En 45 años de volar hidroaviones en los humedales costeros de Luisiana, Lyle Panepinto nunca se cansó de la vista desde la cabina de su Beaver DHC-2, a pesar de que esta vista ha cambiado drásticamente. “Me encanta este lugar”, dice, descalzo, con un short y una chaqueta rompevientos, una mañana de enero después de aterrizar en la costa de las Islas Chandeleur, una cadena de islas de barrera de 50 millas de largo que se curva a lo largo del este de Luisiana, en el Golfo de México. Estas hileras inhabitadas de arena y praderas submarinas son algunos de los paisajes más prístinos y remotos de la Costa del Golfo. Cientos de miles de aves anidan, descansan o se alimentan en las Islas Chandeleur, y las gallinetas gordas y las truchas marinas moteadas nadan en sus aguas poco profundas. Además, ayudan mucho a proteger Nueva Orleans y otras áreas continentales de las tormentas. “Que esto desaparezca sería una tragedia”, dice.
Las Chandeleurs, de hecho, están desapareciendo lentamente. Los huracanes han azotado sus costas, y los depósitos naturales de sedimentos que fortifican las islas y van al Golfo a través del río Misisipi dejaron de llegar cuando se niveló el río, en el 1700. Para agravar esta pérdida, el petróleo de uno de los mayores desastres ambientales de la historia tiñó sus playas de negro durante más de un año.
El 20 de abril de 2010, el pozo petrolero de Deepwater Horizon, de BP, explotó causando la muerte de 11 trabajadores y derramando unas 4.9 millones de barricas de crudo sobre más de 43,000 millas cuadradas de superficie en los tres meses que llevó volver a tapar el pozo. El volumen de petróleo derramado equivale a unos 12 derrames de Exxon Valdez, por lo cual requirió un esfuerzo de respuesta sin precedentes que incluyó bombear casi 2 millones de galones de dispersantes químicos.
Toda la red alimentaria marina, desde organismos bentónicos hasta peces pelágicos, aves y mamíferos marinos, quedó expuesta a petróleo y químicos tóxicos. Se estima que unos 800 delfines mulares perecieron, muchos de enfermedades infecciosas en los años posteriores al derrame, según muestran los estudios. De acuerdo con ciertas estimaciones, más de un millón de aves murieron, incluido un 12 % de la población de Pelícanos Pardos del norte del Golfo; la especie había sido eliminada de la lista de especies en peligro de extinción unos meses antes del accidente.
Es notable que la tragedia hoy en día ofrezca la oportunidad sin precedentes de restaurar y preservar el ecosistema del Golfo: se arrebataron $20.8 mil millones en el acuerdo judicial que se hizo en 2015 con Deepwater Horizon por aquel derrame de petróleo. Grupos conservacionistas están trabajando para asegurarse de que los fondos, a devolverse en un plazo de 15 años, no solo se encarguen de los daños ambientales y la degradación que causó el accidente, sino que también generen costas más resilientes. Por su parte, Audubon ha identificado 30 proyectos clave en la región para los cuales recomienda invertir unos $2 mil millones. Un informe publicado en febrero: “Audubon’s Vision: Restoring the Gulf of Mexico for Birds and People” (La visión de Audubon: restaurar el Golfo de México para aves y personas) resulta una guía hacia la restauración de más de 136,000 acres de hábitat de vida silvestre, desde Chester Island en la Bahía de Matagorda de Texas y las Chandeleurs en la costa de Luisiana hasta el refugio de aves de Alafia Bank, en Florida, hogar de una de las colonias más grandes de Garcetas Rojizas de la Costa del Golfo.
“El objetivo es ayudarlas a recuperarse del derrame de petróleo y mitigar amenazas como el aumento del nivel del mar, el desarrollo y la intromisión humana”, dice Kara Lankford, directora de Audubon del proyecto de restauración de la Costa del Golfo. “Restaurar estos hábitats no solo beneficia a estas aves, sino también a peces, tortugas marinas, ostras, cangrejos y humanos”.
