El 21 de mayo, Ryma Benayed se encontraba caminando hacia la entrada del subterráneo cerca de Central Park cuando vio 14 ampelis chinitos, con sus panzas amarillas hacia arriba, al costado de un edificio. “Parecía tan extraño que al principio creí que era un truco de magia, así que me acerqué a ver”, dice. “Fue allí cuando comprendí que estaban muertos”. Más tarde ese día, Benayed, directora técnica en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center, buscó la historia en Google. No pudo encontrar nada. “¿Todas estas aves murieron y nadie habla de ello?”, comenta. “Me sorprendió mucho”.
Lo que la búsqueda en Google de Benayed sí mostró fue una base de datos de muertes de aves desarrollada por Audubon en la Ciudad de Nueva York. Envió una foto de las aves y la fecha, hora, y ubicación de dónde las encontró. “Nunca antes informé acerca de algo, pero esta vez sentí que debía hacerlo”, dijo.
El informe de Benayed fue uno de los 91 informes enviados a D-Bird durante la migración de primavera, una época especialmente letal para las aves. Se estima que alrededor de 250.000 aves mueren por colisiones con estructuras creadas por el hombre en la Ciudad de Nueva York cada año. En América del Norte, dicha cifra se encuentra entre los 300 y los 1.000 millones. Ya que los informes son tan dispersos, es difícil realizar una estimación más precisa. “Tenemos una idea de cuál es el número real”, cuenta Darren Klein, uno de los directores de programa y defensoría de Audubon en la Ciudad de Nueva York.
Y entonces, en 2014, Klein —en ese entonces graduado de política ambiental y pasante en Audubon— decidió crear un sitio web para compilar los avistajes de los ciudadanos. Cada entrada en D-bird.org, al cual se puede acceder por medio de dispositivos de escritorio o móviles, se convierte en un punto de datos en un mapa. Debra Kriensky, bióloga de conservación de Audubon NYC, verifica el mapa todos los días. Si ve que alguien encontró un ave lesionada, se comunica con la red de transportistas de Audubon para que vayan al sitio y lleven al ave a un centro de rehabilitación. Pero las aves muertas también proporcionan información valiosa. Se han enviado más de 550 informes sobre colisiones desde la inauguración del sitio.
“A la larga, seremos capaces de determinar los puntos más recurrentes”, dice Susan Elbin, directora de conservación y ciencia de Audubon NYC. El estudio de las áreas en donde ocurren una gran cantidad de colisiones podría revelar qué es lo que ocasiona que cierto edificio o esquina sea tan letal. Los datos también han ayudado a atraer participantes al Proyecto Vuelo Seguro del grupo, el cual emplea voluntarios para que sigan las colisiones de aves a través de una ruta específica durante las migraciones de primavera y otoño. Por ejemplo, las encuestas del Proyecto Vuelo Seguro no registraron ni una sola Chocha del Este durante la primavera de 2015. Sin embargo, las agachadizas fueron las aves más informadas en D-Bird ese mismo año.
Esta herramienta de recopilación de datos podría ser útil a lo largo de toda la ruta migratoria, en cualquier lugar en donde las aves se encuentren con infraestructura hecha por el hombre. “Este es un problema con el que casi todo estado y división local debe lidiar”, dice Klein. Por eso, esta primavera adaptó D-Bird para que sea utilizado por Audubon Texas, Audubon Minnesota y la Sociedad Audubon de Atlanta. Una división local en Silicon Valley también experimentará con el sitio este otoño.
Adam Betuel, el director de conservación de la Sociedad Audubon de Atlanta, remarca que la mitad de las colisiones con edificios comprenden edificios bajos o residenciales, contrario a los rascacielos vidriados que se elevan sobre Manhattan. “Y es allí donde D-Bird puede hacer una diferencial real: casos individuales fuera de las casas de las personas”, dice. “Recién estamos comenzando, pero los datos ya están demostrando lo que de otro modo no hubiésemos visto”.
Por su parte, Benayed espera que los datos sobre los ampelis ayuden a otras aves a evitar sufrir el mismo destino. Le gustaría ver que los edificios fueran más seguros para las aves, algo en lo que Audubon de la Ciudad de Nueva York ha estado trabajando de manera activa. El año pasado, se asoció con la sociedad American Bird Conservancy en la creación de un manual para los arquitectos e ingenieros locales, educándolos sobre la importancia de instalar vidrio estampado o angular en los edificios y de añadir calcomanías a las ventanas existentes. Por supuesto, cada edificio presenta una amenaza específica que requiere una solución personalizada, y eso es lo que hace que los datos de D-Bird sean fundamentales.
“D-Bird surgió en una división local para abordar un problema local, pero tiene el potencial de extenderse ampliamente”, dice el director de comunicación para la conservación de la Sociedad Nacional Audubon, John Rowden. “Puede conducir a un mejor y más sistemático monitoreo de sitios especialmente conflictivos en cada entorno local. Cada división local de Audubon decidirá cómo desean implementar esta herramienta y, así, tener un mayor efecto en toda la red”.