Los pastizales son resistentes. Pueden sobrevivir a los climas extremos, desde olas de calor y olas de frío hasta aguaceros torrenciales y sequías. Requieren turbulencia. Durante milenios, los incendios forestales han mejorado el suelo de las praderas y han asegurado el predominio de la hierba al quemar arbustos y retoños arbolados. Los bisontes han seguido los fuegos para pastear en los nuevos y tiernos matorrales de hierba y juncos. Mientras se alimentaban, sus pezuñas se aireaban y el estiércol fertilizaba el suelo, dando lugar a abundantes flores silvestres. Estas fuerzas combinadas han dado forma a las Grandes Llanuras, un mosaico de cientos de especies de hierba, flores silvestres y juncos en varias etapas de crecimiento que abarcan 550 millones de acres. El mosaico de hábitats admite diversos insectos, docenas de especies de aves cantoras y una miríada de mamíferos.
A pesar de su capacidad de recuperación, apenas un tercio de los pastizales históricos del centro de América del Norte persisten en la actualidad. La agricultura y el desarrollo han arrasado el 90 por ciento de las praderas de pasto alto, tres cuartas partes de las praderas mixtas y la mitad de las praderas de pasto corto. “En realidad, eclipsa lo que estamos viendo en la selva tropical en cuanto a la magnitud, tamaño e intensidad de la crisis”, dice Marshall Johnson, director ejecutivo de Audubon Dakota. Esa destrucción ha afectado a las aves de los pastizales, que han disminuido en más del 40% desde la década del 60; y algunas especies han visto descensos aún más pronunciados.
El Informe de pastizales y aves de América del Norte de Audubon, publicado este verano, destaca los peligros adicionales que el cambio climático representa para los habitantes aviares de las Grandes Llanuras. El calor, las lluvias irregulares y la sequía pueden hacer que áreas importantes se vuelvan inhóspitas para ciertas especies dentro de algunas décadas. Los científicos de Audubon construyeron modelos climáticos que incorporan temperatura, precipitación, vegetación y otras características de los hábitats ocupados por 38 especies de aves de pastizales. Descubrieron que 16 especies probablemente verán a la mayor parte de su zona de distribución actual volverse inhabitable si la temperatura de la Tierra llega a aumentar en 3 grados centígrados; si limitamos el calentamiento a 1.5 grados, el número de especies que enfrentará esta amenaza se reduciría a solo 3.
Los datos también apuntan a lugares, llamados “pilares”, que proporcionarán un hábitat crucial para las aves de los pastizales a medida que ocurran los próximos cambios, si esas tierras se manejan de manera óptima. Dado que más del 80% de los pastizales de los EE. UU. son propiedad privada, los ganaderos son un elemento clave para proteger esas áreas críticas. “El pastoreo es probablemente la herramienta más importante para manipular un buen hábitat de aves de pastizales”, dice Chris Wilson, director del Programa de Ganadería Conservacionista de Audubon. En las Grandes Llanuras, los conservacionistas están trabajando con los ganaderos para apuntalar estos pilares y salvaguardar la supervivencia de las aves.
Para Cody y Deanna Sand, la ganadería es una tradición. Cuando tomaron el control de la granja familiar de Deanna en Dakota del Norte en 1999, observaron prácticas heredadas de sus abuelos. Criaban ganado en sus 2,300 acres, lo cruzaban en verano, lo alimentaban de heno y granos en invierno y lo hacían parir en marzo. “Eso es todo lo que sabíamos”, dice Cody.
Una década más tarde, la pareja debía miles de dólares. Estaban decididos a no vender a grandes granjas, que ararían las praderas de hierbas mixtas fértiles y sus humedales estacionales, o “baches”, que suministran comida de plantas e invertebrados a aves de reproducción acuática, aves playeras y aves de pastizales. Desesperados, tomaron un curso a través de North Dakota Grazing Lands Coalition. El instructor ofreció una nueva perspectiva: administrar las hierbas, no las vacas.
