Las comunidades que viven a orillas del lago Saltón, un lago de 350 millas cuadradas al sur de California, están un poco sensibles con respecto a su reputación. Visite este destino turístico único en una tarde típica de 100 °F y es posible que vea gaviotas bajacalifornianas navegando a través de un puerto desierto de sal y por encima de un piano dado vuelta, una grúa oxidada y un pit bull muerto asándose en una orilla de esqueletos marinos y conchas de bálanos. “Puede ser sombrío o espeluznante”, dicen los locales, “pero no es así por accidente”.
Considerando su creación, es fácil ver por qué la gente describe de tal manera el lago más grande de California. Comenzó a formarse en el año 1905, cuando, a causa de las inundaciones, se rompió un dique del río Colorado y un enorme caudal descendió hacia un cuenco natural, la depresión de Saltón, a unos 230 pies por debajo del nivel del mar. El agua continuó su curso durante 18 meses antes de que los ingenieros pudieran, finalmente, reparar el dique. Anteriormente, otros lagos habían llenado la depresión de Saltón, también a raíz de inundaciones importantes, pero se evaporaron después de milenios de soportar el calor abrasador del desierto. Hasta hoy, el lago se mantiene gracias al agua de riego que recibe de las granjas en auge del Valle Imperial (causantes, también, de su contaminación), cuyos 500.000 acres de campo le brindan a los Estados Unidos frutas, nueces, heno y dos tercios de sus vegetales de invierno.
Medio siglo atrás, el lago Saltón mantenía una economía próspera. Los empresarios construyeron puertos deportivos y hoteles en la ribera, y esto atrajo turistas y pescadores deportivos, que pescaban corvinas norteñas y sargos provistos a nivel estatal. Varias celebridades, incluidos Frank Sinatra y Desi Arnaz, veraneaban en el lago, y las carreras de lanchas atraían multitudes enormes. “Era como estar de fiesta todo el día”, cuenta Louis Knight, un veterano de 44 años del departamento de bomberos de Bombay Beach, una ciudad de casi 300 habitantes al este del lago.
Pero al no tener una desembocadura natural y debido a la rápida evaporación, el lago se volvió cada vez más tóxico a medida que aumentó la concentración de sal y nutrientes de su agua de riego. Hacia los años ‘90, este sueño del oasis desértico quedó abandonado: ya nadie quería tomar sol al lado de brotes de algas ni sentir la pestilencia de la descomposición de los peces del lugar. Los deportistas y veraneantes de Bombay Beach fueron reemplazados por gatos raquíticos y entusiastas todo terreno. En Salton City, al otro lado del lago, una grilla de calles de nombres románticos como Honolulu y Sea Mist (“brisa de mar”, en inglés) cuenta con electricidad y tuberías pero aún se encuentra poco desarrollada. Algunos de los modestos hogares que se construyeron a orillas del lago ahora son canchas de fútbol.
Si bien ya no se acercan tantas multitudes, millones de aves continúan volando hacia el lago Saltón, segundo en términos de diversidad y abundancia aviar de los 48 Estados Unidos continentales, después de la costa del Golfo de Texas. Quizás no sea una parada obligada ni el sitio de reproducción clave de la Ruta Pacífica Norteamericana, en especial porque el lago ahora es un tercio más salado que el océano Pacífico y porque diariamente genera nubes nocivas de ácido sulfhídrico que, en ocasiones, han llegado hasta Los Ángeles. Pero con la mayoría de los humedales de la Costa oeste arruinados, cientos de especies de aves se vieron obligadas a depender, básicamente, de un enorme desagüe. Los nidos de mochuelos de madriguera ensucian los canales de drenaje, los pelícanos pardos se atiborran de tilapias y las avocetas americanas cazan pequeños invertebrados como las artemias que todavía habitan en el lago.
Sin embargo, la vida y la muerte desfilan en una cercanía incómoda en el lago Saltón, y la situación empeorará, a menos que se tomen medidas drásticas. Y eso es porque a fines de 2017, el agua del río Colorado que mantuvo el lago hasta ahora a través de los canales de riego de las granjas de la región, irá a la poco abastecida San Diego, a raíz de un acuerdo de transferencia de agua que se cerró en 2003. Según una legislación aprobada ese mismo año, el estado debe crear un plan maestro para preservar el lago Saltón.
Si no lo hace, los expertos indican que el lago podría contraerse un 60 por ciento hacia el año 2030. La salinidad aumentará tres veces más, matando a todos los peces y disecando acres enteros de pantanos y pastizales, lo que dejaría a millones de aves sin alimento ni hábitat para nidificar. Las tormentas de arena recogerán químicos y pesticidas de las granjas de los cientos de miles de acres expuestos del lecho del lago reciente, desparramando toxinas en las comunidades rurales vecinas del sur de California, que son el hogar de unos 650.000 habitantes, en su mayoría latinos de origen humilde. Actualmente, los niños de la región ya sufren una de las tasas de asma más altas del estado.
