Hana Weaver no ha salido de la casa por semanas. Vive a solo 20 minutos del centro de la ciudad y a menos de una hora de la playa, pero no ha salido a caminar ni a nadar desde mediados de abril. Tampoco ha dormido toda la noche de corrido en todo este tiempo. Cada dos o tres horas, se despierta sin alarma, y no puede volver a dormir hasta que controla los huevos incubando en la habitación de al lado en una casa de un piso ubicada en la montaña boscosa al norte de Ponce, Puerto Rico.
Su supervisión está por dar frutos. Esta tarde de mayo, el primer polluelo de Gavilán de Sierra de la temporada rompe el cascarón.
La bióloga se lanza sobre el hombro una trenza rubia y se lava las manos como un cirujano, frotando jabón yodado marrón entre cada dedo, en toda la mano y hasta los codos. Dentro de una habitación de paredes blancas, se coloca un par de guantes de goma sintética y observa a través de la ventana de la incubadora los tres huevos, todos tomados del mismo nido silvestre. “Pronto nacerán”, explica, señalando las fracturas delgadas que indican que un polluelo ha comenzado el proceso de salida del cascarón que dura varios días. Un huevo tiene también una perforación grande. Mientras observamos, la punta negra de un pico pequeño surge a través del orificio, se mueve de un lado a otro para abrirlo otro poco y luego se vuelve a esconder.
Estos huevos, 12 en total, están eclosionando en una habitación estéril en vez de un nido silvestre como parte de una misión de rescate de dos años. Las aves son una subespecie del Halcón Americano. Viven en Puerto Rico y, como varias aves de rapiña del Caribe, la pérdida del hábitat, la depredación de los nidos, y los parásitos han hecho estragos en sus poblaciones por décadas. Ahora las aves enfrentan otra amenaza: el cambio climático amenaza con traer más tormentas devastadoras para los bosques a la región. En 2017, el Huracán María lanzó un golpe casi fatal que mató aproximadamente el 75 % de la población conocida de halcones de punta afilada restantes. Para proteger a los halcones cuando son más vulnerables, el equipo de Weaver está criando los polluelos desamparados en cautiverio y luego liberándolos cuando se han fortalecido.
Después de casi 40 minutos, el huevo se sacude en un movimiento rápido, algo viscoso y rosado supura de la parte superior, y luego pierde el equilibrio. Por un momento, el polluelo recién salido del cascarón descansa boca abajo sobre la malla blanca. Cabe en una mano y parece un pollo crudo en miniatura, excepto por la garras diminutas y el característico pico ave de rapiña.
“¡Amigos, nuestro primer bebé!”, dice Weaver mientras ella y sus dos colegas que también habitan la casa rodean la incubadora, sorprendidos por la nueva vida que han traído al mundo. Las horas de sueño de Weaver se están por volver aún más precarias ya que deberá controlar la incubadora todo el tiempo. Pronto deberá alimentar a este polluelo y a los demás cada cuatro horas durante el día para fortalecerlos antes de liberarlos. Es una apuesta arriesgada, pero ofrece a la población la mejor posibilidad de supervivencia.
Al igual que sus parientes de América del Norte, la Gavilán de Sierra puertorriqueña evita a las personas, anidando en los bosques maduros de las montañas más altas de la isla. Las aves marrón rojizo y gris pizarra tienen alas cortas y colas largas ideales para navegar por las ramas y cazar Reinitas Mieleras y otras aves pequeñas. Es casi imposible ver estos halcones sigilosos fuera de la temporada de reproducción, cuando los machos hacen el ritual aéreo, cerniéndose sobre el bosque hacia arriba y abajo, señalando su territorio a posibles parejas. Desde enero hasta abril, a medida que los halcones comienzan a aparearse y construir sus nidos, Weaver y su equipo se despiertan antes del amanecer y observan las copas de los árboles desde las carreteras talladas a lo largo de la cadena montañosa de la Cordillera Central. Cuando ven un punto negro sobre el dosel, calculan las coordenadas del GPS y se sumergen en el bosque para intentar encontrar el nido.