Los Sand pronto adoptaron el pastoreo rotativo: acorralaban una gran manada en una serie de pastoreos pequeños y movían a los animales antes de que pastorearan en exceso para darle a las hierbas tiempo para reposar y recuperarse. Un subsidio agrícola de $300,000 cubrió los costos iniciales de cercar 64 corrales y suministrar agua a cada uno. Después de dos años, los Sand habían triplicado la hierba por acre, cultivaban lo suficiente para el pastoreo del ganado durante el invierno y eliminaron los costos de granos complementarios. También cambiaron el calendario de nacimientos para principios del verano para ahorrar dinero en calentadores, rompevientos y veterinarios. En pocos años, sus deudas estaban pagas.
Hoy en día, hierbas autóctonas, plantas herbáceas, flores salvajes, polinizadores, arañas, escarabajos pelotero y diversas aves conviven en la granja, que ha adquirido la designación de “amigable para las aves” de Audubon (ver “Receta para el éxito”). “Hace 10 años atrás, me daba lo mismo una mariposa o un pato”, dice Cody. Ahora cuida de los tres Gallos de las Praderas Rabudos, y Deanna es una incipiente experta en aves.
La primera vez que Mark Sears visitó Soapstone Prairie, se encontraba a solo una hora al norte de Fort Collins, Colorado, pero pudo haber jurado que estaba en Serengeti. Había manadas de antilocapras, alces y ciervos pastoreando en la pradera mixta, que admite predadores como osos negros y leones de montaña. Los perros de la pradera custodiaban las entradas a madrigueras subterráneas y la propiedad tenía un conjunto completo de aves de pastizales, incluidos los Mochuelos de Madriguera, Escribanos de McCown y Chingolos Albinegros (el ave del estado).
Dentro de los 22,500 acres de Soapstone Prairie, se encuentra también Lindenmeier, uno de los sitios arqueológicos más importantes del país. En los años 30, los excavadores descubrieron una lanza puntiaguda en una vértebra de Bison antiquus, un ancestro extinguido de siete pies de alto del bisonte moderno. El descubrimiento ofreció prueba definitiva de que los humanos habitaban América del Norte hace 11,000 años y designó al sitio como hito histórico nacional.
Como gerente de áreas naturales para Fort Collins, el trabajo de Sears es conservar la tierra para la vida silvestre en primer lugar y la recreación pública, en segundo. Entonces cuando Soapstone Prairie se puso en venta en 2003, se movió rápidamente: “Sabíamos que teníamos la oportunidad de nuestras vidas”. Colorado es uno de los estados que crece con mayor rapidez en la nación, lo que coloca a las áreas de pastizales en un curso intensivo para el desarrollo, especialmente cerca de las ciudades en expansión, como Fort Collins. Aprovechó el financiamiento para la conservación generado por el condado y los impuestos a las ventas de la ciudad, y recaudó dólares adicionales para obtener los casi $15 millones necesarios para adquirir la propiedad en 2004.
Sears luego tomó medidas para hacer que los pastizales sean más saludables. Instituyó las quemas dirigidas para reabastecer el suelo y la vegetación, por ejemplo, y volvió a alquilar la tierra a los propietarios anteriores, una asociación de pastoreo, al comprender que continuarían pastoreando de manera sostenible, rotarían las manadas y dejarían reposar los pastizales con mayor frecuencia.
Si las vacas no se mueven de manera regular, mastican los pastos del suelo y hasta extraen las raíces, lo que mata las plantas y erosiona el suelo. En definitiva, el pastoreo excesivo afecta la ecología compleja que crea suelos ricos, que proporcionan una amplia variedad de nutrientes para las diversas hierbas, que luego sustentan a los insectos y las aves. También elimina las áreas más altas y densas de hierba donde las aves anidan y se esconden. Una vez que sufre pastoreo excesivo, el hábitat de la pradera es difícil, si no imposible, de recuperar completamente.
