Cada mes de junio la población de Svalbard aumenta de miles a millones cuando las aves marinas convergen en el archipiélago ártico para anidar. Situado entre Noruega y el Polo Norte, el pequeño grupo de islas pasa de ser rocoso a exuberante en cuestión de semanas, gracias al guano, cáscaras de huevo y plumas que dejan las colonias masivas de mérgulos Atlánticos (mejor conocidos como mérgulo marino fuera de América del Norte).
El abono de los mérgulos es la base del ecosistema local: los renos y las barnaclas cariblancas se alimentan de la vegetación emergente en verano, mientras que los zorros árticos y los osos polares se alimentan de los animales que pastan y anidan. "Toda la tundra está conectada", opina Rafał Boehnke, un ecologista del Instituto de Oceanología de la Academia de Ciencias de Polonia. Los mérgulos obtienen sus nutrientes casi exclusivamente del mar y depositan la riqueza del agua en la tierra, conectando de esta manera las cadenas alimentarias marinas y terrestres.
Para todas las especies que apoya, el ave marina de seis onzas depende de una sola fuente de alimento: unos crustáceos microscópicos llamados copépodos que se encuentran al oeste de Svalbard, donde las aguas frías del Ártico se mezclan con la corriente cálida y salada del Atlántico.
Pero debido al drástico aumento de la temperatura allí más que en cualquier otra parte del mundo, las investigaciones sugieren que el punto clave está empezando a ser demasiado caluroso. Una novedosa tecnología de láser ha revelado que las poblaciones de copépodos locales están cambiando de especies árticas ricas en calorías a variedades atlánticas menos abundantes debido a la menor cantidad de marejadas frías, que llevan nutrientes a la superficie del mar.
Para saber de qué forma están respondiendo los mérgulos, investigadores de Polonia y Noruega colocaron en ciertas aves sensores de temperatura, rastreadores GPS y monitores de presión. Mientras tanto, los colegas de Boehnke tomaron muestras del alimento que los padres llevan a sus polluelos. Descubrieron que los adultos gastan energía extra para llevar la cena a casa, a veces deben viajar más lejos de sus colonias junto a los acantilados y cazar a mayores profundidades. El equipo también se sorprendió al encontrar calamares pequeños y otras criaturas nunca antes vistas en las gargantas de las aves.
Hasta aquí, las poblaciones de mérgulos parecen mantenerse constantes; continúan siendo una de las aves marinas más abundantes en el hemisferio norte. Los frailecillos atlánticos en el Golfo de Maine han demostrado una resistencia similar. Para compensar la falta de merluza barbona blanca y arenque del Atlántico (especies que se cree que han huido al norte en busca de aguas más frías) algunas colonias de frailecillos ahora se alimentan de gallinetas de Acadia, una especie que se ha recuperado recientemente debido a una administración cuidadoso de la pesca comercial. Desde entonces, ha habido un aumento en las tasas de supervivencia de los polluelos de frailecillo.
Aun así, los investigadores vigilan de cerca a los mérgulos de Svalbard. "Si alguien sufre, son los padres", indica la bióloga marina y miembro del equipo, Emilia Trudnowska: solo pueden sacrificar tanto por la salud de sus polluelos antes de que el éxito reproductivo de la mayor población comience a tambalearse. A partir de ahí, los efectos en cascada que ocasionaría esta especie clave en la vida de la tundra podrían ser impactantes.
En el extremo norte, los ecosistemas tienen un equilibrio precario. Cada leve aumento de temperatura puede empujar a los organismos más cerca del borde. Sin embargo, cada pequeño acto de resistencia como el de los mérgulos también podría ayudar a los científicos a predecir cómo las especies del Ártico podrían hacer frente a la corriente cambiante.