Hoy en día, varias agencias de gobierno y partes interesadas locales que incluyen a Audubon California intentan crear rápido un plan que pueda prevenir una catástrofe medioambiental. La buena noticia es que, finalmente y después de años de intentos malogrados de restaurar el ecosistema en extinción, parece que podrían tener éxito.
Bob Miller recorre la orilla del lago con su camioneta todo terreno blanca y polvorienta cuando, de repente, frena y saca sus binoculares. “¡Santas cachuchas!” exclama al ver una ratona de las rocas posada sobre un matorral cercano. “Es la primera de la temporada”. Es el mes de septiembre y Miller, un provinciano abrazador de árboles autoproclamado y ex conductor de camiones que habitualmente organiza recorridos de avistaje alrededor del lago, conduce a través de los lodazales y colinas de obsidianas. Recita, casi sin pensarlo, otra docena de especies de aves. El lago Saltón es el sitio donde anida un 40 por ciento de los rascones costeros del Pacífico “yuma”, especie en peligro de extinción, y donde inverna hasta un 30 por ciento de los pelícanos blancos americanos y, en algunos años, hasta un 90 por ciento de los zampullines cuellinegro del estado. “Aquí hay tanto para ver”, dice.
Miller conoce todas las promesas que se han hecho de salvar el lago Saltón, y está cansado de que el gobierno no se haga cargo. “Lo estudian, y nada. Y lo siguen estudiando... y nada”, cuenta. “O lo arreglan o esto será una pesadilla”.
Al igual que Miller, Vic Leipzig, jefe de la división local de Audubon Sea & Sage del condado de Orange e instructor de historia natural en Saddleback College, Mission Viejo, California, ofrece recorridos de avistaje hace décadas. Él también está muy preocupado sobre lo que podría ocurrir con las aves si el lago finalmente colapsa. “¿Adónde irán los cormoranes? ¿Adónde irán las pagazas piquirrojas?”, se pregunta. Algunos creen que la Laguna Salada de México podría llegar a ser la protagonista de la Ruta Pacífica Norteamericana. Pero la Laguna Salada es un cuerpo de agua efímero y solo se rellena cuando hay marea alta o se desboca el río Colorado. Y aún con agua, la laguna es poco profunda. En definitiva, los biólogos dicen que sería un reemplazo muy pobre del lago Saltón. “No conozco otra alternativa posible”, dice Leipzig.
Mientras camina por una caleta seca, Leipzig describe cómo vio con sus propios ojos la contracción progresiva del lago, y cómo sufren las aves este proceso. 150.000 zampullines cuellinegro murieron de manera misteriosa en 1992. Luego comenzaron los brotes periódicos de botulismo aviar, una enfermedad bacteriana que puede matar aves que convivan en proximidad de a miles. “Las aves saben que el lago está en problemas”, explica Leipzig, mientras se seca el sudor de la frente y mira el horizonte en busca del último flamenco del lago, que llegó décadas atrás en manos de los dueños de la discoteca Hell’s Kitchen, hoy en día, cerrada.
Leipzig no anda con rodeos y sostiene que la culpa de esta ominosa realidad la tiene el acuerdo de aguas que se hizo entre el Valle Imperial y San Diego, que es la mayor transferencia de agua del sector agrícola al urbano en la historia de los Estados Unidos. “Fue una de las peores decisiones medioambientales de la historia moderna”, declara.
En 2003, el condado de San Diego hizo un acuerdo con el Valle Imperial para comprar agua para su creciente población de más de tres millones de habitantes. El Distrito de Irrigación Imperial (IID, por sus siglas en inglés) tiene derecho a acceder a 3,1 millones de acres-pies de agua del río Colorado por año. El gobierno aceptó transferir una mayor proporción de su distribución a San Diego, a cambio de miles de millones de dólares que se utilizarían, en parte, para mejorar la infraestructura obsoleta de los sistemas de irrigación del valle. La metrópolis compra cientos de miles de acres-pies por año, y las granjas del Valle Imperial reciben dinero del cielo para instalar un sistema de irrigación por goteo y canales en línea: en resumen, todos ganan. Ese es el beneficio ambiental de promover el consumo eficiente del agua, algo que resulta cada vez más importante a medida que las sequías en California continúan por quinto año consecutivo.