La práctica imita los movimientos históricos del bisonte, cuando enormes manadas de cientos de miles de animales vagaban por las Grandes Llanuras. Comían mientras andaban, cortando la hierba hasta la cubierta y fertilizando el suelo. Luego avanzaban, a veces sin regresar por varios años, lo que permitía que las hierbas se recuperaran y generaran nuevos brotes.
Fort Collins había administrado Soapstone por casi una década cuando Sears tuvo la idea de restaurar los bisontes, para la satisfacción de los visitantes. En noviembre de 2015, la ciudad introdujo un toro y una docena de vacas relacionados con la manada del Parque Nacional Yellowstone, con el plan de administrarlos cuidadosamente para replicar su conducta de pastoreo ancestral. Antes de liberar los animales, el equipo de Sears se asoció con el laboratorio de reproducción de animales de la Universidad Estatal de Colorado para garantizar que los animales estuvieran libres de brucelosis, una bacteria que induce el aborto y puede afectar al ganado y a las personas. Funcionó: “La manada de bisontes está creciendo, tal vez un poco más rápido de lo que lo anticipamos”, dice Sears. Los administradores han triplicado el tamaño de las pasturas para dar lugar a los 70 mastodontes lanudos y pueden ofrecer algunas para otros esfuerzos de restauración de bisontes.
Hoy en día, Soapstone se ve aún más salvaje de lo que Sears la encontró por primera vez. El verano pasado, los Gorriones Sabaneros, las aves de pastizales más vulnerables al cambio climático según el informe de Audubon, fueron documentadas nidificando en Soapstone, una novedad para el estado.
En 2002, Nancy Ranney trabajaba como diseñadora medioambiental y criaba a su familia en California cuando dejó esa vida para tomar las riendas de la granja de sus padres en el área central de Nuevo México. Vio la oportunidad como un gran desafío: administrar la tierra en línea con los principios ecológicos que había observado durante la carrera de paisajista.
Ranney tomó las 21 manadas de la granja, cada una de las cuales pastoreaba continuamente en su pastizal, y las combinó en una que se movía frecuentemente por 34 pasturas de diversos tamaños. Melvin Johnson, el administrador de la granja, era escéptico. “Estaba seguro de que volveríamos al viejo estilo en un par de años”, dice Ranney.
No fue así. En tres años, el monocultivo de grama de la granja de Ranney se había transformado en un mosaico de 35 especies diferentes de hierbas; estas variedades tolerantes a la sequía mantienen el 90% de su biomasa debajo de la superficie. “Había un banco de semillas en el suelo que nunca pudo emerger antes debido al pastoreo constante todo el año”, dice Ranney. Actualmente, unas 50 especies de hierbas prosperan y la tierra admite casi 300 vacas y 8 toros. “Sin siembra, sin fertilizantes: simplemente las vacas”, dice. “Las necesitamos”.
Esto se observa con una simple mirada a la línea del cerco. Algunas hierbas cercanas no se han quemado ni pastoreado por años. Mientras que la hierba cubre aproximadamente el 80% de la pastura de Ranney, la otra tierra es árida o dominada por matorrales. Su propiedad admite el Colín de Moctezuma, una especie de ave poco común y misteriosa que no se suele encontrar en una granja tradicional debido a su necesidad de cobertura de hierba densa.
Antes de que los europeos colonizaran América del Norte, un incendio forestal ardió por millones de acres y generó las praderas de hierbas secas del sudoeste. “Estos sistemas evolucionaron a pesar de los incendios frecuentes y el pastoreo”, dice Jon Hayes, director ejecutivo de Audubon New Mexico. “Ya no vemos eso”. Los asentamientos, las carreteras y la extinción de incendios ahora limita el fulgor natural, que, así como el pastoreo excesivo y la falta de este, evitan la regeneración de hierbas autóctonas. Como resultado, otros tipos de plantas surgen en el hábitat de pastizales.
