Parece granulado para conejos, similar a un huevo de codorniz pardo y con manchas, un cilindro tal vez de una pulgada de largo, tan grueso como un lápiz No. 2, con una cubierta brillante que trae a la mente la envoltura de un embutido. Sin rellenos, sin aglutinantes, sin productos químicos añadidos. Los pellets de madera son totalmente naturales, hecho de nada más que madera.
Un solo pellet es ligero como una pluma, pero un camión de carga lleno con ellos alcanzará las 27 toneladas, y en estos días, los camiones se están llenando a una velocidad nunca antes vista. Se están produciendo millones de toneladas de pellets de madera en las plantas a lo largo de todo el sur de los EE. UU. ,y luego transportando a los puertos costeros. Desde allí, se envían a plantas de energía en Europa para impulsar una conversión masiva de las instalaciones de energía de la quema de carbón a la quema de leña.
Parece desafiar el sentido común que los árboles de los bosques de Carolina del Norte, Carolina del Sur, Virginia, Georgia y otros estados del sur puedan cortarse, llevarse a un molino, pulverizarse y granularse, enviarse a un puerto marítimo, navegar a través del Océano Atlántico y entregarse a una planta de energía en los Países Bajos, todo en nombre de la reducción del calentamiento global. Sin embargo, eso es lo que está pasando. Y durante los últimos cinco años, un escenario tan poco probable ha dado lugar a una industria completamente nueva. Los conservacionistas están preocupados de que esta última carrera hacia una supuesta energía ecológica no solo sea un despilfarro de emisiones de carbono, sino un posible desastre para la vida silvestre y para algunos de los bosques más diversos que quedan en América del Norte.
El volumen de pellets que se envía al extranjero está explotando. Las exportaciones de América del Norte a Europa se duplicaron en dos años, a 4.7 millones de toneladas en 2013. Los bosques del sur representaron casi dos tercios de ese volumen. En Enviva Biomass, la nueva planta de pellets en el noreste de Carolina del Norte, se llena un camión de carga con pellets de madera cada 28 minutos, cada uno de ellos con destino a Europa.
El apetito de dicho continente por los pellets de madera se encuentra impulsado por el paquete de medidas de la Unión Europea sobre el clima y la energía para 2020, que establece objetivos vinculantes para la reducción de gases de efecto invernadero, el aumento de la energía producida por fuentes renovables y el aumento de la eficiencia energética global. Los conservacionistas dicen que la base de la lógica defectuosa que lleva a la quema de los bosques de los Estados Unidos para alimentar a Europa es una fórmula contable: De acuerdo con la política de la Unión Europea, los pellets de madera son considerados una fuente de combustible neutro en carbono, basado en el principio de que los bosques que se regeneren con el tiempo capturarán el carbono liberado cuando se cortaron dichos árboles. Pero un creciente coro de científicos y conservacionistas apunta a nuevas investigaciones que muestran que la recolección, transporte y quema de árboles para la producción de energía a gran escala en realidad produce una "deuda de carbono" que no se salda en 35 a 50 años, un eón en una línea de tiempo del cambio climático que se reduce con gran velocidad. Las políticas europeas se pusieron en marcha "antes de que los científicos llegaran a la conclusión de que no toda la biomasa se crea de la misma manera", explica Ginny Kreitler, asesora en materia de energía y medio ambiente para National Audubon. Derb Carter, director de la oficina de Chapel Hill de Southern Environmental Law Center, Carolina del Norte, lo explica más claramente. "Europa equipara la biomasa leñosa con paneles solares y turbinas de viento", dice. "La política contable en su totalidad es defectuosa y, francamente, peligrosa".
Gran parte de la madera utilizada para hacer pellets de madera proviene de los bosques bajos de madera dura del sur, los cuales contienen arboledas de ciprés, tupelo, liquidámbar, robles y álamos. El sesenta por ciento de los 30 millones de acres de bosque de madera dura, que una vez que se encontraron en el sureste, ya han sido destruidos para dar paso a extensiones de tierra agrícola y extensiones de cultivo de madera. Los bosques que quedan cubren corredores fluviales y bordes pantanosos con bosques oscuros y góticos que sirven como hábitat vital para aves como el chipe cerúleo y la reinita cabecidorada y otras veintiocho especies de interés para la conservación, catorce de ellas enumeradas en el informe sobre el cambio climático recientemente emitido por Audubon. A los conservacionistas también les preocupa que en los bosques de las tierras altas, la desmedida demanda de pellets podría acelerar la conversión de bosques naturales a campos de madera de pino de rotación corta, lo cual sería un golpe devastador para la biodiversidad local.
