El 28 de mayo de 2014, un policía encubierto buscando en Internet leyó un anuncio de una persona que se hacía llamar “El Doctor” acerca de un ave a la venta. El ave era una Cigua Puertorriqueña macho, endémica de la isla, colorida amarilla y negra, que llenaba las copas de los más altos árboles en su país natal con un agudo y melódico seet see seee seet see seee seet see seee. El policía, agente especial del servicio de Pesca y Vida Silvestre de los EE. UU., llamó al número en el anuncio y acordó comprar la Cigua. Más tarde el mismo día, condujo hasta el hogar del vendedor, una casa de un piso color beige en Homestead, Florida, a unas 35 millas del sudoeste de Miami. Los documentos judiciales muestran que el agente grabó en secreto a El Doctor, cuyo nombre real es Juan Carlos Rodriguez, mientras intercambiaba el ave por una suma de dinero en efectivo no revelada y mientras hablaba de otras aves que había vendido, incluidos 60 Cardenales Norteños a un comprador de California la semana anterior.
Vendiendo la cigua, y también los cardenales, Rodriguez violó la ley. La Ley del Tratado de Aves Migratorias (MBTA, por sus siglas en inglés), que el Congreso aprobó hace un siglo, prohíbe muchas actividades consideradas perjudiciales para las aves, incluidas la caza, la captura, la matanza, la posesión, la venta, el trueque, la compra, el envío, la exportación y la importación. Esto no ha evitado que las aves se conviertan en un producto codiciado en el mercado negro de la vida silvestre, el cual (valuado en más de 19 mil millones de dólares) es el cuarto mayor tráfico ilegal global (luego del tráfico de drogas, la trata de personas y productos falsificados), según la organización sin fines de lucro Fondo Mundial para la Naturaleza.
Se busca especialmente a las aves cantoras por sus coloridas marcas y melodiosos cantos. Su tamaño pequeño permite a los traficantes ocultarlas en aduana embutidas dentro de ruleros para el cabello, ocultas debajo de la ropa y transportadas por docenas en maletas con fondos falsos. Además de ser introducidas ilegalmente al país, algunas aves son capturadas ilegalmente aquí; migratorias o no, la MBTA protege a la mayoría de las aves autóctonas de los Estados Unidos. Cazadores con fines ilegales como Rodriguez usan técnicas tales como colocar carnadas con semillas o aves vivas en jaulas construidas especialmente; instalar redes de nieblas; o esparcir un adhesivo en las ramas donde se posan las aves.
Con la venta de la cigua, el agente encubierto había tenido suerte: Su trabajo pronto revelaría que Rodriguez era uno de los traficantes de máximo nivel en Miami, foco del tráfico ilegal debido a su proximidad con Latinoamérica y el Caribe. Durante los siguientes cuatro años, Rodriguez vendió al agente más de 180 aves por un total de $11,000.
En el mismo período de tiempo, agentes del FWS trabajaban sobre otros sospechosos. Los documentos judiciales detallan correos electrónicos, llamadas telefónicas, videos y conversaciones en las cuales los agentes cerraron tratos con traficantes por la venta total de 40 especies de aves migratorias protegidas, incluidos el Azulillo Pintado, el Azulillo Grande y el Tordo Arrocero. Rodriguez estaba entre seis acusados recientemente capturados en la investigación en curso, llamada Operation Ornery Birds (cuyo significado es aves con mal genio; había inquietudes de derechos de autor con el nombre “Angry Birds”, que significa aves enojadas). El esfuerzo es uno de los mayores en la historia de los EE. UU. en exponer el mercado clandestino multimillonario de aves cantoras.
“La mayoría de estas especies de aves cantoras están disminuyendo porque las áreas de invernada y reproducción de sus hábitats están decreciendo”, explica David Pharo, agente del FWS a cargo de la operación. “Actualmente tenemos estos factores estresantes durante la migración, traficantes que atrapan aves y las venden, y cada vez quitan más y más del hábitat natural. Espero que estos arrestos sean una fuerte señal que indique que estamos tomándonos estos delitos muy en serio, y que genere que las personas piensen si vale la pena ir a la cárcel por hacer un dinero extra vendiendo aves”.