La vegetación invasiva, por lo general, los arbustos leñosos y las hierbas, varían por región. Aquí consta de mezquita, pastos perennes y plantas herbáceas. Hacia el noreste, el enebro autóctono suele invadir los pastizales intactos. Más hacia el norte, en Colorado y Wyoming, el problema son las gramíneas. Cualquiera sea la especie, tienen el mismo efecto: “Desplazan las hierbas autóctonas”, dice Hayes, lo que a su vez excluye a las aves de pastizales, como el Mochuelo de Madriguera, el Bisbita Llanero y el Chorlito Llanero que requieren escasa cobertura.
El desarrollo de energía es otra amenaza a los pastizales restantes del estado. En el sureste, se encuentra la Cuenca Permiana, que actualmente es el yacimiento petrolífero de mayor producción del mundo. La infraestructura requerida para mover ese aceite, como plataformas de exploración petroleras, carreteras, edificios anexos, oleoductos, transforma el hábitat de pastizales en una zona industrial inhabitable para las aves.
Fotografías: Minesh Bacrania
Conservar la extensa pradera de hierbas de la región será especialmente importante a medida que el clima se vuelve más cálido y seco. Se espera que las praderas de hierba alta, como las del este de las Grandes Llanuras, se vean más como las praderas mixtas o de hierba corta a medida que las 40 a 50 pulgadas de lluvia anual disminuyan, dice Hayes, mientras que las praderas de hierba corta del sudoeste, que están acostumbradas a apenas 15 pulgadas de lluvia al año, son más tolerantes a la sequía. “Algunos de estos lugares podrían ser el último mejor lugar para algunas de estas aves de pastizales”, dice, “porque ya son pastizales áridos”.
La clave es mantener la cantidad correcta de hierba; ni un suelo pastoreado en exceso ni matorrales sin pastorear sustentarán a las aves de pastizales. Y como probó Ranney, hay un terreno medio que beneficia a los granjeros, también.
Arvind Panjabi había conducido relevamientos de aves de pastizales en el desierto de Chihuahua por casi una década cuando escuchó, en 2006, los primeros informes alarmantes: Los equipos de campo que regresaban a los sitios de estudio, mayormente en las granjas, descubrieron, en su lugar, tierras de cultivo. “Sucedió muchos años seguidos”, dice Panjabi científico especializado en conservación de la organización sin fines de lucro Bird Conservancy of the Rockies. “Cada vez que volvíamos, habían desaparecido más sitios”.
A Panjabi esto le resultó especialmente preocupante porque estaba comenzando a documentar qué aves usan los pastizales desérticos y cómo. Los pastizales abarcan el 15% de las 140,000 millas cuadradas del desierto de Chihuahua y, cada otoño, 9 de 10 especies de aves migratorias de las Grandes Llanuras llegan aquí. Como la principal área de hibernación para las aves de pastizales, el desierto de Chihuahuan ya es un sitio de conservación, y el informe de Audubon revela que grandes franjas conservarán los pastizales aunque el clima se vuelva más cálido.
Para determinar la pérdida hasta el momento, Panjabi examinó imágenes satelitales de 2006 a 2011. Descubrió que 270 millas cuadradas de maíz y algodón se habían materializado en Valles Centrales, un pastizal de 2,600 millas cuadradas considerado un área prioritaria de conservación para México, Estados Unidos y Canadá. “Estimamos que 350,000 aves de pastizales habían sido desplazados por la pérdida del hábitat en solo cinco años”, dice. “Eso nos impulsó a tomar medidas”.
El primer paso fue investigar qué estaba sucediendo en la tierra. Descubrió que una expansión reciente del sistema eléctrico del área ahora les permitía a los agricultores perforar 700 pies en acuíferos de agua para irrigar los campos; anteriormente, la falta de agua impedía arar la tierra. Al mismo tiempo, la narcoviolencia se enardecía. “Eso creó mucha inseguridad en las áreas rurales”, dice Panjabi. De inmediato, los granjeros mexicanos querían combatir la violencia generada por las drogas y sus tierras se volvieron más valiosas para los productores agrícolas, muchos de los cuales son Menonitas canadienses que inmigraron al área.
