En el año 2020, cuando el mundo se detuvo, el equipo de Audubon Américas aumentó su actividad. Aprovechando ese tiempo, su propósito fue fortalecerse estratégicamente y sentar las bases de los proyectos que realizaría tan pronto como las restricciones impuestas por la pandemia del Covid 19 lo permitieran. Afuera, la naturaleza seguía su curso, creciendo allí donde la mano del hombre ya no podía tocarla, mientras las aves seguían volando por rutas que las llevaban y traían desde muy lejos.
En ese particular y significativo contexto, la línea estratégica de Agricultura Regenerativa adquirió mayor relevancia gracias a que su propósito es el de mejorar y manejar las tierras de producción agropecuaria para que sirvan de corredores que faciliten el movimiento de la vida silvestre. Este programa tiene la misión de “diseñar e implementar un portafolio de prácticas para los paisajes productivos, que sean amigables con las aves y que generan hábitats y conectividad para ellas”, explica Gloria Lentijo, bióloga directora del programa y la persona que lleva más tiempo impulsando el trabajo desde Audubon Américas en Colombia.
Al trabajar los paisajes productivos y conectar humedales, parches de bosques y áreas protegidas de una forma más organizada y eficiente, se puede proteger la vida silvestre, el suelo y el agua, al tiempo que se proporcionan beneficios ambientales a las personas, como la seguridad alimentaria, la prevención de inundaciones, la resiliencia a los cambios del clima, y se mejora la productividad y rentabilidad de los agricultores, además de las comunidades.
Entre las prácticas respetuosas con las aves en tierras agrícolas se encuentran los sistemas silvopastoriles para la ganadería, la restauración y protección de hábitats y los modelos de rotación de cultivos. Estos sistemas, que ya se han puesto en práctica anteriormente en el país, son formas de organización a largo plazo, que requieren de la voluntad y participación de diferentes actores como propietarios de tierras, líderes comunitarios, administradores de áreas protegidas, autoridades ambientales, entre otros.
En Colombia, un país con gran potencial agropecuario, en el que se estima que más de cuatro millones de personas trabajan en el campo, el equipo de Audubon estudió cuáles son esas regiones y paisajes que cuentan con las mejores oportunidades para poner en práctica el programa, en sitios de alta contribución por su diversidad de especies de aves y que están amenazados por factores como el cambio climático, la deforestación, la minería, la infraestructura y la producción insostenible.
Fue así como el equipo llegó hasta el Valle del Cauca -en el suroccidente colombiano-debido a que la región tiene las características óptimas para la implementación del programa, al ofrecer muchos tipos de hábitats en el Pacífico, la cordillera Occidental, el valle geográfico del río Cauca y la cordillera Central. Además, del apoyo de socios como Asociación Calidris y la colaboración del sector cañero, que se ha mostrado interesado en la restauración y reforestación de franjas forestales protectoras, que son las líneas de los ríos y las quebradas.
Diseñando un mundo para las aves y la biodiversidad
Las herramientas de manejo del paisaje buscan que las aves puedan vivir y moverse libremente, aprovechando los recursos de hábitats naturales. ¿En qué se basa la conectividad? En unir dos o más fragmentos de bosque a través de una línea de vegetación, que en términos ecológicos, tiene como objetivo que las aves se puedan mover por zonas seguras, usadas generalmente por aquellas que son más vulnerables a los cambios, y a las que les cuesta moverse por áreas abiertas.
“Si las aves se quedan confinadas en un pequeño bosque, sería muy probable que esto llevara a su extinción, ya que habría problemas a largo plazo de competencia por los recursos, problemas genéticos en las poblaciones, desbalance entre machos y hembras, desequilibrios en los nichos reproductivos, entre otros”, explica Gloria.
Aunque al divisar un paisaje muchas de las personas solo admiren la variedad de verdes, lo cierto es que el diseño, la diversidad y la forma de este, puede tener un gran impacto en las aves migratorias y la fauna local. Entre las herramientas de manejo del paisaje más comunes están las cercas vivas, formadas por líneas de árboles de diferentes alturas, o los corredores, que son franjas más grandes, con diferentes estratos de vegetación. En los sistemas silvopastoriles, se combinan las pasturas con árboles y arbustos, y se aíslan los fragmentos de bosque, impidiendo el ingreso del ganado, para proteger la vegetación de su interior. Es como crear refugios para que las especies más vulnerables puedan habitar.