La población de la Gavilán de Sierra ha ido disminuyendo durante al menos 40 años debido principalmente a las amenazas reproductivas. Los tábanos se meten en la piel de los polluelos y como parásitos, les roban la nutrición y la energía hasta, eventualmente, matarlos. Los depredadores, como los Gavilanes Colirrojos y los Sinsontes de Ojos Perlados, se comen los huevos y los polluelos pequeños (y, en el caso de los primeros, a veces también a los padres). Mientras tanto, los humanos han invadido cada vez más el hábitat forestal de las aves.
En la década de 1980, cuando los científicos investigaron por primera vez esta especie, las poblaciones de halcones eran de alrededor 240 aves. En solo siete años, ese número bajó un 40 % a 150, lo que alentó al Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de los Estados Unidos a clasificar a la Gavilán de Seirra como especie en peligro de extinción en 1994. La FWS escribió un plan de recuperación, pero nadie tomó medidas por dos décadas.
Pero en 2011, Julio Gallardo, estudiante de doctorado en Mississippi State University, comenzó a evaluar a los halcones como parte de un estudio relacionado con otra especie en peligro, la Cotorra Puertorriqueña. Se puso en contacto con el Peregrine Fund, una organización sin fines de lucro para aves de rapiña en los Estados Unidos que trabaja internacionalmente.
El biólogo del Peregrine Fund Russell Thorstrom, Gallardo y algunos voluntarios internaciones comenzaron a analizar la población de halcones en 2015, monitoreando los nidos y marcando las aves en tres reservas forestales. Hacia 2017, habían localizado 75 halcones en cinco reservas. Todo cambió ese septiembre. Los huracanes Irma y María devastaron la isla en una rápida sucesión, aplastando bosques y desencadenando aludes que incluso dieron forma nueva a las montañas. Cuando Thorstrom y Gallardo regresaron en 2018 para estudiar el daño posterior a la tormenta, encontraron solo 19 adultos.
Por eso recurrieron a Weaver para desarrollar y ejecutar el primer programa de reproducción en cautiverio de la Gavilán de Sierra. Ella era la opción natural para el proyecto, dice Thorstrom. En ese momento, Weaver estaba trabajando con el Cóndor de California para el Peregrine Fund. Su experiencia con las aves de rapiña comenzó mucho antes. Weaver creció en una finca en Nuevo México cerca de Halcones Peregrinos y de Taita, con su padre, Jim Weaver, uno de los fundadores del Peregrine Fund. Él le enseñó cómo llevar un huevo con cuidado (como tratando de mantener un cubo de hielo en el medio de un vaso de agua), cómo sostener un polluelo recién salido del cascarón y cómo cortar un tordo en pedazos suficientemente pequeños como para alimentar a un polluelo de ave de rapiña. Weaver sabía que los halcones del grupo de los accipitriformes, como los de punta afilada, se desarrollan más rápido y son más enérgicos que otras aves de rapiña, así que confió ciegamente en el consejo de los veteranos del Peregrine Fund y diversos varios en halcones cuando comenzó el proyecto de reproducción en cautiverio en 2018.
Esa primavera, Thorstrom, Gallardo y su equipo recolectaron huevos para Weaver de tres de los seis nidos que encontraron. Solo dos de los polluelos nacidos en su hábitat natural emplumaron, aunque los científicos incrementaron la caza de los padres con los Tordos Renegridos y las Codornices. Mientras tanto, Weaver crio y liberó a los polluelos de seis de los ocho huevos a su cuidado.
El objetivo inmediato del proyecto es restaurar la población silvestre de halcones a sus niveles previos al huracán María. Una vez que los científicos registren al menos 75 halcones entre tres reservas forestales, probablemente reducirán las actividades de reproducción en cautiverio mientras continúan monitoreando y protegiendo los nidos silvestres, dice Thorstrom. Lograrán este objetivo en los próximos 5 a 10 años, estima, si ninguna tormenta catastrófica golpea la isla en ese período.
Esta primavera, el equipo contó 18 adultos de nidificación. Supervisaron cuatro nidos y los dejaron al cuidado de sus padres, quitaron los 12 huevos de otros cuatro nidos y agregaron un nuevo elemento a la investigación. En dos nidos del Bosque Estatal de Maricao, dejaron huevos falsos; planeaban reemplazaron con polluelos de 7 a 10 días nacidos en cautiverio del vecino Bosque Estatal de Toro Negro para fomentar la diversidad genética local y omitir las etapas más vulnerables del desarrollo de las crías. El resto de los polluelos regresará a la vida silvestre cuando estén listos para emplumar, en unas cuatro semanas.
