Una mañana a finales de primavera, Christy Morrissey, una ecotoxicóloga de vida silvestre de la Universidad de Saskatchewan, condujo su camioneta llena de lodo a través de un mar ondulante de campos cultivados, dos horas al norte de Saskatoon. De vez en cuando, la tierra se elevaba para formar colinas verdes bajas y el sonido de las hojas de álamo entre lodazales de hierbas altas flotaba por las ventanas abiertas. Desde allí hasta el horizonte, estanques superficiales conocidos como "depresiones", salpicaban el paisaje, cada uno lleno de patos y rodeado de totoras y espadañas.
Después de inspeccionar un mapa trazado por un estudiante, Morrissey estacionó al costado del camino de gravilla, tomó una pequeña bolsa de algodón y se acercó lentamente a una caja de madera clavada en un poste de cerca. Como un gato al ataque, colocó la bolsa sobre el agujero redondo de la entrada y luego abrió la puerta lateral de la caja con cuidado. Mientras miraba hacia otro lado, buscó con su mano adentro de la caja. "La tengo", dijo, y sacó una brillante golondrina bicolor y la colocó suavemente dentro de la bolsa. "El 50 por ciento del tiempo no puedo atrapar a la hembra sobre sus huevos".
De vuelta en su camioneta, Morrissey leyó la pequeña banda plateada en la pata de la golondrina, luego la midió y la pesó con cuidado. Los datos, junto con los de casi quinientas aves, le ayudarán a comparar la salud de las golondrinas que viven cerca de granjas de escala prácticamente industrial con las de aquellas que viven en las zonas de pastizales. Durante las próximas semanas, también recolectará muestras de sangre y plumas de crías de 12 días de edad para evaluar su nivel de estrés y la calidad y composición de su dieta.
Hace un siglo, los campos sobre los que estas aves bajaban en picada y se sumergían formaban parte del mayor pastizal del planeta, con una extensión de 714.000 kilómetros cuadrados desde Iowa hasta Alberta. Hoy en día, las oleaginosas y los cereales cubren gran parte del sur de Saskatchewan. Las depresiones de la pradera aún albergan a casi doscientas especies de patos, aves cantoras y aves costeras, pero más de la mitad de estas especies está disminuyendo con rapidez y solo queda el 30 por ciento de los humedales originales de la región.
"Todo es colza", dice Morrissey, y señala en tres direcciones mientras conduce a la próxima caja nido. "Y tratan toda la colza con neonicotinoides". Los "neonics", como se los conoce, son pesticidas químicamente relacionados con la nicotina que actúan como potentes neurotoxinas contra los insectos. Aunque están destinados a las plagas, se ha demostrado que los neonics afectan también a los insectos polinizadores; se los ha vinculado con el problema de colapso de colonias, que devastó el 44 por ciento de las colmenas de los apicultores de los Estados Unidos entre 2015 y 2016. Ahora, después de cinco años de investigación intensa, Morrissey sospecha que los neonics pueden afectar una red alimenticia mucho más amplia y complicada, una que empieza en el fondo de los estanques, enreda a los insectos acuáticos y atrapa a sus consumidores finales: las aves de los pastizales.
Generalmente utilizados como revestimiento para semillas de colores brillantes, los neonics, diseñados para reemplazar a los pesticidas hace dos décadas, pueden parecer más inocuos que sus antecesores. Ciertamente es más fácil trabajar con ellos: los agricultores simplemente siembran las semillas y luego esperan hasta que el pesticida se incorpora, con el tiempo, en las raíces, los tallos, las hojas y el polen de la planta. Las plagas se alimentan de cualquiera de estas partes, su sistema nervioso enloquece y luego caen muertas. Debido a que las plantas presentan neonics en todas las etapas de crecimiento, los agricultores pueden evitar uno o más viajes para esparcir pesticida sobre sus campos, lo que les permite ahorrar combustible y reducir el volumen de químicos utilizados.