Las investigaciones acerca del mercado ilegal de aves cantores del sur de Florida empezaron a principios del 2000, cerca del momento en que Pharo (que en aquel entonces era un guardaparques de Everglades) tropezara con algunas trampas para aves escondidas en árboles en una punta del parque. Esperó que los traficantes buscaran su presa, denunció lo que había visto a las autoridades y luego siguió a los sospechosos en su auto durante una hora hasta una dirección en Hialeah, una ciudad al noroeste de Miami. Agentes de vida silvestre llegaron e interrogaron a los traficantes en la entrada, reuniendo inteligencia que eventualmente contribuiría a una investigación que se apodó con el nombre de Operation Bunting (Operación Emberízidos).
Tom Watts-FitzGerald, quien dirige la división de delitos contra el medioambiente en la Oficina del Fiscal del Distrito del Sur de Florida, era el abogado del caso. “En esa época, los biólogos de la Encuesta Geológica de los EE. UU. estaban haciendo estudios de campo a largo plazo en especies migratorias, particularmente en emberízidos”, recuerda Watts-FitzGerald. “Acudieron al Servicio de Vida Silvestre y Pesca y preguntan, ‘¿En dónde diablos se encuentran?’. Bueno, los estaban atrapando y exhibiendo en un lugar que de forma informal se lo llamaba el Mercado de Aves de Hialeah, una venta durante los fines de semana en una playa de estacionamiento vacía. Había literalmente cientos y cientos de estas aves protegidas allí”.
Para 2006, Operation Bunting había atrapado a seis traficantes de aves y tres tiendas de mascotas que vendían especies en protección. Luego de esas condenas, durante un tiempo hubo menos noticias sobre el tráfico de aves cantoras. Luego, en 2012, un hombre de 76 años que regresaba a Miami desde Cuba fue atrapado con 16 Semilleros Negritos cosidos en su pantalón. Dos años más tarde agentes del FWS capturaron 34 aves migratorias, en gran parte cardenales y emberízidos, de la finca del heredero de café Jose Souto, cuya familia emigró de Cuba en 1960 y expandió un negocio que en algún momento abasteció el 80 porciento de granos de café vendidos en los Estados Unidos.
Los agentes descubrieron la pasión de Souto por las aves ilegales luego de recibir una pista de un observador de aves que había asistido a una venta en su mansión. Souto finalmente se declaró culpable de violar la MBTA y se le ordenó que pagara una multa de $15,000, cumpliera con un mes de libertad condicional e hiciera una donación de $7,500 a Tropical Audubon Society. “Obtuvo la máxima multa penal”, dice Pharo. “Tenía aves de todos lados. Incluso tenía un Trogón Tocororo, ave nacional de Cuba”.
El abogado de Souto le dijo a la prensa que su cliente simplemente amaba a las aves. Muchos traficantes profesan amor por las aves. Recuerdan afectuosamente sus hogares de la infancia llenos de cantos de aves, y dicen que quieren traer con ellos esa tradición a los Estados Unidos. “Sus acciones dicen más que sus palabras”, afirma Pharo. “Hemos visto aves en cautiverio en pésimas condiciones, debido a estos sujetos que queremos atrapar”. Heridas abiertas, patas quebradas, infestación de ácaros, gran pérdida de plumas y de peso, todas son angustiosamente comunes.
Al igual que Souto, muchos traficantes son de Cuba, y las aves ingresadas ilegalmente de allí con frecuencia se consideran especialmente valiosas, incluso más que las mismas especies capturadas en los Estados Unidos. A veces se rastrea el linaje para determinar qué ejemplares se corresponderían con grandes sumas de dinero. Los Semilleros Negritos, que se consideran casi en peligro en su hábitat autóctono, al menos en parte debido a las capturas, están en gran demanda por su dulce voz y agresión de bulldog, características que los ayudan a sobresalir en las competencias clandestinas que juzgan las aves según la calidad de su voz.