Lankford trabajaba como planificadora de recursos naturales en la Comisión del condado de Baldwin en Bay Minette, Alabama, cuando se enteró de la explosión de Deepwater Horizon. “En ese momento, todo cambió: todos los esfuerzos se concentraron en minimizar el desastre”, recuerda. Recuerdo ir en helicópteros Black Hawk para controlar los 200,000 pies lineales de barreras de contención dispuestas para evitar que el petróleo llegue a la costa. Todos los días nos preguntábamos: ‘¿Hoy pasaremos con el helicóptero y veremos esas playas de arena blanca como el azúcar cubiertas de petróleo anaranjado?’”, cuenta. “Y un día sucedió. Se alteraron completamente los ecosistemas. Aún no sabemos cuáles serán los efectos a largo plazo”.
Si bien hoy en día no hay ningún signo visible de petróleo (las playas de arena blanca se ven prístinas), hay una tragedia oculta en desarrollo. En los últimos 150 años, el ancho de la cadena de islas Chandeleur se ha contraído más de 1,500 pies (unas 8.5 millas cuadradas), esculpidas por el aumento del nivel del mar, los huracanes y una gran erosión. Uno de los proyectos prioritarios del plan de Audubon para el Golfo es una inversión de $32 millones para nutrir y estabilizar 140 acres de hábitat en varios puntos de las 50 millas de extensión de la cadena de islas. “Restaurar y reforzar hábitats críticos para aves como las Islas Chandeleur es clave a partir del aumento del nivel del mar”, dice Lankford, a medida que el avión de Panepinto sobrevuela un tapiz abigarrado de humedales. “Les ayudamos a ganar tiempo a las aves para que continúen utilizando estas zonas de nidificación e invernada mientras intentamos comprender cómo impacta el aumento del nivel del mar los hábitats del Golfo”.
En frente de Lankford, Erik Johnson, director de conservación de aves de Audubon Louisiana indica a través del micrófono de unos auriculares muy precarios: Una bandada de Alcatraces Comunes aletea sobre el agua. “Fantástico”, dice, sorprendido de verlas tan cerca de la costa y formando un grupo tan grande. Están entre las aves más afectadas, encontradas heridas y muertas, durante el derrame.
Johnson señala una pequeña isla llamada Curlew. “En su época dorada, allá por los 70 y principios de los 80, era posiblemente la isla más grande e importante del Golfo, y albergaba unas 80,000 aves nidificadoras”, cuenta. “Luego vino el huracán Georges en 1998, y ese fue el golpe final. Ahora solo quedan colonias desparramadas en las otras islas”. Le preocupa que, sin la inversión necesaria para reconstruir las Chandeleur, todas sufran el mismo destino.
Considerando la importancia de las Islas Chandeleur como barrera contra las tormentas y hábitat de vida silvestre, Johnson destaca que un solo proyecto no será capaz de restaurar todo el Golfo: “Hay que pensar en el sistema de forma holística”.
Ahora, nueve años después del desastre de Deepwater Horizon y tres años después de que el acuerdo se aprobara, la entrega de decenas de miles de millones de dólares destinados a tareas de restauración en la región comienza a levantar vuelo. Los fondos se están utilizando de varias maneras diferentes debido a la complejidad del acuerdo. Este incluye más de $5.3 mil millones en fondos de la Ley RESTORE, $8.1 mil millones de la Evaluación de Daños a los Recursos Naturales, y $2.5 mil millones de National Fish and Wildlife Foundation.
Audubon está trabajando con los organismos gubernamentales que entregan estos fondos, y con responsables federales y estatales, para obtener apoyo para los proyectos que ha identificado. Los científicos de la organización incorporaron información de aves y estudios observacionales con modelado por computadora para identificar más de 8 millones de acres de hábitat costero adecuado para la reproducción e invernada para 11 especies de bandera, incluidos los Frailecillos Silbadores, los Correlimos Gordos, las Garcetas Rojizas y los Pelícanos Pardos, en los cinco estados del Golfo. Luego diseñaron una serie de estrategias para mejorar y proteger tanto a las aves como sus hábitats. Algunos se concentran en realizar monitoreos in situ para medir el estado de salud de la población; otros en restaurar hábitats degradados o incluso construir nuevas islas de barrera. Lankford tiene la esperanza de conseguir financiación para todos los proyectos.