Incluso aunque la cantidad de pesticidas aplicados a las tierras del cultivo de América del Norte ha disminuido en los últimos años 955 millones de libras en 1997 a 789 millones de libras en 2012 (la última información disponible), el uso de neonics ha seguido aumentando. Considerados como un seguro barato para semillas costosas, hoy en día son los pesticidas más utilizados del mundo, con un valor de mercado esperado de 4.2 mil millones de dólares para el 2018. El maíz, la soja y el algodón tratados con neonics cubren 150 millones de acres de los Estados Unidos, aproximadamente un doceavo de la superficie de los 48 estados contiguos. En Canadá, los neonics se utilizan en el 44 por ciento de las tierras de cultivo, incluso 21 millones de acres de colza, el segundo cultivo más importante de ese país.
Pero su sistema de aplicación tiene una gran falla. "La planta absorbe solo aproximadamente el 5 por ciento del compuesto", dice Morrissey. El resto se filtra de la semilla, se acumula en el suelo por medio del derretimiento de nieve, la lluvia y la filtración de aguas subterráneas, llega a los estanques y humedales, donde insectos como los jejenes y las frigáneas ─básicos para millones de aves de los pastizales─ comienzan sus vidas.
Un estudio de 2015 realizado por el Relevamiento Geológico de los Estados Unidos encontró neonics en el 63 por ciento de las muestras de agua tomadas de 48 arroyos. En Canadá, los investigadores detectaron al menos un tipo de neonic ─de los siete que están en el mercado─ en el 91 por ciento de los humedales. A diferencia de muchos pesticidas líquidos, los neonics pueden persistir y acumularse en estanques durante meses, si no años. En otras palabras, dice el Center for Food Safety, una organización sin fines de lucro que promueve la agricultura sustentable, los neonics están "prácticamente creados a medida para contaminar el medioambiente".
Christy Morrissey creció en Vancouver y soñaba en convertirse en veterinaria: le encantaban los animales y se sentía en paz en la naturaleza. En la Universidad de British Columbia tomó clases de zoología y ecología, pero también evaluó la idea de convertirse en profesora de Literatura. "No existía una cultura de las ciencias entre mi familia o amigos", dice, "y no tenía ningún modelo a seguir de científica femenina en la universidad". Un día, la reconocida ornitóloga Jamie Smith la invitó a un viaje de campo en el Valle Okanagan. Poco después, comenzó a pasar sus almuerzos y sus fines de semana avistando aves, y las noches aprendiendo los cantos de las aves. "Mi mamá pensó que estaba loca", dice.
Después de graduarse con un título en zoología, Morrissey fue voluntaria del Servicio de Vida Silvestre Canadiense para estudiar aves de rapiña y carbamatos, una clase de pesticida que ahora está prohibida en Canadá y la Unión Europea. Se formó un patrón de investigación: para su doctorado en la Universidad Simon Fraser, Morrissey investigó cómo los contaminantes atmosféricos llegaron a las redes alimenticias de los arroyos de montaña y terminaron perjudicando a los Chingolos Coroniblancos; como un posdoctorado, investigó cómo el arsénico ─un tratamiento utilizado para combatir al escarabajo del pino─ afecta a los pájaros carpinteros y al Águila Pescadora, y cómo las lluvias ácidas afectan a los Mirlos Acuáticos europeos.
En 2010, Morrissey aceptó un puesto como profesora asistente en la Universidad de Saskatchewan. Entre los primeros a los que llamó para pedir consejo sobre cómo desarrollar un programa de investigación se encontraba Pierre Mineau, en ese momento, científico investigador en jefe de Environment Canada y experto en la ecotoxicología de los pesticidas. "Estudia los neonicotinoides", le dijo sin dudar. Morrissey ni siquiera había oído esa palabra. Pero aprendió rápidamente que los neonics son ubicuos; que muchos comerciantes no venden semillas que no los tengan; y que los cultivos, en muchos casos, ni siquiera sufren de las plagas específicas para las que se usan los químicos. "Sabía que tratar cada semilla, fuera o no necesaria esa protección para el cultivo, era una mala idea", dice.
Así que, con un pequeño ejército de estudiantes, Morrissey diseñó un programa de investigación del tipo hidra que explora, parte por parte, cómo los neonics se mueven desde los campos de cultivo hasta las vías fluviales, cómo afectan a los invertebrados que viven allí, y cómo estos insectos acuáticos ─su abundancia, diversidad y salud─ finalmente afecta las aves.
