Con sus canteras suntuosas y prolijas y sus bancos al exterior, el conjunto de oficinas en Markham, un barrio residencial de Toronto, parecía un parque en una mañana de julio. Ontario tuvo poca lluvia este verano; los incendios forestales se propagaron por los parques provinciales. Pero los árboles, arbustos, flores y jardines de este campus corporativo se veían verdes y húmedos. Michael Mesure se paró en el centro del complejo, analizando la situación. Unos meses antes, el gerente de la propiedad le había pedido una evaluación. “Cuando nos contactan de un edificio, es porque hay aves muertas en frente”, dijo Mesure, señalando una fachada de vidrio que reflejaba la copa verde del árbol. “Las aves van de árbol a árbol engulliendo insectos y, sin darse cuenta, el árbol hacia el que vuelan es el árbol del que acaban de partir”.
Mesure, cofundador de Fatal Light Awareness Program (FLAP), partió hacia atrás de uno de los edificios. “Es la tormenta perfecta porque hay un paisaje hermoso y un río y un pantano cerca”, dijo. Sospechaba que la parte trasera mataría más aves que la delantera, y parecía posible: esas paredes reflejaban aún más la vegetación y una vasta porción de cielo. Esa tierra espejo parecía idílica y tentadora, un hábitat rico. “Puedo garantizarles que esa fachada es mucho más letal”, dijo Mesure. “Pero las aves caen en los arbustos y nadie las ve”. En varios lugares, los voluntarios de FLAP descubrieron un cuneiforme de huesitos blancos en la tierra.
Mesure había estado dando vueltas alrededor de varios edificios de Toronto desde 1989, salvando aves heridas y contabilizando las muertas. Se le atribuye el lanzamiento de lo que se transformó, a fines de los años 90, en un movimiento pujante en las ciudades de América del Norte a lo largo de corredores aéreos para reducir las entre 100 y mil millones de aves que se estima que mueren por chocar contra ventanas y ventanales año tras año. FLAP, fundada en 1993, al principio se concentró en las luces que surgían de los edificios por las noches porque podían desorientar a las aves, pero ahora su preocupación son las ventanas y los ventanales, que matan más aves y en cualquier momento del día. Gracias a los esfuerzos de FLAP, muchos miembros de la comunidad ornitológica consideran que Toronto es un modelo de ciudad que hace lo correcto para las aves: en 2007, fue la primera ciudad en elaborar normas de construcción ecológicas y beneficiosas para las aves; desde 2010, los desarrolladores reciben permisos de construcción solo si sus especificaciones de diseño consideran la seguridad aviar; y muchas otras propiedades han sido reacondicionadas para reducir los choques de aves.
Sin embargo, Mesure y sus colaboradores creen que a pesar de esta campaña de concientización pública vigente desde hace 25 años, casi una década de normas, y el fallo de un tribunal en 2013 que declaró que los dueños de edificaciones podrían considerarse responsables por las muertes aviares, Toronto y sus alrededores continúan siendo una escala fatal. Miles de aves aún mueren atravesando la ciudad, siguiendo rutas que llevan en sus genes desde hace milenios. Otros centros urbanos y regiones donde hubo campañas comunitarias similares que han logrado cambios en las políticas ––normas obligatorias en algunos y voluntarias en otros–– continúan siendo letales. Los esfuerzos fragmentados no logran superar algunas realidades crónicas: Millones de edificios más antiguos e incluso hogares no han sido reacondicionados y el cristal transparente o reflectante continúa siendo un pilar de la construcción.
FLAP y una coalición de colaboradores buscan nuevos enfoques, incluidos nuevos tipos de vidrios, nuevas normas de construcción y una nueva aplicación, todas cuestiones que, esperan, se propagarán y lograrán convencer a todos, desde arquitectos y gestores inmobiliarios hasta propietarios particulares, de tener a las aves en cuenta. “Todo lleva tiempo”, dice Mesure. “Hay que ser pacientes y seguir intentándolo”.