“Todas estas herramientas ayudan a que haya más cobertura y protección, y son la manera en la que se puedan conservar los paisajes productivos, asegurando su productividad y sostenibilidad en el largo plazo y que son además uno de los puntos focales de la nueva Estrategia Nacional para la Conservación para las Aves de Colombia (ENCA)”, explica Gloria.
¿Cómo hacer para transformar esos paisajes para que sean más amigables con las aves y la biodiversidad y que a la vez sean sostenibles y productivos en el tiempo?
“Diseñamos prácticas que funcionen para las aves y la biodiversidad, pero que también sean viables para los productores, a quienes no les podemos pedir simplemente que conviertan sus fincas en bosques, pero que sí pueden incorporar prácticas de una manera que funcione mejor para ellos y para el medio ambiente. Si consideramos que la biodiversidad en general provee los servicios ecosistémicos, beneficiándonos a todos, aseguramos la producción en el largo plazo”, explica Lentijo.
Las nuevas prácticas deben ser costo efectivas. Implementar nuevas formas de hacer las cosas requiere un cambio de pensamiento pero también un costo, y entre los propósitos del programa de Agricultura Regenerativa, está asegurar que la inversión sea recuperada, aunque en muchos casos la ganancia es difícil de cuantificar, aunque actualmente hay muchos estudios que están buscando la forma.
“En los sistemas ganaderos sostenibles se ha demostrado, por ejemplo, que con los sistemas silvopastoriles en el mediano plazo se mejora la productividad del ganado, en cuanto a carne y en cuanto a leche. La inversión inicial es costosa, el cambio es demorado, porque hay que esperar que crezcan los árboles y arbustos, pero el protocolo permite hacer cambios paulatinos en la finca y con el tiempo se ven muy buenos resultados”, comenta Gloria.
Lograr el cambio en la forma de hacer las cosas es uno de los más grandes desafíos en su trabajo y en el de su equipo. “No solo es diseñar, implementar y mostrar las fincas piloto del programa. Adoptar nuevos comportamientos es complejo. Siempre habrá productores que van a la vanguardia, los que esperan ver para creer, y los que jamás cambiarán la forma de hacer las cosas. Hay diferentes pensamientos y tipologías de personas. Pero no podemos perder de vista la oportunidad de ofrecer mejores condiciones de hábitats para la protección de las aves, por lo que hemos trabajado en un programa con metas y prácticas realistas”.
Gran parte de las prácticas realistas que menciona Gloria, vínculada a Audubon desde 2014, requieren ponerse manos a la obra y participar en pequeñas actividades con alto impacto, como diseñar y construir viveros comunitarios que permitan producir las plantas necesarias para la implementación de la estrategia. También ofrecer talleres y capacitaciones para el fortalecimiento de las comunidades en temas ambientales y trabajar en acuerdos de conservación en algunos lugares. Y como este es un programa a largo plazo, la educación ambiental debe involucrar también a los más pequeños, por lo cual se ha desarrollado un currículum educativo para niños, que ya está siendo entregado en diferentes colegios rurales, con el cual los estudiantes podrán aprender más sobre las aves que les rodena, y cómo cuidarlas.
Sembrando para el futuro
En términos generales, muchas de las acciones de hoy tomarán un tiempo para mostrar resultados. El equipo de ciencia de Audubon diseñó los índices de prácticas amigables con las aves e indicadores de salud ecológica que permitirán ver si la implementación de estas prácticas funcionó, si fue buena para las aves, para la biodiversidad y también para la comunidad.
Ya en Colombia se realizó un proyecto en ganadería sostenible en un período de diez años entre el 2010 y 2019, en el que participaron aproximadamente 4.000 productores, el cual tuvo muy buenos resultados en las fincas en las que se implementó. En esos 10 años se logró medir muchos de los cambios alcanzados en la producción ganadera.
“Los beneficios deben ser para todos. Es por eso tan importante tener una línea base, en la que tenemos información inicial sobre cómo estaba el lugar antes de la implementación y luego en cinco, ocho o diez años cuando regresemos, podamos evaluar, con muy buena información, nuevamente los índices”, agrega Lentijo.