Sin embargo, el acuerdo conlleva una gran desventaja: la escorrentía agrícola reducida representaría un desastre para el lago, que sobrevive casi totalmente gracias a esa agua. Por este motivo, el acuerdo estableció que el “agua de mitigación” de las tierras de cultivo sin explotar se agregue al lago durante 2017, y que los productores agrícolas reciban una compensación por los acres sin cultivar. Después, esa cantidad de agua quedará para San Diego. Para abordar este problema, el estado, una de las partes del Quantification Settlement Agreement (Acuerdo de Conciliación de Cuantificación), aceptó crear un plan maestro para preservar el lago Saltón.
Pero esto todavía no ha ocurrido.
Si el gobierno no interviene pronto, las repercusiones podrían ir más allá del Valle Imperial. Dicho acuerdo de transferencia podría estar en peligro, y se podrían iniciar acciones legales contra el estado, si no se toman medidas. Kevin Kelley, el gerente general del distrito de irrigación, ya ha intimado al estado a desarrollar un plan a largo plazo antes de una fecha estipulada o, de lo contrario, el IID podría cortar por completo el suministro de agua a San Diego.
“La postura del IID es que no se puede continuar con la transferencia de agua y dejar un enorme signo de pregunta con respecto al lago Saltón. No se puede crear un gueto ambiental”, explica Kelley. Él no se hace ilusiones con respecto a que el tamaño del lago sea igual al que conoció de pequeño, mientras crecía en la ciudad de Brawley, al sur del lago. “Inevitablemente será más pequeño”, dice. “Lo único que decimos es que debe ser sustentable”.
Y en lo que respecta a cómo solucionar el problema del lago Saltón, abundan las ideas. Los planes más integrales incluyen un proyecto de restauración de USD 9 mil millones que el estado propuso en 2007, además de un sistema para bombear agua desde el océano Pacífico o desde el mar de Cortez, algo que también costaría miles de millones de dólares. La gran mayoría de los planes, de los más a los menos integrales, han quedado truncos debido al estancamiento a nivel estatal, las batallas burocráticas, las restricciones presupuestarias y la eterna sequía. Desde que se cerró el acuerdo de transferencia de agua en 2003, apenas se ha reconstruido una docena de acres de humedales.
“Sin embargo, el apremio actual por una solución nunca fue mayor”, cuenta Andrea Jones, directora de conservación de aves en Audubon California. “Ha tenido más impulso en el último año que en los 12 anteriores”. En octubre, el Gobernador Jerry Brown firmó una ley que ordenaba la restauración de hasta 12.000 acres de hábitat para el año 2020. Varios proyectos de restauración ya resultan innovadores. El otoño pasado, por ejemplo, se empezó a construir en 420 acres un proyecto de USD 3,5 millones que transformará la Bahía de Red Hill, parte del Refugio Nacional de Vida Silvestre Sonny Bono del lago Saltón. Este paisaje seco, donde las águilas pescadoras anidan en árboles que en el pasado se encontraban arraigados dos pies bajo agua, podría volver a convertirse en un hábitat de aves costeras.
Lo que es aún más importante es que, hacia fin de año, se espera con ansias que el Gobernador Brown finalmente apruebe un plan de gestión a largo plazo.
Bruce Wilcox es la persona a cargo de crear este diseño unificado, y de luchar por distintas cuestiones de dinero y cooperación con las agencias federales, estatales y locales que participan del proyecto. Wilcox es un ex gestor ambiental con una reputación de llevar proyectos a término, y por este motivo, en septiembre del año pasado, lo nombraron secretario auxiliar de la política del lago Saltón dentro de la Agencia de Recursos Naturales de California, un puesto que antes no existía. Wilcox afirma: “Tenemos lo necesario para comenzar: autoridad, conocimiento sobre el lago y relaciones con aquellos responsables de su conservación”. Jones, Kelley y otras partes interesadas comparten su confianza y creen que puede enfrentar este desafío.
El plan que Wilcox propone tendrá su origen en la Iniciativa de Restauración del lago Saltón y Energía Renovable, una propuesta de USD 3,15 mil millones presentada por el IID en 2015 que podría dar inicio a proyectos piloto listos para la construcción y a un desarrollo nuevo de energía geotermal a orillas del lago. La propuesta ayudaría al estado a acercarse a su objetivo de obtener la mitad de su electricidad de fuentes renovables para el año 2030, y generaría fondos útiles con el fin de una posible restauración. En el mes de marzo, la empresa australiana Controlled Thermal Resources dio los primeros pasos para lograr que se apruebe la instalación de una planta geotérmica de 250 megawatts en la ribera sur del río.
