Si usted busca un ejemplo de cómo el debate político deforma la realidad, no encontrará uno mejor que el trato que ha recibido en tiempos recientes la Agencia de Protección Ambiental. Para algunos políticos, atacar a la agencia se ha convertido en un pasatiempo, no por su trabajo para lograr que nuestra atmósfera y nuestras aguas estén libres de contaminación, sino como símbolo de las reglas y normas gubernamentales que, según ellos, asfixian a las empresas y generan un impacto negativo en la economía.
El hecho de que estos argumentos no hayan tenido éxito a nivel político —a pesar de que las normas ambientales sean menos costosas y reporten más beneficios que lo admitido por sus oponentes— demuestra la eficacia del trabajo en curso de la EPA: en muchas partes del país hay atmósferas y aguas mucho más limpias que en 1970, cuando se fundó la agencia para aplicar nuevas leyes ambientales aprobadas por el Congreso para proteger a los humanos y la vida silvestre de la contaminación. Tanto es así que es difícil recordar cómo era la vida antes de que se fundara la EPA, cuando las fábricas vertían residuos directamente en los cursos de agua y salía humo negro de las chimeneas industriales.
Pero para los políticos que se dedican a ponerse en contra del gobierno cueste lo que cueste, esos logros no importan. Las industrias multimillonarias que donan dinero para sus campañas (gracias, Citizens United) quieren liberarse de lo que consideran reglas y normas agobiantes, como las que les exigen limpiar sus residuos peligrosos o instalar tecnologías para capturar la contaminación de carbono. En un mundo ideal, la EPA no sería necesaria y las empresas se harían responsables de sus propios desechos. Pero la historia nos ha mostrado que, mientras se pueda hacer dinero, aquellos que contaminan envenenarán los recursos que todos compartimos, y lo harán en silencio, pasando desapercibidos.
Ahora, estas personas que contaminan podrían salirse con la suya: el Fiscal General de Oklahoma, Scott Pruitt, ha sido nominado para liderar la EPA, una agencia a la que ha demandado en reiteradas ocasiones, a menudo con la cooperación de empresas que habían financiado sus campañas. Además, no cree en hechos científicos básicos referidos al cambio climático, ni considera que el mismo pueda ser responsabilidad del ser humano.
Los oponentes modernos de la EPA olvidan (o peor, eligen ignorar) todo lo bueno que ha hecho la EPA. Como recordatorio, a continuación se mencionan algunas de las maneras en las que la EPA ha mantenido limpios el agua potable y el aire que respiramos, así como ha velado por la seguridad de las aves y la vida silvestre.
Sustancias tóxicas en el ambiente
En la década de 1960, las aves se convirtieron en grandes símbolos del modo en el que la industria humana se infiltraba en el ambiente y amenazaba la salud de los seres humanos. Después de la Segunda Guerra Mundial, el uso del pesticida DDT se extendió en el ámbito agrícola estadounidense. El agua de lluvia arrastró el pesticida desde los campos hasta los cursos de agua, donde plantas y peces lo absorbieron, por lo que aves de rapiña y otras aves lo ingirieron más tarde. Las águilas calvas que ingirieron DDT pusieron huevos con cascarones tan débiles que los padres los rompían solo con sentarse en el nido. Para 1963, habían sobrevivido menos de 500 parejas de águilas calvas que nidificaban.
Después de que la científica ambiental Rachel Carson publicó los efectos del DDT en su libro Silent Spring en 1962, a los estadounidenses no les costó demasiado imaginar los innumerables problemas de salud causados por consumir, a ciegas, la oferta de la industria. Pronto las investigaciones comprobaron que el DDT produce cáncer en los humanos y persiste en los ecosistemas durante décadas. En 1972, la EPA prohibió el pesticida. Al cabo de unas pocas décadas, las poblaciones de águilas calvas (y las de otras especies afectadas, como pelícanos y halcones) se recuperaron.
La EPA también ha trabajado para reducir los niveles de otras toxinas presentes en el medioambiente. Algunas de ellas, como el plomo y el mercurio, aparecen de manera natural, pero son peligrosas en grandes dosis. El plomo se utilizó como aditivo en pintura, gasolina, tuberías y otros materiales, y causa daños cerebrales, retrasos en el desarrollo, e incluso la muerte en grandes dosis, lo cual vale tanto para los humanos como para las aves. Mientras tanto, la neurotoxina mercurio, que se libera al aire al quemar combustibles fósiles, se acumula en el tejido muscular, y permite que se siga transmitiendo a lo largo de la cadena alimentaria, y puede causar la muerte de aves y vida silvestre (así como también la de humanos).