“Existe toda una red local de gente que viene y va a Cuba, traficando aves en la ropa, sujetadas a las piernas, o muy comúnmente, en su ropa interior”, cuenta Watts-FitzGerald. “Lo convierten en una subcultura que se reúne en distintos lugares de Florida”.
Uno de estos lugares es un parque público en Hialeah. Con una de las más grandes concentraciones de Cubanos y Cubanoamericanos, Hialeah es el lugar indicado si uno está buscando comprar un ave cantora Cubana, o un ave autóctona de los Estados Unidos, como emberízidos y pico gordos, que a veces los traficantes intentan hacer pasar por uno. Los domingos por la mañana, los hombres se reúnen al final del estacionamiento del parque para exhibir sus aves en jaulas laqueadas talladas a mano. Es un foco para fanáticos de aves sin escrúpulos, y para agencias del orden público que esperan atraparlos.
Un observador de aves apasionado desde que era un niño, Pharo creció con la determinación de combatir el tráfico de aves en 2012 cuando se convirtió en agente residente responsable de la oficina del FWS del sur de Florida. El personal de aproximadamente 20 personas incluye inspectores de vida silvestre y agentes especiales que operan en el sudeste de Florida, Puerto Rico y las Islas Vírgenes de los Estados Unidos. “Realmente quería que investigaran a fondo”, afirma. “Trabajamos durante años para ciertas cuestiones: establecer identidades encubiertas, cuentas bancarias. Tarda un tiempo empezar a seguir pistas para atrapar a los traficantes de menor rango y lograr que cooperen para atrapar a los verdaderos peces gordos”.
Uno de los primeros capturados por la operación “Operation Ornery Birds” era un hombre llamado Hovary Muniz, un ciudadano de los EE. UU. que llegó al Aeropuerto Internacional de Miami desde La Habana en enero de 2016. Un funcionario de aduana inspeccionó cuidadosamente la declaración de entrada de Muniz y luego revisó su bolso marinero. Le pidió a Muniz que vaciara sus bolsillos y colocara sus pertenencias en la mesa. Muniz desabrochó una riñonera negra oculta debajo de una guayabera, un tipo de camiseta suelta popular en Latinoamérica y el Caribe. Cuando el funcionario abrió el cierre del bolso, encontró seis ruleros de plástico que ocultaban a las aves cantoras. Luego de una inspección más exhaustiva, encontró más ruleros con aves en la ropa interior de Muniz.
En total, Muniz tenía nueve aves, cinco Tomeguines del Pinar (también conocido como Semillero Canoro), un Semillero Negrito, un Tomeguín de la Tierra, un Azulejo Índigo y un Azulillo Grande. Fue detenido y liberado con una fianza de $50,000. Una posterior inspección aérea a la propiedad de Muniz detectó indicios de trampas. Cuando los agentes buscaron, encontraron tres Azulejos Índigo, tres Tomeguines de la Tierra, varias jaulas y una red de niebla.
En la audiencia de sentencia de Muniz en julio de 2016, Watts-FitzGerald y Pharo se sentaron en la mesa rodeados de jaulas que contenían algunas de las aves que se habían confiscado de su propiedad. Watts-FitzGerald explicó al juez que las aves ingresadas ilegalmente a los Estados Unidos suelen ser víctimas de trato cruel. Sostuvo los ruleros. “Las aves traficadas de esta manera tienen una tasa de mortalidad de 80 porciento debido al estrés”, agrega.
Incluso si sobreviven el viaje, con frecuencia las aves deben someterse a la eutanasia porque se han salteado el proceso de cuarentena para evitar que se propaguen enfermedades transmitidas por las aves, como la enfermedad de Newcastle. Capaz de infectar tanto aves silvestres como domésticas, la enfermedad de Newcastle provoca problemas al sistema respiratorio y nervioso. Los humanos también pueden contagiarse. A los expertos les preocupa si estas enfermedades exóticas podrían perder el control, amenazando a las personas, vida silvestre, y aves domésticas vendidas legalmente como mascotas o para comida.
