Los primeros modelos del clima se desarrollaron en la década de 1970, cuando la programación de computadoras todavía se realizaba utilizando tarjetas perforadas. Eran asuntos relativamente simples que redujeron al mundo y su infinita complejidad a una serie de enormes cajas. Cuando se añadió dióxido de carbono a la atmósfera idealizada de los modelos, el resultado fue un calentamiento tan drástico que, en el verano de 1979, la Academia Nacional de Ciencias convocó a un panel para investigar el asunto. Después de reunirse durante una semana en Woods Hole, Massachusetts, el grupo emitió un breve informe, con una conclusión a la que calificó de "preocupante". Los científicos habían buscado defectos en los modelos, pero no encontraron ninguno.
"Si el dióxido de carbono sigue aumentando, el grupo de estudio no encuentra ninguna razón para dudar cuáles serán los resultados de los cambios climáticos y no hay razón para creer que estos cambios serán insignificantes", declaraba el informe. "Una política de esperar y ver", observó, "puede significar esperar hasta que sea demasiado tarde".
Desde 1979, por supuesto, se han escrito bibliotecas enteras de informes sobre el cambio climático, con predicciones cada vez más detalladas y extremas. Y sin embargo, seguimos esperando, década tras década, aun cuando la tierra de hecho se ha estado calentando tanto como lo predijeron los primeros modelos. En los años transcurridos desde el primer estudio, las temperaturas globales promedio han aumentado alrededor de un grado Fahrenheit. Como resultado, los subtrópicos han emigrado hacia los polos, lo cual ha aumentado el riesgo de sequía en dichas partes del mundo con gran densidad de población, tal como la cuenca del Mediterráneo y el sudoeste de Asia. La capa de hielo del Ártico se ha reducido casi a la mitad, las tormentas costeras son cada vez más destructivas y millones de acres de bosque en el Oeste de los Estados Unidos han muerto, debido a infestaciones de plagas relacionadas con el calentamiento. Hace apenas unos meses, dos grupos de científicos por separado concluyeron que un gran segmento de la capa de hielo de la Antártida Occidental ha comenzado a desaparecer de forma irreversible; a la larga, esto elevará los niveles globales del mar en 4 pies. En un esfuerzo por rastrear el cambio climático, muchas especies (quizá la mayoría) están en movimiento, y una cantidad cada vez más alta están amenazadas de extinción. Durante el mismo período de tiempo, las emisiones de dióxido de carbono han aumentado, de unos 18 mil millones de toneladas métricas por año a casi 37 mil millones de toneladas métricas por año.
Todo esto ha dado lugar a una nueva ronda de estudios, no sobre los impactos del cambio climático, sino sobre nuestra respuesta o, quizás más exactamente, nuestra falta de ella. Mientras que los científicos del clima hacen sonar la alarma sobre los crecientes riesgos de ignorar los modelos, los sociólogos, psicólogos y teóricos legales están explorando por qué lo seguimos haciendo. Llámelo "cli-psiquis". ¿Cómo es posible, desean saber estos científicos sociales, que a pesar de las advertencias cada vez más urgentes y las pruebas cada vez más concluyentes, el mundo en general, y los Estados Unidos en particular, no hayan tomado medidas significativas?
Algunos dicen que el problema es la comunicación.
Independientemente de los archivos repletos de informes, la pseudo-ciencia sobre el cambio climático sigue recibiendo mucha atención. Esta pseudo-ciencia, que a menudo se difunde a través de grupos financiados por la industria como el Instituto Heartland, con frecuencia se compara con la ciencia genuina. El resultado, el cual presuntamente es lo que estos grupos esperan, es que el público termine confundido.
"El mito más común sobre el cambio climático entre los estadounidenses es que hay mucho desacuerdo entre los expertos", dice Ed Maibach, director del Centro para la Comunicación del Cambio Climático en la Universidad George Mason. "Y la razón por la cual creen que existe un gran desacuerdo entre los expertos es porque hubo una estrategia intencional para sembrar las semillas de la duda". El sondeo muestra que el público es, en gran parte, ignorante acerca del consenso científico sobre el cambio climático. En una encuesta realizada en marzo por el grupo Maibach y el Proyecto de Yale sobre Comunicación de Cambio Climático, se preguntó a los encuestados: "¿Qué porcentaje de los científicos del clima cree que está sucediendo un cambio climático provocado por el hombre?". Solo uno de cada diez dio la respuesta correcta, que es "más del 90 por ciento".
"Para contrarrestar esto", sostiene Maibach, "es importante que los propios científicos hablen y dejen que el público sepa que, al menos en términos de la geofísica, no existe la controversia sobre el cambio climático". La primavera pasada, Maibach trabajó con la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia con el fin de abordar el problema de manera directa, mediante el lanzamiento de una campaña de información pública titulada "Lo Que Sabemos".
"Con base en la evidencia, alrededor del 97 por ciento de los científicos del clima está de acuerdo en que el cambio climático provocado por el hombre está sucediendo", declara el sitio web de la campaña.
"Creemos que ha habido una enorme falla de comunicación entre los miembros de la comunidad de la ciencia del clima, ya que el mito era esencialmente una mentira acerca de lo que ellos creen", dice Maibach. "Resulta que si realmente proporcionan un número que cuantifique el consenso, tiene un impacto muy fuerte en el cambio de las percepciones de la gente".
De acuerdo con una segunda escuela de pensamiento, nuestra inercia colectiva tiene sus raíces no tanto en cómo la ciencia ha sido comunicada, sino en la forma en que se ha enredado con otras cuestiones. «Lo que usted 'cree' sobre el cambio climático no refleja lo que usted 'sabe'», afirma Dan Kahan, profesor de la Facultad de Derecho de Yale que estudia la percepción del riesgo. «Expresa 'quién es'».