El final de la primavera es una época ocupada para los biólogos de campo canadienses, y la mañana después del relevo de las cajas nido, Morrissey se encontró con una de sus estudiantes, Erin Maloney, en las praderas de hierba del Área Nacional de Vida Silvestre de St. Denis. Cuando llegaron a la cima de una pequeña elevación, contemplaron la pieza central de las investigaciones de Maloney: una pequeña villa de tipis amarillos y blancos que emergen de un estanque rodeado de totoras. Los 21 limnocorrales, así se llaman, están ayudando a Maloney a descubrir qué efecto tienen los neonicotinoides en los insectos acuáticos.
Las mujeres se subieron a una canoa de aluminio y remaron hasta el centro de la depresión, donde una manga de plástico ancha se extendía desde el fondo sucio del estanque hasta un marco de un metro cuadrado que flotaba en su superficie. Por sobre el marco, una red se elevaba desde un embudo angosto que terminaba en un frasco de etanol. Diferentes mezclas de neonics se arremolinaban dentro de cada corral, junto con los insectos del estanque, tales como jejenes, zigópteros y mosquitos. Si sobrevivían su fase acuática, los insectos volarían y morirían en el frasco. Maloney planeaba comparar cuántos adultos emergían de los corrales con neonics con aquellos de la muestra de control; también determinaría si la exposición al pesticida modificaba la composición de la población.
<<¡Usted Puede Ayudar! Salve a las aves, las abejas y otra vida silvestre mediante el cultivo de plantas autóctonas. Ingrese su código postal en nuestra útil base de datos para descubrir qué plantas autóctonas locales aportarán el alimento y refugio que los visitantes de su jardín necesitan.>>
En muchos otros estudios que Morrissey analizó para un artículo en 2014, los científicos han descubierto que los neonics pueden afectar la abundancia y la supervivencia de los insectos acuáticos, incluso a niveles menores a los que indican actualmente las pautas de calidad de agua de los Estados Unidos. Aún así, los miembros de la industria no están convencidos. "No creo que Morrissey haya demostrado que los residuos de aplicaciones de campo que se encuentran en el agua provoquen una pérdida significativa de invertebrados acuáticos", dice Ray McAllister, director en jefe de políticas normativas de CropLife America, que representa a los fabricantes de pesticidas. "Los niveles son muy inferiores a los que la EPA [Oficina de Protección Ambiental de Estados Unidos , por sus siglas en inglés] estableció como preocupantes".
Morrissey y otros investigadores consideran que las pautas de la EPA, que son 30 veces más altas que las establecidas en Europa y Canadá, están desactualizadas y son muy elevadas. Una razón: los fabricantes de neonics probaron los compuestos en la Dafnia, un pequeño crustáceo de agua dulce comúnmente utilizado como modelo para los estudios ecotoxicológicos. Pero Morrissey ha descubierto que la Dafnia es singularmente insensible a los neonics, mientras que los jejenes ─los insectos más comunes en las depresiones de la pradera─ son especialmente vulnerables. Aún más, la industria generalmente hace pruebas de exposiciones agudas a sustancias simples, pero los invertebrados acuáticos están constantemente expuestos a niveles subagudos de compuestos múltiples durante largos períodos de tiempo. Los investigadores también han descubierto que, aunque algunos insectos sobreviven a los neonics, sus crías no se convierten en crisálidas, un gran fracaso reproductivo.
Mientras se bajaba de la canoa y desprendía tres grandes garrapatas de sus pantalones, Morrissey explicó que los jejenes son una presa principal para las aves de los pastizales, al igual que los insectívoros aéreos como las golondrinas, los chotacabras y los vencejos. Los neonics no solo pueden reducir la cantidad de jejenes; los estudios demuestran que, en concentraciones muy bajas, también pueden ocasionar que los adultos emerjan entre 10 y 20 días antes de tiempo. Esa es una gran diferencia para un insecto cuya vida adulta dura unas pocas semanas, y es particularmente perjudicial para las aves cuya llegada, alimentación y nidificación de primavera están sincronizadas con la mayor abundancia de insectos. "Una vez que las aves comienzan a reproducirse, no se pueden desplazar", dice Morrissey. "Por lo tanto, para ellas, esta zona se convierte en una trampa ecológica".
