Lourdes Mugica Valdés perdió 31 kilos durante su trabajo de campo en Cuba, en 1992, como parte final de su tesis de maestría. Debido a la crisis económica cubana, había poca comida. Un día – cuenta- las únicas calorías que su equipo pudo encontrar cerca de las comunidades de aves que estaban monitoreando fueron las de una botella de vino. Los automóviles con los que contaban se varaba a menudo. A veces, tenían que ir en bicicleta.
A pesar de todo, Mugica Valdés recopiló sus datos, terminó su carrera y se doctoró. Ahora, además de profesora de la Universidad de La Habana, hace parte del grupo de 124 ornitólogos de los neotrópicos -región que incluye a América Latina y el Caribe- que son autores de un nuevo artículo en el que se destacan las numerosas barreras sistémicas a las que siguen enfrentándose los ornitólogos de los neotrópicos. Aunque, dicen, tienen una gran cantidad de conocimientos y datos que compartir, sus contribuciones son a menudo ignoradas por la comunidad científica mundial y, en concreto, por los científicos de Norteamérica y Europa.
El texto, que se publicará este otoño como artículo revisado por pares en Ornithological Applications, es la respuesta a un artículo de 2020 del ornitólogo Alexander Lees y sus coautores. El artículo de Lees, publicado en la revista ornitológica The Auk, identificaba una serie de lagunas, o "carencias", en el campo de la ornitología neotropical, incluida una "falta de conocimientos básicos de historia natural" entre los ornitólogos. La refutación que viene sostiene que estas lagunas nombradas por Lees y sus coautores son, en parte, el resultado de la exclusión de los científicos latinoamericanos del discurso global en este ámbito. "El conocimiento -y las lagunas de conocimiento- tiene un aspecto diferente dependiendo del lugar en el que nos encontremos, de nuestras experiencias vividas y de lo que percibamos como nuestros objetivos", se lee en la introducción del artículo.
Eliminar las barreras a las que se enfrentan los científicos latinoamericanos, así como "aumentar la confianza en el liderazgo local y una mayor inversión en la capacidad local", señala Mugica Valdés, es la clave no sólo para avanzar el conocimiento en el campo de la ornitología neotropical, sino también para mejorar los resultados para las aves. "Felicito a estos autores por señalar el elefante en la habitación", dice Jorge Velásquez, director científico de Audubon para América Latina y el Caribe. Aunque Velásquez no participó en la redacción del documento, dice que ha experimentado personalmente los problemas planteados en el preprint, y que su extenso trabajo ha sido a menudo ignorado en favor de citar artículos en inglés sobre el mismo tema.
Según los autores, el artículo de Lees de 2020 siguió una tendencia similar: de más de 150 citas, citó literatura de sólo tres de las numerosas revistas de ornitología con sede en el neotrópico, y sus seis coautores estaban afiliados principalmente a instituciones de América del Norte y Europa. Esto es un problema, escriben los científicos latinoamericanos, porque sugiere que los avances en la ornitología neotropical son liderados principalmente por científicos ajenos a esta región.
Lees, quien trabajó como investigador posdoctoral en el Museo Goeldi de Brasil durante cinco años, dice que a lo largo de toda su carrera ha tratado de establecer relaciones con científicos latinoamericanos y ha trabajado con científicos neotropicales con frecuencia. También afirma que ha citado una gran cantidad de trabajos de ornitólogos latinoamericanos en sus propios artículos, y que el artículo de 2020 es uno de los tres que ha escrito sobre los neotrópicos que no ha contado con un científico neotropical como coautor.
Las críticas suscitadas por el preimpreso, dice, son justas. "Tengo que asumir mi responsabilidad", dice. En respuesta a los cuestionamientos sobre las citas, añade que suele citar trabajos de autores neotropicales publicados en revistas "tan buenas" como las que publican sus colegas del norte global, como Science, Nature y Science Advances.
Sin embargo, Leopoldo Vázquez, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México y autor del trabajo, dice que las citas no siempre son sinónimo de inclusión. "Citar a unos pocos autores relevantes y luego indicar que hay grandes lagunas en el conocimiento deja de lado que hay grupos de personas haciendo este trabajo en [América Latina]", afirma.
Kristina Cockle, autora del preimpreso y ornitóloga canadiense que ha vivido y trabajado en Argentina durante los últimos 20 años, dice que el nuevo trabajo no pretendía atacar a Lees o a sus coautores, sino que el artículo de Lees fue "la gota que colmó el vaso".
