Durante décadas, la deforestación, la sequía, los incendios y el cambio climático han asolado el Amazonas, cosa que preocupa a los científicos ante la posibilidad de que la extensa selva sudamericana llegue a un punto de inflexión crítico y pueda convertirse, ya irreversiblemente, en un ecosistema más seco, similar a la sabana. Recientemente y en un hecho sin precedentes, tres sequías sucedieron en un período de 10 años durante el mismo siglo - en 2005, 2010 y 2015-, lo que hizo que algunos investigadores, entre ellos el difunto Thomas Lovejoy, especularan con que el Amazonas se estaba acercando a ese punto de ruptura. Pero la mayoría de los intentos de medir la salud de la selva tropical o de predecir cuándo se produciría un punto de no retorno se han basado en modelos teóricos, dejando mucha incertidumbre.
Ahora, un nuevo estudio basado en datos del mundo real y publicado en Nature Climate Change revela que la Amazonia está perdiendo la capacidad de recuperarse de las perturbaciones y que, de hecho, se acerca a un momento crucial, con enormes consecuencias tanto para los seres humanos como para la fauna. El equipo de investigadores, dirigido por Chris Boulton, de la Universidad de Exeter, recurrió a un conjunto de datos satelitales recogidos entre 1991 y 2016 para examinar cómo ha cambiado la Amazonia a lo largo del tiempo y comprender mejor lo cerca que podría estar este posible punto de inflexión.
Sorprendentemente, los investigadores descubrieron que más del 75% de la selva amazónica ha perdido resiliencia, lo que significa que no puede recuperarse tan rápidamente después de una sequía o un incendio. En los trozos de bosque más cercanos al desarrollo humano -tierras de cultivo, carreteras o zonas urbanas-, el bosque perdió resiliencia más rápidamente. Del mismo modo, las zonas de la cuenca que reciben menos precipitaciones y que ya tienen un clima más seco están sufriendo mayor estrés y están perdiendo rápidamente su capacidad de recuperación.
Como resultado, "si esa misma sequía (la de 2005) se produjera hoy, tardaría mucho más en recuperarse", afirma Boulton. Los investigadores consideran que esta grave pérdida de resiliencia es una fuerte señal de que la Amazonia alcanzará pronto su tan temido punto de inflexión. "Este estudio nos dice algo sobre el mundo real en el que vivimos", afirma Boulton, lo que diferencia los resultados obtenidos por su equipo de aquellos estudios de modelización que han intentado predecir cuándo podría cruzar el Amazonas este inminente umbral.
Para estimar la capacidad de recuperación del bosque, durante los 25 años que duró el estudio los investigadores calcularon la variación de la cantidad de biomasa de un mes a otro en la cuenca del Amazonas. Para ello, analizaron datos satelitales que detallan la "profundidad óptica vertical" de una zona, una medida de la biomasa de los árboles que está estrechamente relacionada con el
contenido de agua. Un aumento de la variación de esta medida indicaría una pérdida de resiliencia de los bosques.
El Amazonas ha soportado cambios en las precipitaciones a lo largo de milenios, pero la deforestación a gran escala, la sequía y los incendios están amenazando los mismos procesos que hacen del Amazonas una selva tropical. Gracias a la geografía, el Amazonas produce casi la mitad de sus propias precipitaciones. Cuando el aire húmedo del océano Atlántico llega a la cordillera de los Andes, queda atrapado en la cuenca del Amazonas y cae en forma de lluvia. Los árboles absorben el agua a través de sus raíces y luego devuelven la humedad a la atmósfera, un proceso llamado evapotranspiración (ET). Un solo árbol puede emitir 1.000 litros de agua a la atmósfera cada día, que caen en forma de lluvia en otra parte de la cuenca. Este ciclo natural del agua -y los procesos que el bosque utiliza para restablecerse tras un suceso como un incendio o una sequía- se rompe cuando el bosque es menos resiliente. Cuanto menor sea la resiliencia, más tiempo tardará el bosque en recuperarse, hasta que llegue el día en que no pueda recuperarse en absoluto.