Esto significa que, para mediados de mayo, Weaver habrá alcanzado la mitad de su arresto domiciliario autoimpuesto. Mientras tanto, el resto del equipo sale hacia el bosque cada día antes del amanecer en busca de bandadas libres.
A las 6:30 una mañana, salí junto a Jaime A. Botet, puertorriqueño y biólogo de campo del proyecto, a supervisar a un par de halcones que han tenido al equipo preocupado. La pareja tiene huevos, pero últimamente, la hembra no se ha mostrado lo suficientemente atenta al nido y el macho no ha estado lo suficientemente atento a la hembra. Están anidando en una cavidad de bosque maduro que sobrevivió al huracán, pero, para llegar a ellos, tenemos que atravesar pendientes llenas de vegetación densa y cubiertas de palmeras que colonizaron el área después de que María las despojara. Botet camina rápido y con confianza. Me tropiezo detrás de él con el bambú y me sujeto de troncos espinosos.
Después de casi una hora, llegamos a un árbol marcado con una cinta rosa. El dosel es mucho más denso aquí, los árboles más grandes y la tierra más limpia de vegetación pequeña. Botet rodea el árbol por varios minutos tratando de espiar el nido, un conjunto de palos oscurecidos por hojas verdes cerosas a 20 pies de altura. Nos establecemos en un área a esperar y observar. En este momento de la temporada de reproducción, Botet y otros miembros del equipo, Michaela Gustafson y Daniel Erickson, visitan cada uno de los 11 sitios de nidificación cada pocos días y toman nota de todo lo que sucede, o no, por un período de cuatro horas.
Si no vemos a los adultos, Gustafson trepa para echar un vistazo más de cerca. Como ávida escaladora, es la designada del equipo para trepar los árboles. Gustafson sube solo cuando es necesario: para recolectar los huevos, rociar el nido con insecticida para matar los tábanos, quitar temporalmente los polluelos silvestres para marcarlos o ver si algo salió mal.
Botet es el primer puertorriqueño que trabaja en el proyecto. Como muchos locales, no conocía el estado crítico del halcón antes de enviar su solicitud para este trabajo. Sin embargo, está orgulloso de trabajar con una especie única de su isla y comenzó a liderar un mayor alcance del proyecto hablando con estaciones de radio y escuelas secundarias para aumentar la concientización sobre la situación de las aves y alentar a otros a contribuir con su conservación. Las personas pueden abogar por la protección de los bosques, por ejemplo, o mantener un hábitat para halcones en sus propiedades.
Para Botet, el Huracán María destacó la importancia de la lucha de los puertorriqueños por la vida silvestre del país. “Definitivamente, siento la urgencia de trabajar con la vida silvestre después del huracán”, dice. “No pueden expresarse; no tienen voz”.
La niebla cubre la montaña mientras esperamos. Eventualmente, aparece la hembra, visita su nido y luego vuelve a irse volando en busca de comida. Pero cuando el macho aparece, sus garras están vacías. Durante la temporada de nidificación, las hembras incuban los huevos mientras los machos cazan. Las hembras hambrientas atacan ocasionalmente a sus parejas, una conducta no completamente inaudita en el mundo de las aves de rapiña donde las hembras son, en promedio, del doble de tamaño de sus parejas macho. Aparentemente, esta hembra no está preparada recurrir a la violencia, pero es evidente que no está contenta. Aterriza en una rama cercana y despliega su cola y sus alas en una actitud agresiva, chillando en dirección al macho. Luego vuela de regreso al nido y el macho se va, supuestamente, a cazar.
Un aguacero frustra nuestro plan de ver si el macho regresa con comida. Las aves no son activas en la lluvia, dice Botet. Él guía el camino de regreso por el arroyo, mientras me tambaleo detrás de él.