Sesgo y observación de aves
En concreto, dice Cockle, una de las propuestas del artículo de Lees -la adopción más amplia de la iniciativa de ciencia comunitaria eBird y el posterior análisis de los datos de eBird por parte de los investigadores neotropicales- es menos realista para los ornitólogos latinoamericanos y, en algunos casos, dice, "beneficia de forma abrumadora y es relevante” para los investigadores de Norteamérica y Europa.
Gestionado por el Laboratorio de Ornitología de Cornell, eBird es un catálogo en línea de avistamientos de aves al que cualquiera puede contribuir y estudiar. Sin embargo, Cockle afirma que la falta de potencia informática y la necesidad de un costoso software de análisis de datos pueden dificultar el uso de los datos de eBird a los científicos radicados en el neotrópico. Y aunque eBird facilita el estudio de las tendencias a nivel de población, como la distribución de las aves en un paisaje o su abundancia, el formato no ayuda a incluir el conocimiento de la historia natural que muchos científicos neotropicales locales conocen, anota Vázquez.
La plataforma eBird, dice, está dirigida principalmente a los observadores de aves que suelen ser ajenos al neotrópico. Además, los científicos latinoamericanos y los poseedores de conocimientos tradicionales no siempre interactúan con las aves del mismo modo que los observadores de aves
norteamericanos, que enumeran y buscan especies específicas. Como resultado, dice, la ciencia centrada en los datos de eBird podría pasar por alto los conocimientos de los científicos locales.
"No creo que sea la panacea para los neotrópicos que muchos en el Norte Global suponen que es", dice Cockle.
Los prejuicios de la observación de aves también afectan a los ornitólogos latinoamericanos de otras maneras. De hecho, Vázquez, experto en aves neotropicales, dice que no pudo compartir sus conocimientos en un festival anual de observación de aves en Puerto Vallarta (México) porque el evento sólo aceptaba oradores que hablaran con fluidez el inglés. "Es una falta de respeto y una ironía", dice.
También surgen dificultades cuando se espera que los ornitólogos latinoamericanos produzcan los mismos tipos de datos que los norteamericanos o europeos, ya que la tecnología utilizada para ello puede ser cara o imposible de conseguir en algunos países de esa región.
Por ejemplo, muchos ornitólogos de todo el mundo utilizan torres Motus para seguir a las aves y conocer su migración y distribución. Aunque los científicos latinoamericanos pueden marcar aves con el sistema Motus, no pueden saber por dónde viajan las aves en América Latina porque hay muchas menos de estas torres en los países neotropicales que en América del Norte. El trabajo de campo en América Latina podría llenar este vacío en materia de datos, dice Cockle, pero ese trabajo está menos apoyado ya que tal investigación no utiliza la infraestructura de las torres Motus y también requiere más apoyo logístico
Otro obstáculo que plantean los autores es que los ornitólogos norteamericanos y europeos suelen apoyarse en los científicos latinoamericanos como soporte logístico durante el trabajo de campo, y luego no los incluyen en todo el proceso de investigación. Lees dice que él también entiende que esto es un problema.
"Trátanos como colegas, no como asistentes de campo", dice Mugica Valdés.
Buscando soluciones
Para realizar estos cambios, dicen Cockle y Vázquez, será necesario invertir a largo plazo en las redes de investigación latinoamericanas e incluir las perspectivas locales en cada parte del proceso de investigación. A Mugica Valdés le gustaría que los investigadores de Norteamérica y Europa que estudian las aves neotropicales "hicieran un esfuerzo por conocer la idiosincrasia de los lugares donde trabajan, las necesidades locales de investigación y conservación, [y] el idioma".
Otros cambios prácticos, como el aumento de la diversidad de representación geográfica y de género en los órganos editoriales de las revistas científicas, en las sociedades profesionales, en las invitaciones a las conferencias o sesiones plenarias de las reuniones científicas y en los premios académicos son "esenciales" para construir el conocimiento científico de forma equitativa, afirma María Gabriela Núñez Montellano, autora del trabajo e investigadora del Instituto de Ecología Regional de Argentina.
"A menudo escucho a personas y científicos de Norteamérica que en realidad no conocen a nadie de América Latina", dice Cockle. "Aquí tenemos un trabajo con 124 autores que son todos ornitólogos de América Latina. Búsquenlos en Google, lean sus trabajos".
Al fin y al cabo, una mayor inclusión de científicos latinoamericanos puede mejorar los resultados para las aves. "Más allá de la inclusión como objetivo ético, incluir perspectivas de grupos marginados en las ciencias de campo nos ayuda a desarrollar conceptos, enfoques y herramientas epistemológicas que provocan nuevos e interesantes avances en el conocimiento de las aves", dice Núñez Montellan