E
l congelador a la altura de la cintura en la oficina de FLAP este verano estaba lleno de aves recolectadas durante la migración de primavera. En la parte superior yace un Rascón de Virginia; todavía vibran el marrón grisáceo de sus plumas y el naranja de sus patas y de su pico curvo. Debajo, hay Reinitas de Manglar, Agelaius, Reyezuelos Sátrapas y Rubí y varias otras docenas de especies. Durante la migración de invierno, la mortalidad suele aumentar bastante ya que las aves más viejas reciben multitudes de polluelos recién emplumados; FLAP a veces recoge hasta 200 reyezuelos por día en octubre. Las aves congeladas finalmente serán fotografiadas como parte de una inmensa exposición anual de naturaleza muerta en el Museo Real de Ontario, y se almacenarán y se transformarán en datos para sustentar estimaciones de muertes por choque contra ventanas. El año pasado, los voluntarios de FLAP recolectaron 2,185 aves muertas y 651 heridas en patrullas de rutina.
La mayoría de las bajas son de paseriformes ––el orden de aves que se posan, a menudo cantan y constituyen más de la mitad de las cerca de 11,000 especies aviares de todo el mundo. Pero pocas aves se salvan de las ventanas y los ventanales. En agosto, FLAP encontró un Cormorán Orejudo muerto, el primero que han registrado. Si bien las aves acuáticas y las aves de rapiña tienden a chocarse contra vidrios de pisos más altos, la mayoría de las aves se golpea contra los niveles inferiores, cuando van en busca de comida cerca de edificios reflectantes o intentan volar a través de patios interiores y senderos de jardín.
Marcar el vidrio para que resulte visible para las aves es la forma más común para prevenir choques. Daniel Klem, Jr., un ornitólogo de Muhlenberg College en Allentown, Pensilvania, estableció una regla general muy útil para estos patrones: Las aves, por lo general, no vuelan hacia un hueco de menos de 2 pulgadas de altura y 4 pulgadas de ancho. (Hace poco, se utilizó una matriz más ajustada, de 2 por 2, para disuadir a especies pequeñas como los colibríes). Los adhesivos o calcomanías se colocan en láminas formando patrones regulares o fantasiosos. “Uno de los desarrollos más interesantes es el aumento del recurso artístico para crear estas hermosas soluciones; utilizar el vidrio como lienzo”, dice Krista De Groot.
Bióloga del Servicio de Vida Silvestre de Canadá, De Groot ha estado evaluando puntos blancos pequeños llamados marcadores Feather Friendly (“amigables con las aves”) en el Pacific Wildlife Research Centre en Delta, British Columbia. En los dos anteriores al reacondicionamiento del centro, ella y sus colegas registraron 53 muertes por choques contra las ventanas, y desde que aplicaron los puntos en 2016, solo 4.
Siguiendo el mismo principio, estos patrones también pueden grabarse o imprimirse sobre vidrio en varios procesos. Uno de estos tipos, llamado vidrio sinterizado, se instaló en el centro de ciencias de Swarthmore College, en Pensilvania, en el año 2004, y los investigadores descubrieron que este vidrio nuevo además era de bajo consumo. “Tiene mucha relación proteger a las aves y controlar la emisión de luz y de calor”, dice Christine Sheppard, directora del programa anti-choques contra vidrios de American Bird Conservacy. El costo energético y la mortalidad aviar también han disminuido en el Javits Center en la Ciudad de Nueva York desde que lo reacondicionaron con vidrio sinterizado hace cuatro años.
Algunos arquitectos consideran a las aves en sus diseños y proyectos. La torre Aqua, diseñada por la empresa Studio Gang de Chicago, por ejemplo, presenta una fachada ondulada que “rompe” las placas de las ventanas con un ruido visual que alerta a las aves de su presencia. Se colocó una pantalla transparente con líneas horizontales regulares borrosas 18 pulgadas por delante de los ventanales del edificio del New York Times, diseñado por Renzo Piano y FXFowle, con un efecto similar. Los arquitectos también han utilizando paneles de vidrio inclinados o con puntos, vidrios opacos, pantallas coloreadas o incluso menos vidrio en sus diseños.