Recorrer estas montañas fue traicionero de una manera diferente el año pasado, cuando los árboles caídos bloqueaban el acceso a los sitios de nidificación, dice Melissa Murillo, quien ha trabajado en el proyecto de manera intermitente desde 2016 y este verano pasó a ser coordinadora de campo. A principios de 2018, hizo encuestas con Gallardo y Thorstrom, y ayudó a capacitar a Weaver. Planeaba quedarse por tres semanas; se quedó por tres meses y medio. “Era como ver una hormiga frente a una cortadora de césped”, dice Murillo. “Todos los árboles estaban quebrados”.
El Huracán María, que llegó a Puerto Rico como una tormenta Categoría 4, arrojó hasta tres pies de lluvia, lo que generó grandes inundaciones y aludes que cambiaron la topografía de las montañas. Vientos de más de 130 millas por hora derribaron árboles, volaron los techos de casas, dañaron torres de telefonía celular y cortaron redes de energía, lo que dejó sin electricidad a los 3 millones de habitantes de la isla. Aunque las estimaciones oscilan ampliamente, el número de víctimas oficial según el gobierno de Puerto Rico es de 2,975 personas.
El daño es menos visible hoy en día gracias a las palmeras y al denso sotobosque que habitan lo que, un año atrás, era un bosque aplanado. Sin embargo, los halcones, no pueden usar esta vegetación. Dependen de los árboles altos y del dosel denso para construir y camuflar sus nidos. Unos 30 millones de árboles resultaron dañados durante el huracán y los grandes resultaron particularmente afectados, dice María Uriarte, una ecologista de Columbia University que ha estudiado los bosques de Puerto Rico desde 2002. “El daño fue increíble”, dice Uriarte. “Nunca había visto algo así”.
Podría llevarles décadas a esos árboles grandes, como el leche prieta que muchos halcones prefieren, volver a crecer. Si la próxima gran tormenta llega antes de lo esperado, la recuperación podría llevar aún más tiempo. En lo que va del año, Puerto Rico ha tenido fuertes lluvias de tormentas tropicales, pero ningún golpe de huracán.
Tormentas y huracanes más fuertes amenazarán a Puerto Rico en los próximos años a medida que continuamos bombeando más dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera, lo que podría provocar el aumento de las temperaturas globales. Este julio, por ejemplo, fue el mes más cálido registrado. El aire caliente contiene más humedad, creando condiciones ideales para que se formen tormentas tropicales monstruosas y huracanes en el Océano Atlántico. Aunque todavía no sabemos si el cambio climático generará más huracanes en general, seguramente causará más huracanes Categorías 4 y 5, según la Evaluación Nacional sobre el Clima.
Estos huracanes traerán más lluvia; el Huracán María causó más lluvias en Puerto Rico que cualquier otro huracán desde 1956 debido, en parte, al calentamiento global, según un estudio publicado este año en la revista Geophysical Research Letters. Además, con el aumento del nivel del mar, el oleaje de tormenta será más alto. Y los árboles que sobreviven a los fuertes vientos podrían ser derribados desde la raíz por derrumbes causados por inundaciones.
Si las secuelas de María son una indicación, la recuperación de futuras tormentas y fenómenos meteorológicos extremos está lejos de ser fácil y rápida. La Autoridad de Energía Eléctrica de Puerto Rico tardó 11 meses en restaurar completamente la electricidad y sigue habiendo cortes de vez en cuando. Cerca de 30,000 personas aún vive debajo de lonas azules en vez de techos, informa NPR. El gobierno de los Estados Unidos estimó que la tormenta causó daños de $91 mil millones y el Congreso aprobó el envío de $42 mil millones. Desde mayo, solo cerca de $14 mil millones se han enviado a la isla, informó el Washington Post. El presidente Trump se ha opuesto rotundamente a enviar más ayuda a Puerto Rico. Este verano, impuso restricciones sobre unos $8.3 mil millones para la mitigación de desastres federales, mientras la isla lidiaba con una crisis política que causó amplias protestas y el eventual derrocamiento del gobernador de Puerto Rico. No está claro cuándo Puerto Rico verá ese apoyo financiero.