Enrique Pérez Carrillo conoce de primera mano los desafíos de la ganadería desértica. Ha administrado el Rancho Tres Papalotes, la propiedad de casi 40,000 acres de su familia, por ocho años y ha visto cómo las lluvias, que promedian las 10 pulgadas al año, se volvieron impredecibles; no siempre llega cuando la hierba la necesita. “Escuchamos a los granjeros quejarse de la lluvia y de que la ganadería ya no es un buen negocio”, dice. “Si no estamos ganando dinero y aparece algún interesado, la mayoría de los granjeros simplemente vende su granja".
Pérez Carrillo es uno de los 20 ganaderos que trabaja con Panjabi para encontrar maneras de mantener la rentabilidad y conservar su propiedad. Comenzó en 2011 subdividiendo sus ocho pasturas para permitir que la tierra descansara después del pastoreo; actualmente, rota 500 vacas por 40 corrales y apunta a tener al menos 80 corrales, que va agregando a medida que consigue los fondos para instalar la infraestructura para bombear agua a cada pastoreo.
Pérez Carrillo ya ha podido observar el crecimiento de más hierbas en algunas áreas y un aumento de la vida silvestre, incluido el regreso de los leones de montaña. El personal de Panjabi, mientras tanto, controla las aves hibernantes en la granja, incluidos los Gorriones Sabaneros y los Escribanos Collarejos. También observan a los Halcones Aletos. En 2012, Panjabi encontró solo tres pares de aves de rapiña amenazadas en reproducción dentro de los 24 territorios históricos del desierto de Chihuahua. Cuando los pastizales y matorrales se desmontaron para propósitos de agricultura, Aplomados perdió sus aves, incluidas las aves de pastizales, además de los sitios de nidificación elevados.
La granja abierta de hierba corta de Pérez Carrillo con árboles y arbustos dispersos es el hábitat ideal para halcones; por este motivo, el equipo de Panjabi instaló una plataforma de nidificación en su propiedad y en otras granjas del área. El enfoque parece estar ayudando: En 2018, 11 pares anidaron en el desierto de Chihuahua, la mayor cantidad desde 2012, y emplumaron 10 crías, la mitad de las cuales fueron concebidas en las plataformas de los nidos. Su presencia sirve de centinela para la salud de aves de pastizales generalmente, desde habitantes de áreas desérticas hasta visitantes estacionales de los humedales de la pradera y más allá.
Las vacas pueden no ser una solución obvia para salvar aves de pastizales, pero funcionan. El Programa de Reservas para Conservación de Audubon colabora con los ganaderos para practicar el pastoreo rotativo, manejar especies invasoras y proteger los arroyos para mejorar la diversidad de plantas, insectos y aves. Luego, un tercero certifica la propiedad como apta para las aves.
"Amamos a las vacas y amamos lo que hacemos, pero no somos buenos vendedores", dice el ganadero de Dakota del Norte Cody Sand. Coloca con orgullo la etiqueta en su carne de res alimentada con hierba, que el personal de Audubon ayuda a colocar en mercados especializados.
Hoy, más de 40 minoristas en siete estados y 11 compañías en línea venden carne con la etiqueta Audubon (visite audubon.org/meat). Unos 1.8 millones de acres están inscritos en 63 ranchos en 11 estados, y el director del programa, Chris Wilson, apunta a sumar 1.5 millones de acres para 2021. Está ansioso por encontrar participantes en los pilares identificados en el informe Audubon, protegiendo el hábitat vital de las praderas en las próximas décadas. —H.W.
Esta historia se publicó originalmente en la edición de verano de 2019 como "Renacimiento comunitario". Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo realizando una donación.