Este problema no se limita a los pinares y los lechos de los ríos de Dixie. A escala mundial, los bosques que sirven como valiosos "sumideros" de carbono, es decir, tierras que absorben más carbono del que emiten, están bajo asedio. En Indonesia, una franja masiva de bosque tropical y turberas contiene 57 mil millones de toneladas de carbono en uno de los sumideros más grandes del planeta. Sin embargo, el país perdió 15 millones de acres, o el 16 por ciento, de su cobertura forestal entre 2002 y 2012, debido en gran parte a la conversión desenfrenada a plantaciones de aceite de palma. En los bosques tropicales secos y las sabanas de la región sudamericana del Gran Chaco, las tasas de deforestación superan incluso a las del Amazonas.
A medida que se aviva el debate acerca de los beneficios ambientales de la sustitución de carbón sucio con madera, hay al menos un resquicio de esperanza para el nuevo escrutinio de la industria naciente: Aunque las pautas para 2020 están en vigencia para la Unión Europea, los planes y objetivos para 2030 no lo están. "Este es el momento adecuado para la incorporación de un enfoque científico más riguroso para la contabilidad del carbono de los pellets de madera", dice Kreitler.
También es el momento adecuado para reconocer el valor de los bosques existentes, como los 5,548 acres del Bosque Francis Beidler de Audubon de 17,000 acres en Carolina del Sur, que estaban protegidos recientemente como compensaciones de carbono en el programa de comercio de derechos de emisión de California. Y a finales de junio, 91 científicos destacados firmaron una carta instando a la Agencia de Protección Ambiental de los EE. UU. a distinguir entre diferentes fuentes de biomasa a medida que se elaboran nuevas normas de emisiones de carbono. Lo que es más, la nueva investigación proporciona un foro emergente para examinar maneras de hacer que los bosques de trabajo sean más amigables para las aves. "Estamos forjando alianzas con propietarios de tierras, madereros, científicos e incluso clubes de caza que alquilan grandes extensiones de tierras bajas", dice Curtis Smalling, director de conservación de las aves de tierras de Audubon en Carolina del Norte. "Entendemos que los mercados saludables de madera pueden tener un lado positivo para la conservación, y existen muchas formas de trabajar juntos".
Hace cinco años, no había ni una sola planta de pellets de madera en Carolina del Norte. Hoy en día hay tres, y una planta típica podría producir medio millón de toneladas de pellets de madera por año. De acuerdo con Southern Environmental Law Center, se han propuesto más de media docena de nuevas plantas de pellets en Carolina del Norte y Virginia solamente, con otras plantas previstas para Louisiana, Mississippi, Georgia y Carolina del Sur.
Visité la planta Enviva en Ahoskie, Carolina del Norte, en un día caluroso que resultaba aún más caluroso debido a las unidades masivas de secado que eliminan la humedad de la fibra de madera. Construida en un complejo aserradero viejo, la instalación de 100 millones de dólares envió su primer cargamento de pellets en abril de 2013. Ahora funciona las 24 horas del día, los 7 días de la semana. La planta parece una gigantesca casa de la risa para hámsters, un laberinto de enormes tubos y cintas transportadoras que llevan copas de árboles, aserrín y árboles enteros de hasta 26 pulgadas de diámetro a través de trituradoras, secadoras y prensas. Gran parte de los 39 acres de la planta están cubiertos por pilas de troncos de árboles de 30 pies de alto; decenas de miles de ellos. Pero todas esas pilas de troncos no son tan inequívocas como podrían parecer.