Por supuesto, Morrissey aún necesita demostrar un vínculo entre la disminución de insectos y la disminución de aves. Con ese fin, su equipo está midiendo la abundancia y la diversidad de los insectos cerca de los campos de cultivo, los humedales y la superficie de los estanque. Después de tres años, han encontrado que la biomasa de insectos es más reducida cerca de sitios agrícolas que tienen mayores concentraciones de neonics en los humedales. También saben, a partir de la evaluación de la condición del cuerpo de las Golondrinas Bicolor, que las crías que viven más cerca de los campos de cultivo tienen aproximadamente la mitad de la grasa corporal que aquellas criadas en ambientes de pastizales, y que sus padres pasan más tiempo lejos de sus nidos, probablemente en busca de alimento.
Pero esos dos hallazgos no establecen causa y efecto. Por lo tanto, para averiguar si los insectos que llegan a las crías están contaminados ─una pieza clave del rompecabezas─ Morrissey ha desarrollado otro experimento. Extrae los bolos alimenticios de los buches de las crías de la Golondrina Bicolor y los analiza en busca de 40 pesticidas. Espera tener los resultados al final de este año.
Mientras que Morrissey ha construido su caso de manera metódica, un equipo de científicos holandeses realizó un estudio, publicado en Nature en 2014, que parece concluyente. Se encontró que las poblaciones de aves que se alimentan de insectos han disminuido en un promedio de 3.5 por ciento por año, una disminución estadísticamente significativa, en zonas en las que el neonic imidacloprid contaminó las aguas superficiales, y la disminución comenzó después de que el químico se introdujo en los Países Bajos a mediados de los años 90.
Según el informe Estado de las Aves de 2016 publicado por la Iniciativa para la Conservación de Aves de América del Norte, una coalición que incluye a la National Audubon Society, las aves de los pastizales templados y las aves aéreas insectívoras de este continente han disminuido en un 33 por ciento desde los años 70, la disminución más rápida de cualquier grupo de aves. Con estudios de impacto de pesticidas y relevamientos de aves en reproducción realizados entre 1980 y 2003, Mineau determinó que un incremento en todos los tipos de pesticidas era, por mucho, la explicación más plausible para esta disminución. Nicole Michel, una ecologista cuantitativa con la National Audubon Society, descubrió que las poblaciones de 17 especies de aves cuyas dietas incluyen insectos acuáticos disminuyeron en un promedio de 1.3 por ciento al año durante 21 años, debido a varios factores. Puede no parecer mucho, pero Michel señala que se traduce, en un período de 50 años, en una disminución del 48 por ciento. "Realmente debería preocuparnos la posibilidad de disminuciones relacionadas con neonics", señala, "ya que las aves también están expuestas a otras tensiones".
François Messier cultiva 10,000 acres al noreste de Saskatoon, una mitad dedicada a colza y la otra a cebada y trigo. Pero a pesar de los grandes esfuerzos de los comerciantes de semillas, se rehúsa a comprar semillas de cebada y trigo tratadas con neonics. "No tengo problemas con el gusano alambre", dice, para referirse al estado larval del cascarudo, que se alimenta de las semillas y los brotes de estos cereales. Pero la colza es otra historia. "No puedo cultivarla sin el neonic. Los alticinos destruirían el cultivo en cuestión de días".
Por lo tanto, Messier gasta 10 dólares más por libra de semilla de colza de lo que gastaba hace una década, cuando rociaba un carbofurano para repeler a los alticinos, que ahora se sabe que es extremadamente tóxico para las aves (se estima que los carbofuranos mataron aproximadamente 91 millones de aves cantoras por año en los Estados Unidos durante su máximo uso en los años 80). Ecologista de la Universidad de Saskatchewan jubilado, por su capacitación y su temperamento, Messier está preocupado por las consecuencias no intencionales. Sabe que los carbamatos son malos para las aves, pero aún no tiene pruebas de que sus remplazantes, los neonics, también lo son. Comprende que los químicos están llegando a sus estanques, incluso ha persuadido a sus vecinos a que dejen de utilizarlos en la cebada y el trigo. Pero no está listo para renunciar a los neonics completamente. "Quiero que estas empresas desarrollen otros compuestos que sean más respetuosos con el medioambiente", dice. Por ahora, los alticinos lo mantienen ocupado, y los neonics son "muy efectivos para matarlos".