Después de que la EPA suprimió la gasolina con plomo, la cantidad de niños con altos niveles de plomo en la sangre se redujo y pasó de 88 por ciento en la década de 1970 a menos de 1 por ciento en la actualidad. Y en 2011, la EPA publicó nuevas normas para reducir la cantidad de emisiones de mercurio generadas por plantas a carbón, un esfuerzo que Scott Pruitt intentó anular, pero que fracasó. Se prevé que las normas eviten 11.000 muertes prematuras, 4.700 infartos de miocardio y 130.000 ataques de asma infantiles por año.
Esmog y contaminación del aire
Si usted desea hacerse una idea de cómo podría ser Estados Unidos sin la EPA, puede observar el caso de China. Durante este mes, el esmog (una bruma de contaminación y niebla tan densa que bloquea la luz del sol) se asentó en Pekín y otras 24 ciudades. El gobierno ha declarado una alerta roja nacional: las escuelas están cerradas, la conducción de vehículos se encuentra restringida y las fábricas han cerrado. Esto sucede año tras año mientras los líderes chinos no aplican las leyes ambientales que permitirían que los ciudadanos pudieran estar al aire libre de manera segura.
Su situación no es muy diferente a la de Estados Unidos a mediados del siglo pasado. Antes de que a las empresas que quemaban combustibles fósiles se les exigiera instalar tecnologías para controlar las emisiones de gas y hollín a través de sus chimeneas, el esmog asfixiaba a las ciudades estadounidenses y provocaba una gran cantidad de enfermedades crónicas, acortando las vidas de muchos ciudadanos de las zonas urbanas. Al encontrarse en una atmósfera con aire contaminado, las aves y otras formas de vida silvestre sufren trastornos respiratorios similares. También es nocivo para sus hábitats. El ozono a nivel del suelo es nocivo para los árboles y las comunidades de plantas, mientras que los óxidos de nitrógeno y los óxidos de azufre se mezclan con el agua que está presente en el aire, más conocida como lluvia ácida, y en los ríos para contaminar esos ambientes y asesinar a plantas y animales.
Enmiendas importantes de la Ley de Aire Limpio, aprobada por el Congreso en 1970, recurrieron a la EPA recién formada para que estableciera normas nacionales en relación con los niveles saludables de contaminantes del aire, incluidos los mencionados anteriormente. La agencia ayudó a los estados a diseñar planes para reducir la contaminación proveniente de fuentes como automóviles, plantas de energía y otras industrias que contaminan. Esto se realizó mediante la instalación de nuevas tecnologías para capturar partículas contaminantes y gases peligrosos, y reducir las emisiones. Como resultado, los vehículos que utilizamos en la actualidad son 99 por ciento más limpios en cuanto a las sustancias contaminantes, y las nuevas plantas de energía son 90 por ciento más limpias en cuanto a gases peligrosos, según la EPA. Los estudios también han demostrado que la Ley de Aire Limpio salva cientos de miles de vidas cada año, al tiempo que permite que los estadounidenses ahorren millones de millones de dólares en gastos médicos.
Cursos de agua y humedales limpios
En 1969, Cleveland atrajo la atención de la nación cuando un derrame de petróleo en el Río Cuyahoga se prendió fuego y se convirtió en un símbolo del gran nivel de contaminación del agua del país. En ese entonces, las fábricas arrojaban sustancias contaminantes y aguas residuales directamente en los ríos, de las cuales alrededor del 70 por ciento no había recibido ningún tipo de tratamiento. De este modo, se acababa con la vida acuática y los cursos de agua se transformaban en fosas sépticas. Muchos lagos y ríos murieron a nivel ecológico, y si uno cayera de un bote en la mayoría de los ríos urbanos necesitaría dirigirse a un hospital para tratar erupciones en la piel y tomar medidas con respecto a las microorganismos patógenos que seguramente acabaría de contraer.
La indignación por la contaminación del agua llevó a que se aprobara la Ley de Agua Limpia en 1972, y la EPA fue la encargada de hacer que se aplicara. La ley hizo que se volviera ilegal arrojar sustancias contaminantes al agua sin un permiso y tuvo por objetivo lograr que en todas las aguas de los Estados Unidos se pudiera “pescar y nadar” para 1985. La EPA fijó normas en relación con el nivel de limpieza del agua y trabajó con autoridades locales y empresas para diseñar programas con el fin de limpiar las aguas residuales, rediseñar los sistemas de alcantarillado, y restaurar los ríos y lagos degradados.
La ley no logró cumplir su objetivo para 1985. De hecho, aún queda mucho trabajo por realizar, pero sí logró mejorar la calidad del agua de un tercio de los cursos de agua del país, lo cual dice bastante acerca de los desafíos asociados con ocuparse de la contaminación del agua. Parte del problema es que no existen leyes claras sobre la contaminación proveniente de numerosas fuentes, tales como petróleo derramado en las calles o pesticidas de jardines arrastrados por el agua.