Kahan cita los resultados de una encuesta realizada el año pasado por el Pew Research Center. La encuesta fue diseñada para poner a prueba los conocimientos científicos básicos y plantea preguntas como "¿Cuál es la función principal de los glóbulos rojos?". Cuando se preguntó a los encuestados qué gas "creen la mayoría de los científicos que causa el aumento de las temperaturas en la atmósfera", el 58 por ciento eligió la respuesta correcta: "el dióxido de carbono". Hubo poca diferencia en la proporción de demócratas y republicanos que obtuvieron la respuesta correcta; entre los primeros fue del 56 por ciento, entre los últimos fue del 58 por ciento. (Entre los independientes, el 63 por ciento eligió de manera correcta).
Pero las encuestas que preguntan a los estadounidenses acerca de sus propias creencias sobre el calentamiento global muestran una división partidista significativa. En otra encuesta del Pew, realizada a principios de este año, el 66 por ciento de los demócratas dijeron que creían que la actividad humana era la "causa principal" del calentamiento global, mientras que solo el 24 por ciento de los republicanos lo hizo. Teniendo en cuenta las respuestas de la encuesta anterior, esto sugiere que hay muchos demócratas que no saben lo que está causando el cambio climático, pero todavía creen que los seres humanos son responsables de este, y muchos republicanos que lo saben aun así niegan que los seres humanos jueguen un papel. Y lo que esto demuestra, según Kahan, es que las opiniones de las personas sobre el cambio climático se forman más por su sentido de identidad de grupo que por su conocimiento de la ciencia. "Para romper el estancamiento político", argumenta, "los estadounidenses necesitan encontrar formas de hablar sobre el cambio climático que no requieran que los miembros de un grupo u otro renuncien a su identidad cultural.
Si uno le muestra a las personas que existe una manera de responder al problema que es consistente con quiénes son, entonces estarán más propensos a ver el problema", dice Kahan. La investigación propia de Kahan ha demostrado que las personas que podrían ser identificadas como tecnófilos son más propensas a reconocer que el cambio climático es un problema, si se les da información sobre posibles soluciones tecnológicas, tales como la geoingeniería.
Kari Marie Norgaard, autora del libro Living in Denial: Climate Change, Emotions, and Everyday Life, es una socióloga de la Universidad de Oregon que ha estudiado cómo la gente habla (o no habla) sobre el cambio climático. Ella también cree que existe un fuerte componente cultural en las actitudes de los estadounidenses, pero ve el problema como un reflejo de las estrategias que la gente usa para evitar los temas dolorosos.
Norgaard argumenta que es difícil incluso para las personas que están preocupadas por el cambio climático, aunque sea de forma privada, discutir el tema en público, porque se sienten culpables por la situación y, al mismo tiempo, incapaces de cambiarla. "Tenemos una necesidad de pensar en nosotros mismos como buenas personas", dice ella. La falta de discusión sobre el tema se autoalimenta: la gente cree que si realmente fuera un problema grave, otros se ocuparían de él. "Es difícil para la gente sentir que el cambio climático está ocurriendo de verdad, en parte porque estamos inmersos en un mundo en el cual las personas que nos rodean no están hablando de ello", dice Norgaard. "Se convierte en un círculo vicioso entre el estancamiento político y el estancamiento cultural e individual".
¿Qué podría romper este ciclo? Norgaard se siente alentada por el hecho de que, en los últimos meses, el presidente Obama ha estado hablando sobre el cambio climático y ha anunciado varias iniciativas nuevas para combatir el problema. Aún más significativo, en junio la Agencia de Protección Ambiental propuso nuevas regulaciones para limitar las emisiones de carbono de las centrales eléctricas; si estas normas entran en vigor (se espera que hagan frente a años de litigio) reducirán las emisiones de las centrales de energía en un 30 por ciento para 2030. Esto es precisamente debido a que los estadounidenses están tan divididos sobre el tema del cambio climático que el gobierno se vio obligado a emitir nuevas normas sobre emisiones, en lugar de proceder con la legislación. "Aun así", sostiene Norgaard, "las acciones del presidente podrían alterar la dinámica política".
"Yo creo que el cambio a gran escala a partir de la cima puede ser muy poderoso", dice ella. Ella también es optimista sobre la posible influencia de fuertes declaraciones sobre el tema realizadas recientemente por varios líderes empresariales republicanos, incluido Henry Paulson, quien se desempeñó como secretario del Tesoro de George W. Bush. Paulson compara el ignorar las señales del cambio climático con ignorar las señales que derivaron en la crisis financiera de 2008. "Así como nos enfrentamos a una catástrofe financiera mundial en 2008, hoy en día, con el cambio climático, nos enfrentamos a un riesgo enorme que tiene un gran potencial para dañar nuestro modo de vida", dijo a Audubon. La buena noticia, según Paulson: «Los riesgos más graves todavía se pueden evitar, a través de inversiones tempranas en capacidad de recuperación y otras acciones inmediatas que podemos tomar ahora mismo para reducir la contaminación que causa el calentamiento global».
Esa forma de hablar podría movilizar a más gente a "sentirse esperanzado, a sentir que hay algo que pueden hacer", dice Norgaard. "Creo que, probablemente, existen múltiples niveles en los que podríamos romper este ciclo". Y si bien después de más de treinta años de advertencias ignoradas, el reto se ha convertido en algo aún más desalentador, dice: "no creo que podamos darnos por vencidos".
Elizabeth Kolbert escribe para The New Yorker. Su libro más reciente es The Sixth Extinction: An Unnatural History.
Introducción de Arte: Escultura de Amy Switzer, Congelar 2010; Instalación de Escultura de Hielo en el Lago Nipissing, North Bay, Ontario, Canadá.