Las agencias y organizaciones responsables por la entrega de fondos tienen en cuenta los mejores conocimientos científicos disponibles y suelen priorizar proyectos que buscan restaurar recursos dañados por el derrame, dice Alyssa Dausman, vicepresidente del Departamento de Ciencias en The Water Institute of the Gulf, una organización de investigación aplicada sin fines de lucro. “Los proyectos destacados en el plan de Audubon no solo se basan en hechos científicos sino que se enfocan en recursos críticos del Golfo, las aves, que sufrieron daños a causa del derrame," y por ende encajan con los criterios para obtener financiación, dice.
Si se adopta en su totalidad, el plan de Audubon costaría $1.7 millones. Uno de los proyectos de mayor prioridad apunta a ayudar a restaurar el flujo natural de sedimentos acumulados, agua y nutrientes del río Misisipi al Delta. La desviación de sedimentos de la región media de Barataria recreará las condiciones que podrían construir y sostener casi 30,000 acres de humedales a lo largo de 50 años. Si se obtiene la financiación, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos tiene por objetivo comenzar con la construcción del proyecto, de $1.3 mil millones y en vías de aprobación, en 2020. “Estas desviaciones son clave”, dice Johnson. “Si no hacemos nada, todo va a desaparecer. El status quo no es sostenible”.
Los proyectos más pequeños que propone Audubon también podrían tener un impacto significativo, según se comprobó con la restauración de Elmer’s Island, en Luisiana. Financiados, en parte, por las multas criminales concedidas por la demanda a Deepwater Horizon, los ingenieros construyeron dos millas de playa en Elmer’s Island a seis pies por encima del nivel del mar en 2016. Audubon Louisiana monitorea la nidificación de los Frailecillos de Wilson, Charrancitos Americanos y Atajacaminos Comunes que habitan en la isla. Cuando la tormenta tropical Cindy inundó, en 2017, la costa de Luisiana, solo los nidos que estaban en el punto restaurado (un 33 % de la población de la isla) sobrevivieron a la escalada.
Aún no se sabe cómo lograr que la arena refuerce las costas de las Chandeleur, pero si se restauran las islas de barrera, las aves se verán beneficiadas, dice Johnson. Parado en un tramo ancho de la costa de las Chandeleur, alza sus binoculares con la esperanza de ver alguna gaviota de las Chandeleur, un híbrido poco común entre las Gaviotas Cocinera y Argéntea. “Esta zona es tan remota y prístina”, dice. “Son unas de las únicas islas del Golfo en las que no hay coyotes", que son feroces depredadores de nidos costeros.
Caminando por la playa, notamos un montículo gris sobre la costa, en frente nuestro. Es un delfín muerto, con los ojos podridos y una especie de sonrisa maníaca y dientuda congelada en el tiempo. No hay forma de saber qué causó su muerte, si fue una enfermedad relacionada con el derrame o solo murió de viejo, pero la imagen nos recuerda de la terrible tragedia que sacudió estas costas.
A medida que oscurece y comienza a caer una lluvia fina, regresamos al Beaver. Sacudimos la arena de nuestras botas, nos ubicamos en los asientos, nos colocamos los auriculares y emprendemos camino hacia Nueva Orleans, recorriendo con una última mirada la cadena de islas Chandeleur, donde los Pelícanos Blancos Americanos y los Porrones Americanos se agolpan en las bahías traseras, y los Pelícanos Pardos se reúnen entre las olas que azotan la costa.
Este artículo se publicó originalmente en el ejemplar de primavera de 2019 como “Go Time in the Gulf” (Momento de actuar en el golfo). Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo realizando una donación.