El valor de la madera enviada a una planta de pellets por lo general representa entre el 10 por ciento y el 30 por ciento del valor total de los campos de madera. En un sitio de cosecha en el sureste de Virginia, vi como un cargador de troncos recogía árboles enteros talados con un gancho gigante. Para la mayoría de los árboles, los menores de 30 pies fueron talados y colocados en una pila, destinados a un aserradero. Las copas de los árboles de hasta 40 pies de largo fueron destinados a Enviva. Es un proceso denominado "comercialización". La madera de una sola tala podría ir a media docena de diferentes fábricas y plantas, de las cuales una planta de pellets de madera es solo el comprador más nuevo.
Si bien se aproxima la amenaza incipiente, es razonable argumentar que la industria de pellets de madera provee a los propietarios de tierras otro mercado a considerar al calcular una cosecha y podría provocar el corte de vías marginales. Enviva sostiene que, al apoyar el mercado de subproductos de la cosecha de madera, proporciona un incentivo económico para mantener los bosques forestales y que sus políticas de adquisición requieren que los proveedores reforesten los campos talados, ya sea a través de la plantación o permitiendo que se produzca la regeneración natural.
Sin embargo, esos escenarios caerían bajo el margen de la deuda de carbono de 30 a 50 años que preocupa a algunos conservacionistas. E incluso los científicos que dan puntos tentativos para las medidas de sostenibilidad de la industria de pellets de madera están preocupados por la escala potencial de la nueva industria. "En este momento, la capacidad de nuestros bosques para suministrar estos materiales es en gran parte positiva", dice Dennis Hazel, un miembro del Equipo de Sostenibilidad de Ecosistemas de Biomasa de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, quien recientemente viajó a Europa para hablar con los legisladores y funcionarios de la industria. "Pero eso es solo hasta cierto punto, y no sabemos dónde se encuentra ese punto para una industria que ha demostrado un crecimiento muy rápido y a muy gran escala. Antes de decir 'Hey, la puerta está abierta', lo que necesitamos saber en tiempo real es cómo afecta el paisaje".
Aunque la tala ha sido una práctica común en los bosques bajos del sur durante generaciones, dichos bosques todavía conservan una calidad silvestre. Los troncos de árboles con grandes raíces se elevan en un denso follaje adornado con enredaderas trepadoras y helechos epifitos. Entrecruzados con arroyos y ríos, los bosques son más accesibles con un remo, de modo que, temprano una mañana, Smalling y yo llevamos unas canoas a Gardner Creek, en Carolina del Norte, una franja de agua que serpentea a través de los bosques privados adyacentes al Refugio Nacional de Vida Silvestre del Río Roanoke. Remamos tres millas en el pantano, con truenos en el cielo, luego a la deriva en silencio. Saqué mi teléfono inteligente e inicié el cronómetro. Al cabo de dos minutos, Smalling había divisado dieciséis especies de aves cantoras. Un cuclillo piquigualdo aleteaba en las alturas. Un burlisto boreal silbaba ida y vuelta a través del arroyo. Escuchamos reinitas gorjiamarillas y mosqueros verdosos.
Para algunas de estas aves, estos hábitats contienen porciones sustanciales de sus poblaciones totales. Un 14 por ciento de las reinitas gorjiamarillas de todo el mundo se crían en los bosques bajos del este de Carolina del Norte, al igual que un estimado 11 por ciento de todos los mosqueros verdosos. Mientras un pez primigenio llamado amia calva sacaba la cabeza fuera del agua alrededor de nuestros botes, un par de reinitas cabecidoradas volaba sobre las canoas como libélulas bañadas en oro. Otro par saltaba de rama en rama, a veces a meras pulgadas del agua y a solo 20 pies de distancia. Una de cada cinco de todas las reinitas cabecidoradas dependen de los bosques bajos en el este de Carolina del Norte.
Junto con su insustituible función como sumidero de carbono, dicha riqueza ecológica hace que la posibilidad de perder estos bosques sea una perspectiva aterradora. Eso es lo que más preocupa a Smalling. "Si la contabilidad del carbono no cambia y esta industria adquiere total popularidad", dice, "¿dónde estaremos en 5 o 10 años?".
El editor colaborador T. Edward Nickens escribió por último sobre la Península de Osa de Costa Rica (“It’s a Jungle in There,” Mayo-Junio de 2014).