Sin embargo, es posible que el gobierno canadiense solucione el dilema moral de Messier pronto. Debido al riesgo para los insectos beneficiosos, Health Canada el noviembre pasado propuso una prohibición de todos los usos de imidacloprid en agricultura y una revisión especial de los neonics que recubren la colza, que es una preocupación global. La Unión Europea ha restringido el uso de tres tipos de neonics, y en los Estados Unidos la EPA ha suspendido cualquier uso nuevo de neonics mientras el organismo evalúa su impacto sobre las abejas. Mientras tanto, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos, al adoptar un enfoque precavido, está reduciendo progresivamente los neonics en más de 150 millones de acres de tierras públicas, algunas de las cuales se arriendan a agricultores de maíz. El Servicio Forestal de los Estados Unidos sigue aplicándolos a alrededor de medio millón de acres (de sus 193 millones) para combatir insectos invasivos que amenazan los árboles.
Aunque los productores agrícolas de materias primas usa la mayoría de los neonics de América del Norte, los jardineros y los encargados de áreas verdes también dependen de ellos. Los viveros tratan las plantas con neonics y los dueños de casas los utilizan en sus jardines y sus céspedes. Pero incluso este uso está disminuyendo: en respuesta a una preocupación social por las abejas, muchos estados han propuesto prohibiciones al uso residencial de neonics y muchas ciudades han prohibido o minimizado su utilización en las propiedades municipales. Lowe’s, Home Depot y otras tiendas de artículos de jardinería están evitando estos químicos. Y ScottsMiracle-Gro retirará los neonics de ocho de sus productos de la marca Ortho utilizados para tratar flores, árboles y arbustos. "Nuestra decisión no se basó en la ciencia, porque sigue habiendo diferentes puntos de vista", dice el vicepresidente sénior Jim King. En realidad, la empresa apuesta a que ser ecológicos es bueno para los negocios.
Morrissey se ha especializado en el estudio del impacto indirecto de los neonics sobre las aves, pero los compuestos también tienen efectos directos. Mineau ha demostrado que una pequeña semilla de maíz recubierta de imidacloprid puede matar a un ave del tamaño de un Arrendajo Azul. McAllister de CropLife reconoce este hallazgo pero no considera que suceda a menudo. Se indica a los agricultores que limpien los derrames rápidamente, sostiene, y agrega que las aves que escarban en busca de semillas son "un problema insignificante o inexistente". Morrissey no está de acuerdo. "Las aves se sienten atraídas a los campos de cultivo", afirma. "Hemos contado más de 20 especies que ocupan, se alimentan y se habitúan en los campos inmediatamente después de la siembra. Cuando le consultaron por qué los campos recién sembrados no están llenos de aves muertas, Morrissey cita estudios que revelan que los cuerpos se recogen dentro de las seis horas después del amanecer.
Para aprender más acerca de qué pasa cuando las paseriformes consumen neonicotinoides, la alumna de posdoctorado de Morrissey, Margaret Eng, capturó 60 Chingolos Coroniblancos, aves que se alimentan de semillas y migran a través de Saskatoon por la noche. En un frenético período de cuatro semanas, Eng evaluó la capacidad de los chingolos de orientarse para la migración, una habilidad elemental que, según otros estudios, se ve afectada por los pesticidas organofosforados.
Después de comprobar que sus aves estaban en un estado de zugunruhe, o inquietud migratoria, Eng colocó 12 chingolos en una maceta cubierta con tela metálica. Luego, mucho antes del anochecer, llevó las aves a un campo abierto lejos de luces artificiales, colocó las macetas debajo de videocámaras infrarrojas y se alejó de su campo visual. Los migrantes libres saltan y luego se alejan volando hacia el norte una vez que baja el sol; las aves de Eng también saltaron en esa dirección.