En una rueda de prensa sobre el estudio, Tim Lenton, coautor del trabajo y director del Instituto de Sistemas Globales de la Universidad de Exeter, subrayó que alcanzar el punto de inflexión del Amazonas no sólo sería devastador para la mayor selva tropical del mundo, sino que también tendría repercusiones para todo el clima. La Amazonia actúa como sumidero de carbono para el planeta, atrapando gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono, pero eso podría cambiar si la selva se convierte en una sabana seca. En cambio, la región podría empezar a emitir más carbono del que absorbe. "Se trata de un cambio sustancial en uno de los sistemas más importantes de la Tierra", afirma Miles Silman, ecologista de la Universidad Wake Forest y quien estudia la dinámica de los bosques de la Amazonia.
El cambio climático alimenta ese trío mortal conformado por la sequía, el fuego y la deforestación que está llevando al Amazonas más allá de sus límites. Un informe reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas prevé una disminución de las precipitaciones en la Amazonia y un empeoramiento de las sequías. Las condiciones más cálidas y secas provocan un aumento de los incendios y una mayor mortandad de los árboles, reduciendo la humedad disponible en el aire y provocando que el ciclo se repita en un patrón peligroso. "Si sumamos los bosques a la ecuación seres humanos y fuego, las cosas cambian de forma realmente dramática", dice Silman.
Los resultados de este estudio tienen consecuencias nefastas para la fauna y la flora, además del impacto para las personas que todavía viven en el Amazonas. El Amazonas, un punto caliente de biodiversidad (hotspot), contiene el mayor número de especies de peces de agua dulce del mundo -casi 3.000- y más de 430 especies de mamíferos, incluido el roedor más grande del mundo, el capibara. Se calcula que 1.500 especies de aves dependen de la selva amazónica para encontrar alimento, criar y sobrevivir. El nuevo estudio pone en duda esa existencia actual.
"Si (la selva) no se recuperara, sería un cambio de juego", dice Philip Stouffer, biólogo de la Universidad Estatal de Luisiana que no participó en el estudio. Durante casi cuatro décadas, Stouffer ha estudiado las aves amazónicas -especialistas en bosques lluviosos que sólo se dan en zonas de dosel cerrado con sotobosques oscuros- en una parcela conservada del Amazonas. Su investigación anterior detectó una disminución de la abundancia de recolectores de tierra, probablemente causada por el cambio climático, y los mismos problemas de resiliencia que destaca el nuevo artículo. Según Stouffer, la evolución de las aves tras el punto de inflexión dependerá de cómo sea la transición. Si ésta es lenta, pueden seguir teniendo acceso a los alimentos y adaptarse a los nuevos recursos. ¿Pero un cambio rápido a un ecosistema similar al de la sabana? "No hay duda de que se producirían cambios catastróficos en la comunidad de aves de la selva", afirma. Vitek Jirinec, ecólogo del Centro de Investigación de Ecología Integral y quien tampoco participó en el estudio, coincide en que una transición rápida sería un desastre para las aves. "No hay forma de que estos especialistas en hábitats puedan adaptarse en ese margen de tiempo".
Investigaciones anteriores de Jirinec y Stouffer han demostrado que las aves amazónicas tienen la capacidad de adaptarse a ciertos cambios: descubrieron que las especies de allí se están reduciendo con el cambio climático, pesando menos pero alargando las alas para disipar más fácilmente el calor. Aunque, en teoría, las aves podrían volar a los parches de bosque remanente a medida que la selva tropical se transforma en un nuevo ecosistema, Jirinec afirma que estas aves de la selva rara vez se mueven más allá de las varias hectáreas de bosque que ocupan durante toda su vida. Evitan las condiciones de calor y sequedad, por lo cual no solo un pastizal abierto, sino incluso los ríos presentan barreras insuperables, hasta el punto de que se puede ver una especie estrechamente relacionada pero única al otro lado del río.
El nuevo análisis no trató de predecir con exactitud cuándo podría llegar el Amazonas a su punto de inflexión, pero un estudio anterior sugirió que este umbral podría darse tan pronto como en 2039. Esta trayectoria actual no es irreversible, dice Boulton, pero una transición a la sabana sería extremadamente difícil de evitar, y quizás requeriría que el clima global volviera a las emisiones de carbono preindustriales. Aunque los resultados de su equipo no auguran nada bueno para el Amazonas ni para la vida que actualmente lo habita, Boulton cree que aún hay esperanza. Esta situación "da a la gente la oportunidad de hacer algo al respecto, potencialmente", dice.