Y a pesar de que estos enfoques sean eficientes ––junto con otras estrategias mencionadas en guías de la oficina de planeamiento de la ciudad de Toronto, American Bird Conservancy, y varias divisiones locales de Audubon—, no logran cambiar una simple realidad: La gente busca desesperadamente cristal transparente; tener una vista perfecta. Desde los años 70, cuando los investigadores descubrieron que ciertas aves podían ver longitudes de onda ultravioleta, es teóricamente posible utilizar un vidrio que resulte invisible para las personas pero que las aves puedan ver. Pero los investigadores dicen que ha sido difícil colocar patrones UV en las capas más externas de las ventanas, donde serían mejor captados por las aves.
Hace algunos años, Walker Glass Company de Montreal logró hacerlo, utilizando un revestimiento UV producido por Pilkington. Según la luz, AviProtek T es transparente para la gente que mira hacia afuera, apenas aparente en líneas finas para la gente que mira hacia adentro y, según pruebas de campo de Klem, altamente visible para muchas aves. (Walker cede una patente que Klem tiene de la aplicación del vidrio con impresión UV).
La idea de lograr una opción de vidrio con impresión UV resultó polémica. Algunos expertos, incluido Sheppard, sostienen que debido a la variabilidad interespecies, ciertas aves no verán las señales UV reflejadas. Y se debate qué método de prueba utilizar ––túnel en espacio abierto o cerrado–– para evaluar la eficiencia. Aún así, el apoyo al vidrio con patrones UV crece con seguridad. “Todos los productos tienen un cierto nivel de eficiencia, así que se trata de qué resulta aceptable para el consumidor y qué no”, dice De Groot. “Pero los patrones UV prometen una implementación en masa”. Los arquitectos podrían tener sus torres de cristal y los propietarios particulares, sus ventanas de placa de vidrio sin sacrificar las vidas de las aves.
L
os edificios de toda América del Norte se han identificado como mataderos aviares accidentales. Pero debido a una ubicación particularmente letal, puede que Canadá adopte más que nunca tanto los vidrios con patrones UV como otros productos y diseños de construcción beneficiosos para las aves ––y quizás sea el momento de ir más allá.
Hace una década, hordas de aves volaban hacia las fachadas de vidrio del Yonge Corporate Center en Toronto, un sitio arbolado y bien diseñado que le pertenece a la agencia inmobiliaria Cadillac Fairview. Solo en 2010, los voluntarios de FLAP encontraron 826 aves muertas ahí, incluidas dos especies en peligro de extinción. FLAP y Klem fueron los testigos principales de una causa del bufete de abogados Ecojustice. En 2013, un juez de la corte provincial sentenció que la empresa era responsable por las muertes (aunque la absolvieron porque, entretanto, había reacondicionado su edificio con adhesivos de puntos). “Tenemos un antecedente legal muy importante: “Si están matando aves con sus ventanas, están transgrediendo la ley”, sostiene Albert Koehl, fiscal principal. “Esto genera ansiedad para muchas empresas porque saben que pueden enfrentar cargos”.
Koehl, Mesure y otros esperaban que la decisión generara con diligencia normas que apliquen a toda Ontario. Pero no sucedió mucho, en parte porque las agencias inmobiliarias “tienen un gran poder y los gobiernos son cautelosos al regularlas”, sostiene Koehl. Esta primavera, el Ministerio de Medioambiente, Conservación y Parques de Ontario tomó cartas en el asunto. Contrataron a CSA Group ––una empresa internacional con base en Canadá que recomienda códigos para la industria, y que en general es la base de la legislación federal–– para acelerar las normas y estándares de construcción ecológica en Ontario. Se espera que CSA Group lance una esquema de productos y diseños beneficiosos para las aves a comienzos de 2019.
Las recomendaciones de CSA Group podrían cambiar las normas en Canadá y lograr lo que muchos activistas de América del Norte esperan desde hace tiempo de la legislación nacional. Si las normas voluntarias se adoptan como regulaciones en los municipios de Canadá, como esperan algunos expertos, se consideraría a las aves desde un principio: que las aves tengan una verdadera importancia en el diseño podría formar parte de las prácticas profesionales habituales ––ya no depende de un determinado arquitecto, agente inmobiliario o activista ni de las leyes de una ciudad específica. “Ha sido, en muchos casos, la mera tenacidad de mucha gente”, dice De Groot. “Cada uno en forma individual ha hecho una enorme diferencia”.