La financiación para las especies en peligro de extinción de la isla también ha sido insuficiente. Aunque el FWS asignó $11 millones para respaldar los esfuerzos de reproducción en cautiverio de la Cotorra Puertorriqueña después de María, proporcionó solo $100,000 para el programa de reproducción en cautiverio de los halcones punta afilada en 2018, y esta fue la primera vez que el programa recibió financiamiento federal. El Peregrine Fund recaudó otros $110,000 para continuar con el proyecto. Como sucede en el resto de los Estados Unidos, no hay suficientes recursos federales asignados para la conservación de todas las especies en peligro de la isla; por lo tanto, las ONG suelen colaborar para cerrar esta brecha, dice Nilda M. Jiménez Marrero, coordinadora del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales de Puerto Rico.
En la protección de los halcones de punta afilada, el Peregrine Fund ha tenido un rol fundamental, dice Marrero, ya que proporcionó el apoyo en el sitio que su agencia no pudo dar. Sin Thorstrom, Weaver, Botet y los demás, las aves podrían haberse quedado en el olvido sin que nadie lo notara.
Botet y yo regresamos de nuestra caminata empapados en sudor y nos dirigimos a ver los polluelos. Los tres que estaban en la incubadora han roto el cascarón y ahora están todos arrimados en un nido de toallas de mano blancas. Cada uno tiene una capa blanca, ojos negros curiosos enmarcados en vello y picos abiertos.
Cuando Weaver quita el nido improvisado de la incubadora, el polluelo más grande abre el pico expectante con la cabeza colgando hacia atrás del largo cuello a un ángulo extraño. Definitivamente una hembra, determina Weaver; es mucho más grande que los otros dos polluelos.
Cuidadosamente, toma el polluelo por atrás y deja que se arrastre hacia atrás en la palma de su mano; luego lo deposita en un disco naranja poco profundo que se usa para alimentar y pesar a las crías. Con pinzas, toma un trozo diminuto de una pasta sanguinolenta hecha de Tordo Renegrido finamente picado. En cuanto ella hace un suave sonido “chip chip chip”, el polluelo mueve la cabeza de manera violenta, sacudiéndola a medida que intenta tomar la comida. Cuando el pico y la carne finalmente se conectan, el polluelo abre y cierra la boca furiosamente y mueve la lengua para tragar. Luego mira alrededor expectante por su próximo bocado. “¡Se están poniendo más fuertes!”, dice Weaver.
Cuando los polluelos tengan un par de semanas de vida, Weaver finalmente se irá de la casa. Todo el equipo irá a una cabaña aproximadamente a una hora y trasladará a los polluelos, cada uno con marcas de identificación únicas en las patas, hacia una plataforma elevada cubierta de ramas para imitar un nido real en un verdadero árbol. Por tres meses, los biólogos supervisarán las aves mientras comen amarrados a la plataforma y aprenden a usar sus alas. Justo antes de que los halcones jóvenes emplumen, los científicos pegarán rastreadores a sus alas externas que les permitirán seguir sus movimientos durante los primeros días de vuelo. Sin embargo, pronto estos dispositivos se caerán y los halcones desaparecerán en el bosque.
Debido a que la población es tan pequeña, cada huevo, polluelo o adulto tiene el potencial para la supervivencia de su propia especie. No todo salió según lo planeado este año. Tres de los huevos no eclosionaron. El esfuerzo porque una pareja de adultos acogiera a tres polluelos en el Bosque Estatal de Maricao no prosperó: después de que la hembra comenzó a sobrealimentar a las pequeñas aves y accidentalmente tiró a dos del nido, el equipo rescató a una de las crías del nido y una del suelo del bosque y las volvió a ingresar por su seguridad. Y la pareja que Botet y yo visitamos no empolló a ninguna cría.
También hubo algunos éxitos. En la selva, tres parejas emplumaron siete polluelos saludables después de que los biólogos trataron dos nidos contra los tábanos. Y en la plataforma elevada, mientras los ocho polluelos criados en cautiverio comenzaban a emplumar, llegó un visitante inesperado. Un halcón hembra que Weaver liberó el año anterior regresó y asumió las responsabilidades de protección de los humanos. Ella actuó como madre sustituta y protegió a la nidada joven de los Gavilanes Colirrojos al acecho. Los humanos observaban desde abajo cómo una generación de estas aves en peligro ayudó a la siguiente a prosperar en la naturaleza. En los bosques del centro de Puerto Rico, estas aves intentarán criar futuras generaciones por su cuenta; esperemos que lo hagan antes de que llegue la próxima tormenta.
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