra.
“El Conteo Navideño de Aves es una de las mejores herramientas que tenemos para evaluar el estado de los pájaros y monitorear cómo se están recuperando las especies, particularmente luego de un evento como este. Estábamos deseosos de que pudiera darse, pero con la infraestructura como estaba, sabíamos que iba a ser difícil”, dijo Geoff LeBaron, director de este esfuerzo para Audubon. “En la mayoría de los casos, lo que vemos luego de un evento natural como un huracán es que el medio ambiente puede sanarse a sí mismo. Cualquier pájaro o cualquier criatura que pueda adaptarse, va a poder recuperarse. En Puerto Rico esto afectó toda la isla, así que va a ser interesante”.
El día del conteo, Salguero y su familia se levantaron antes de las 5 a.m. Recorrieron gran parte de los 48 kilómetros desde San Juan por carreteras que permanecen a oscuras. Todo para garantizar que el conteo en Fajardo no se perdiera ni un solo año. Monzón, quien es biólogo de profesión, ha participado de este evento por varios años junto a la familia de Salguero. Este recorrido, al igual que el resto, cubrió un área de unos 24 kilómetros de diámetro.
“Esta es nuestra religión. Tan pronto terminamos un conteo, estamos pensando en regresar el próximo año”, dijo Salguero, a veces interrumpiendo para gritar el nombre de algún pájaro que acababa de escuchar. “El huracán va a afectar la cantidad de gente que participe en el evento y nosotros sabemos eso. Pero somos científicos y queremos saber el impacto que esto tuvo en la población de pájaros”.
Salguero, un biólogo de 48 años de edad, lleva cinco años batallando con la pérdida de su visión. Ya no puede ver por el ojo izquierdo y el derecho está comenzando a fallar. Si puede seguir identificando pájaros, es porque se aprendió los sonidos que hacen y porque su esposa, Carina Roig, lo ayuda describiendo las aves que encuentran en el camino.
Luego de una hora caminando casi en silencio absoluto junto a su esposa y sus dos hijos, Jordi y Sergi, Salguero ya sabía que no solo se trataba de un conteo con menos pájaros. Las aves no estaban cantando.
“Los pobres pajaritos están desesperados, como nosotros”, dijo. “Esta es una de las razones más importantes que tenemos para hacer esto: tener la información que nos diga si hubo un impacto a corto plazo. Tenemos obtenida durante los últimos 20 años que podemos comparar. Esto no significa que los pájaros están muertos. A lo mejor sí, pero tenemos que regresar dentro de varios meses para confirmar”.
El grupo de Salguero contó 36 especies, incluyendo una garza ganadera, dos aguilillas colirrojas, cuatro carpinteros de Puerto Rico y al menos un juí blanco. También contaron reinitas, aunque no tantas como en años pasados.
“Usualmente nos cansamos de contar reinitas”, relató Salguero. “Ya al final, tienes que realmente prestar atención y hacer un esfuerzo para no perdértelas porque son tantas que te acostumbras a ellas”.
En un año regular, el grupo cuenta 50 de estas aves. En este día de fuertes vientos, solo pudieron ver 17 reinitas mariposeras, cinco reinitas galanas y un chipe amarillo.
Como tantos otros amantes de los pájaros, cuando los vientos de María dejaron de soplar y la lluvia se calmó, Salguero salió a su patio a contabilizar los daños. Fue imposible ignorar el hecho de que gran parte de los árboles estaban en el piso. Eso, supo de inmediato, sería un desastre para las aves que dependen de estos árboles para comida y protección. La deforestación fue tan brutal que una organización sin fines de lucro, Birds Caribbean, comenzó a distribuir comederos para pájaros alrededor de la isla en aras de ayudar a mantener la población de aves.
“Una vez pasó el huracán, yo estaba desesperado por salir y ver lo que había pasado. Empecé a llamar a mis compañeros para saber qué había ocurrido en sus áreas y no me podía comunicar porque los celulares no estaban funcionando”, recordó Salguero. “Esto es tan importante como ir a FEMA y contar cuantas casas quedaron destrozadas. Necesitamos contar los pájaros y por eso hacemos estos sacrificios, porque sentimos que es algo que tenemos que hacer”.
En el conteo de aves de Fajardo, una vez terminadas las rondas por el área este, los observadores de pájaros se congregaron en la Reserva Natural Las Cabezas de San Juan. Emilio Font Nicole fue el líder en los terrenos de la antigua base naval de Roosevelt Roads en Ceiba.
Joseph Wunderle, biólogo, investigador y líder del equipo de vida silvestre del Instituto Internacional de Dasonomía Tropical del Servicio Forestal Federal, es experto en el proceso de recuperación de los bosques y su fauna tras el paso de eventos como un huracán. Sin dudarlo, organizó el conteo de Fajardo y se concentró en el Bosque Nacional de El Yunque, el único bosque tropical en el sistema de bosques nacionales de Estados Unidos. Gran parte de este bosque pluvial todavía está cerrado al público tras el paso del huracán que destrozó vegetación y caminos. Wunderle afirmó que tomará más tiempo hacer una evaluación certera del daño que sufrió El Yunque y el efecto a largo plazo que tendrá en la población de cotorras puertorriqueñas. Este bosque es uno de los hábitats principales de esta cotorra y sus hermosas plumas de color verde brillante. La cotorra puertorriqueña estuvo en peligro de extinción durante la segunda mitad del pasado siglo. Ahora, el huracán amenazó el programa que precisamente se dedica a elevar los números de estas cotorras, muchas de las cuales murieron a manos de María.
“Algunas poblaciones de pájaros han disminuido, pero no toda la disminución que vemos es por muertes”, explicó Wunderle mientras recibía a los observadores de pajaros en Las Cabezas. “Estas aves también se mueven a otros lugares donde haya comida”.
En total, los diez grupos participantes documentaron 82 especies y un total de 1.934 pájaros. Ambos números representan una disminución cuando se les comparan con otros años del conteo en Fajardo, el cual comenzó en 1994. En 2016, por ejemplo, se contabilizaron 97 especies y 2.579 aves.
Esta vez, especies comunes como el gorrión canela, el veterano mejillianaranjado y la viuda colicinta brillaron por su ausencia. Pero de acuerdo con Wunderle, esta vez observaron más insectívoros como el San Pedrito y el carpintero de Puerto Rico.
Al igual que con la cotorra puertorriqueña, Wunderle estimó que hace falta más tiempo para entender el impacto que tendrá un huracán de esta magnitud en la población de aves. Aun así, ante las preguntas sobre los procesos de reforestación en El Yunque o si la población de pájaros podrá recuperarse, no duda ni por un segundo al contestar con una sonrisa: “estoy optimista”.
Al decir esto, regresó a saludar al resto de los observadores de pájaros que recién llegaban y los dirigió a entregar resultados y relatar sus historias.