Las normas y los estándares podrían tener también un efecto multiplicador. Tan pronto como los primeros logros de Toronto empiecen a expandirse por Canadá y Estados Unidos, Klem, Mesure y otros esperan que las recomendaciones de CSA Group tengan un impacto a nivel internacional. La empresa trabaja en códigos y estándares en todo el mundo y tiene nueve oficinas en Estados Unidos. La mezcolanza de normas en general es lo que “vuelve locos a los arquitectos”, sostiene Mesure. Los elementos beneficiosos para las aves son obligatorios en San Francisco, Minnesota, Toronto, voluntarios en Palo Alto y en Calgary, y están pendientes de aprobación en Maryland. “A medida que las ciudades descubren que se crearon estándares nacionales, enfrentarán la situación y comprenderán su seriedad”, dice Steven Morren, de Walker Glass. “Se los va a hacer fácil”.
La simpleza también es clave para los millones de edificios y hogares antiguos que son trampas mortales fortuitas. Parado cerca de la oficina de Markham a la sombra de pinos y credos, un hábitat variado que los reyezuelos aman, Mesure realizó una evaluación rápida e informal con su teléfono. FLAP está en proceso de desarrollar una aplicación de 24 preguntas que puede medir con rapidez el tipo de amenaza que un determinado edificio representa para las aves. La aplicación, cuyo lanzamiento está programado para los próximos seis meses, condensa la auditoría de 400 preguntas que FLAP utiliza para brindar recomendaciones a los administradores de edificios. Desde el punto de vista de Mesure, realizar una evaluación es clave para motivar a los propietarios y a los administradores de millones de edificios problemáticos que necesitan reacondicionamiento, lo cual, a su vez, no suele implicar tratamiento en todas las fachadas ni suelos. Al cabo de tres minutos, tenía la clasificación del edificio, que coincidía con su propia valoración: letal de día, amenaza moderada por la noche. Se podría reducir el número de fatalidades aplicando un tratamiento a las ventanas solo a la altura de las copas de los árboles, en todas las fachadas.
La facilidad de la aplicación podría ayudar a FLAP y a organizaciones similares a llegar también a los propietarios particulares. “La comunidad residencial es muy, muy difícil”, dice Mesure. Se estima que las ventanas de los hogares causan entre un 44% y un 90% de las muertes de aves por choques, mucho más que los edificios comerciales y condominios vidriados que atrajeron el interés público. Los árboles y los comederos acercan a las aves a reflejos de esos árboles y comederos. A menos que los propietarios particulares escuchen un golpe seco o vean los restos polvorientos del impacto que les bloquean la vista, a menudo no conocen el peligro que representa su residencia. Guiados por la aplicación, los propietarios particulares podrían hacer que sus propiedades fueran más seguras para las aves.
Prevenir choques es una de las pocas cosas que una persona o empresa puede hacer en forma directa para proteger a las aves, que enfrentan incontables amenazas. El informe de 2018 de BirdLife International descubrió que 3,967, es decir, un 40%, de las especies aviares del mundo, están disminuyendo, y un 13% son vulnerables o están en peligro de extinción. La pérdida del hábitat, los contaminantes, los tendidos eléctricos y el cambio climático contribuyen al deterioro ––a que haya cada vez más silencio en el mundo ruidoso de siempre.
A diferencia de esas amenazas, la gente suele encontrar las víctimas de los choques de las aves. Casi todos pueden ver el costo de las ventanas y los ventanales en algún punto, ya sea por un golpe sordo contra una puerta deslizante de vidrio o el cadáver de una curruca en la acera frente a su oficina. “Y de forma lenta pero certera resulta algo socialmente inaceptable no abordar esa cuestión”.
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Esta historia se publicó originalmente en la edición de invierno de 2018 de Audubon bajo el nombre “Safety by Design” (Diseñar seguridad). Para suscribirse a nuestra revista, haga una donación hoy mismo.