Otro desafío es que durante décadas la justicia y los políticos han discutido por la definición de “aguas navegables” y acerca de si los humedales y arroyos cercanos a ríos y lagos deberían estar protegidos por la Ley de Agua Limpia. El año pasado, la EPA y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos dictaminaron que los humedales y los arroyos son parte integral de los cursos de agua, por lo que también quedan protegidos por la Ley de Agua Limpia. Esta es una de las políticas de la EPA que Scott Pruitt y las nuevas autoridades han prometido dejar sin efecto, una promesa que amenaza los hábitats de los humedales de los que dependen las aves y la vida silvestre, ya que los utilizan como áreas de alimentación durante migraciones de larga duración y a lo largo del año.
La contaminación a causa del carbono y el cambio climático
Si bien en la actualidad se ve humo negro con mucha menos frecuencia que en 1970, no toda la contaminación es visible para el ojo humano. Las industrias que utilizan energía obtenida a través de combustibles fósiles continúan emitiendo gases de efecto invernadero incoloros a la atmósfera, tales como dióxido de carbono y metano. Estos contaminantes evitan que el calor presente en nuestra atmósfera escape hacia el espacio. Como consecuencia, el planeta se está calentando y su clima está cambiando, lo cual tendrá graves consecuencias. Las temperaturas en aumento amenazan los hábitats que necesitan las aves, ya que redistribuyen su alimento y los sitios que utilizan como refugio, mientras que el nivel del mar aumenta y el agua invade la tierra, y pone en riesgo los humedales y las playas. Según los científicos de Audubon, en América del Norte el cambio climático amenaza la supervivencia de más de 300 especies de aves.
En el año 2012, la Corte Suprema confirmó el descubrimiento de la EPA de que los gases de efecto invernadero amenazan a la salud pública y el gobierno de Estados Unidos deben regularlos mediante la Ley de Aire Limpio. En ese caso, la Asociación Nacional de Fabricantes, la Cámara de Comercio de los Estados Unidos y 14 estados demandantes, incluido Oklahoma, bajo el liderazgo de Scott Pruitt, demandaron a la EPA y alegaron que el impacto de los gases de efecto invernadero sobre el medioambiente no se han comprobado. "La EPA no debe comprobar la existencia del átomo nuevamente cada vez que aborda una cuestión científica", escribió la Corte Suprema en su fallo. 15 estados también concurrieron a la corte para apoyar a la agencia.
Desde ese entonces, la agencia ha establecido normas para limitar las emisiones de carbono generadas por automóviles y fábricas nuevas, y en 2015 anunció el Plan de Energía Limpia para trabajar con estados con el fin de reducir las emisiones de plantas de energía ya existentes. Para el 2030, el Plan de Energía Limpia apunta a reducir las emisiones de carbono de los Estados Unidos en un 32 por ciento con respecto a los niveles del 2005. En 2016, la EPA aprobó una norma para reducir la contaminación por metano, que es cientos de veces más potente que el dióxido de carbono en términos de su capacidad de calentar.
Ambas normas se han objetado en los tribunales. En la actualidad, el Plan de Energía Limpia se encuentra suspendido debido a que compañías de electricidad, 28 estados (incluido Oklahoma, bajo el liderazgo de Scott Pruitt) y otros, presentaron objeciones el año pasado. El Tribunal de Apelaciones del Circuito D.C. emitirá un fallo próximamente y el caso probablemente se apelará en la Corte Suprema independientemente del resultado. Y más de 12 estados también han demandado a la EPA por la norma del metano, incluidos (sí, adivinó) Oklahoma y Pruitt. Ambas normas son necesarias para cumplir las promesas que Estados Unidos le ha realizado a la comunidad internacional en cuanto a reducir las emisiones de carbono, como se acordó cuando se ratificó el Tratado de París en noviembre.
El progreso de la EPA en relación con la limpieza del aire y los cursos de agua del país en los últimos 40 años ha sido extraordinario. Pero la contaminación por carbono es un peligro diferente. Una vez que el cambio climático se haya puesto en marcha, sus efectos no se pueden revertir. Si deseamos observar un progreso similar en cuanto a la contaminación por carbono y evitar que suceda lo peor, incluidos migraciones forzadas, pérdidas de hábitats y aumento de los niveles de los mares, debemos enfocarnos en las ventajas para todos nosotros a largo plazo en lugar de en las ganancias de unos pocos a corto plazo. Y para hacerlo, necesitamos una EPA sólida.