Después, Eng les dio una dosis oral de imidacloprid a un grupo de aves a un cuarto o un décimo de la dosis letal registrada para el Gorrión Común y volvió a llevar a sus aves al campo antes del anochecer. Para ese momento, aunque habían pasado casi tres días, muchas estaban letárgicas y habían perdido un promedio de 25 por ciento de su peso corporal. "Eso fue una sorpresa", dice Eng, "porque no buscábamos medir la toxicidad, sino los efectos subletales sutiles". Durante las siguientes dos semanas repitió sus pruebas de campo tres veces.
El análisis preliminar de Eng probó que las aves que habían recibido cualquiera de las dosis saltaban en todas las direcciones. Este resultado sugiere que el imidacloprid causa desorientación, que potencialmente podría retrasar la migración o alterar la dirección migratoria. "Prácticamente no existe información publicada sobre los efectos de los neonics en pequeñas aves cantoras silvestres, lo que limita mucho nuestra capacidad de regular estos químicos de manera segura", explica Morrissey. Los experimentos como el de Eng son "fundamentales para entender los efectos de la utilización generalizada de insecticida en la zona de distribución migratoria de muchas, muchas especies".
El día después de su visita a los limnocorrales, Morrissey se levantó al amanecer para empezar a marcar las Golondrinas Bicolor de otro sitio más. Encantada con la diversidad de patos de cada estanque, señaló las especies: Pato Cuchara Norteño y Ánade Rabudo, Porrón Americano, Porrón Coacoxtle; la lista seguía... "Están incluso en las depresiones más pequeñas", agregó. "Eso es lo que nos interesa, el conjunto. Patos, aves cantoras y golondrinas usan cada estanque, y esos estanques están repletos de invertebrados.
Las depresiones más pequeñas son las primeras en derretirse durante la primavera y generar alimento para las aves", observó Morrissey. "También son los más susceptibles a la contaminación con neonics porque están en medio de los campos de cultivo o se alimentan con agua de esos campos". Pero a pesar de la importancia de los estanques para el control de las inundaciones, el riego y la recuperación de las aguas subterráneas, según Morrissey, los agricultores los siguen llenando. Los charcos son un microcosmos de las dos grandes causas de la disminución de las aves de los pastizales y los insectívoros aéreos: el uso generalizado de pesticidas y la destrucción del hábitat.
Morrissey atrapó y midió aves hasta la hora de la cena y luego emprendió el largo camino a casa. "No digo que los neonics son la única causa de la disminución de aves", comenta. "El problema es cómo practicamos la agricultura. Estos pesticidas son la antítesis de los principios ecológicos". Y después Morrissey procedió a delinear un cambio de paradigma agroecológico que optimiza la biodiversidad, limita el cultivo y utiliza químicos sintéticos solo como último recurso, lo opuesto a la estrategia de tratamiento de semillas.
A lo largo de su carrera, Morrissey se ha sumido en los detalles, al analizar en detalle el sinnúmero de efectos de los químicos sobre las aves y otras criaturas. Sin embargo, ahora está empezando a retroceder y abordar las cuestiones sistémicas. "Durante los últimos 40 o 50 años los agricultores han escuchado lo que las empresas químicas y de semillas les dicen, en lugar de ser autosuficientes y averiguar qué necesita el suelo", dice. "No podemos seguir así: no quiero reemplazar el químico A con el químico B. Creo que deberíamos practicar la agricultura de una mejor manera". Para ayudar a lograrlo, en la actualidad está diseñando un programa de investigación que evaluará múltiples enfoques para disminuir el uso de químicos sintéticos en los campos. Si la intensificación de la agricultura tiene correlación con la disminución de aves, como indican muchos estudios, ¿es posible que una reversión incremente las poblaciones de aves y a la vez siga produciendo alimento suficiente?
La camioneta pasó rauda junto a escuadrones de silbones, cercetas, ánades frisos y somormujos. "Me preocupa que el sistema agrícola colapse", dice Morrissey con un tono de cansancio. "Estamos en una línea muy delgada con el cambio climático, con la salud del suelo. No tenemos tierras suficientes para seguir expandiéndonos".
Hizo una pausa y luego volvió a los animales que habían capturado su imaginación en esos primeros viajes de campo. "La agricultura industrial no contempla a las aves", sostuvo. "Si no tenemos insectos, no tenemos aves. Es tan simple como eso".