“Sea cual fuere el marco que se apruebe, promete ser uno de los proyectos de restauración más importantes del país”, explica el biólogo del Servicio de Peces y Vida Silvestre de los Estados Unidos, Chris Schoneman.
Implementar el plan representará invertir miles de millones de dólares a lo largo de muchos años, y todavía no se ha resuelto de dónde saldrá todo ese dinero. Aun así, los responsables no empezarán de cero. Unos USD 80 millones de los USD 7,5 mil millones destinados a las operaciones de agua del estado que los votantes de California aprobaron en 2014 están reservados para el lago Saltón y, en enero, el Gobernador Brown ofreció otros USD 80 millones para ayudar. Además, en el presupuesto para 2017 que el Presidente Obama anunció en febrero se incluyeron USD 3 millones para construir hábitats de humedales a lo largo del río Álamo, que desemboca en el extremo sur del lago. Wilcox dice que está trabajando con agencias federales para identificar otras vías de financiación, que incluirían al Servicio de Conservación de Recursos Naturales.
Y ya se vislumbran destellos de lo que está por venir. En la ribera sur hay un pantano de 640 acres que el IID creó durante los últimos siete años para los rascones costeros del Pacífico y los burritos cuyanos en peligro de extinción. El área se divide en “celdas” de diversos tamaños, algunas de decenas de acres, donde los somormujos y las fochas nadan en aguas de cuatro pies de profundidad en busca de cangrejos de río. En el agua crecen espadañas y totoras, y los sauces y álamos de Norteamérica de la ribera se inundan a diario, imitando los ciclos naturales del río. El productor agrícola Al Kalin, originario de una familia que ha producido alfalfa y remolacha azucarera en el valle durante tres generaciones, trabajó en el pantano y cree que estas soluciones relativamente pequeñas y baratas son las más útiles para cubrir el lecho del lago expuesto por la falta de agua, en lugar de los proyectos inmensos que tienen un costo exponencial superior. “Hace años que vengo diciéndolo”, cuenta.
Wilcox dice que la parálisis de la burocracia puede deberse al ‘síndrome de la bala de plata’. “Pasamos años intentando encontrar la solución perfecta”, dice. “Pero no existe. Es un problema realmente complejo”. “Es una cuestión ineludible que afecta a todos los que se encuentran alrededor del lago Saltón”, explica Wilcox, “ya sea que se den cuenta o no”.
Un estudio que publicó en septiembre de 2014 el Pacific Institute, un centro de estudios con base en Oakland que analiza la política de aguas, predice que habrá una pérdida financiera increíble si no se realiza una intervención. El impacto al valor de las propiedades, a la salud pública, a los ingresos públicos recreativos y a los hábitats naturales podría costarle a la región un total de USD 70 mil millones en los próximos 30 años. “Deberíamos preocuparnos por evitar un desastre en el lago”, dice Wilcox. “Aunque, honestamente, ya deberíamos haber superado esa etapa”.
En épocas pasadas, el destino del lago Saltón estaba determinado por las fuerzas de la naturaleza. Esta vez nos toca a nosotros.
Tyler Hayden escribió sobre el derrame de petróleo del año pasado en Santa Bárbara en la edición julio-agosto de 2015.
¿Cómo puede ayudar Audubon California al lago Saltón?
Por Xander Zoellner
Los grupos de conservación han estado compitiendo sin éxito durante años para detener el desastre ecológico de avance lento que ocurre en el lago Saltón, pero eso a Audubon California ya no lo asusta.
“No se puede hablar de conservar aves a nivel migratorio en California sin comprometerse con encontrar una solución para el lago Saltón”, explica Brigid McCormack, Directora Ejecutiva de Audubon California. “El desafío es abrumador pero este el momento justo para avanzar de verdad”. Con un lago que enfrenta reducciones de agua que comenzarán en 2018, Audubon California está trabajando codo a codo con el estado y otras partes interesadas en un plan de restauración que evite una pérdida masiva de hábitats y la crisis de salud posterior que resultaría de las enormes tormentas de polvo generadas a causa de la exposición del lecho del lago.
Audubon California le ha brindado al estado un mapa detallado de hábitats y busca concientizar sobre las millones de aves que dependen del lago, incluidos los escolopácidos, que migran entre Alaska y América del Sur, y los chorlitejos blancos en peligro de extinción. Sin el lago, estas aves y muchas otras deberán luchar para sobrevivir.
“Básicamente, el estado de California necesitará hacer una inversión sustancial y sostenida para restaurar el lago Saltón”, explica McCormack. “Nuestro compromiso ayudará a asegurarnos de que esta tarea se lleve a cabo correctamente: que se protejan hábitats clave, y que el polvo tóxico deje de representar una amenaza para las comunidades locales”.