Las aves que escapan a los inspectores implican una amenaza adicional al medioambiente, dice Watts-FitzGerald. Si pueden escapar, pueden sembrar el caos en un ecosistema e incluso eliminar la vida silvestre autóctona, como lo hizo la Pitón de Birmania en los Everglades de Florida.
Finalmente, el juez dictaminó que Muniz recibiría tres años de libertad condicional, cuatro meses de detención domiciliaria, 200 horas de servicio comunitario y una multa de $100. Fue una victoria para los agentes federales, y con muchos grandes casos pendientes, sintieron la confianza de que pronto habría más condenas.
Este último año, el largo esfuerzo del trabajo encubierto minucioso culminó en una serie de imputaciones. Carlos Hernandez fue acusado en octubre de 2017 por atrapar e intentar vender más de una docena de Azulillos Grandes capturados en el medio silvestre. El siguiente marzo, se acusó a Reynaldo Mederos de traficar y vender una mezcla de 19 Azulillos Pintados, Azulejo Índigos y Azulillos Grandes.
La semana siguiente Miguel Loureiro, a quien un funcionario llamo “máquina de colocar trampas”, fue acusado en una imputación de 36 cargos por la captura diaria de aves en múltiples ubicaciones, incluidas fuera de su casa en Homestead y al límite del cercano Parque Nacional de los Everglades. Muchas de las trampas que usó se armaron en su cocina y equiparon con sistemas electrónicos de transmisión de reclamos de aves con energía solar para atraer a las especies. Guardó a sus presas, a veces más de 100 a la vez, detrás de su hogar en grandes pajareras y las enviaba, empacadas en cajas con fondos falsos, a compradores que se encontraban tan lejos como California.
En la comparecencia inicial de Loureiro en el tribunal en abril, Jaime Raich, fiscal adjunto de los EE. UU, quien trabaja con Watts-FitzGerald, presentó evidencia que creía que podría ser especialmente condenatoria: una imagen gráfica que Loureiro había publicado en un grupo de chat privado en Internet mostrando un Verdugo Americano estacado a una cruz de madera y las palabras “Por Matar Pajaros”. Loureiro supuestamente creía que el verdugo, fiel a su nombre, estaba matando las aves cantoras que él había atrapado.
Muniz aún estaba en libertad condicional por su condena de 2016 cuando en abril, agentes lo acusaron por la utilización de un grupo de Facebook privado para vender aves, incluidos Tomeguines de la Tierra y un Colorín Aliblanco, sin un permiso. Siguiendo una pista de que alguien podría ser retenido por la Oficina de Inmigración y Aduanas, un equipo del noticiero local NBC TV llegó a la mansión donde vive Muniz para encontrarse, para su sorpresa, agentes con chalecos a prueba de balas transportando jaulas de aves a un camión del gobierno. La madre de Muniz le dijo con lágrimas en los ojos a un periodista que su hijo estaba criando las aves como un pasatiempo. Raich argumentaba, con éxito, lo contrario, y el juez estableció la libertad bajo fianza por $100,000.
En un depósito al otro lado de la ciudad, funcionarios del FWS procesaban las últimas aves capturadas esa mañana. Sostenían cada ave frente a un letrero con la fecha y lo fotografiaban y luego lo añadían a una de las jaulas grandes con otras aves. Trampas sucias y usadas, y jaulas con decoraciones talladas en madera tenían etiquetas de evidencia y se guardaban en una sala bajo llave.
La ornitóloga forense Ariel Gaffney, vistiendo una bata blanca de laboratorio y zapatillas con cordones rosas, había volado desde el laboratorio forense de FWS en Ashland, Oregon. Se agachó al lado de una de las jaulas, pasando las páginas de una guía de aves mientras examinaba de cerca a un ave amarila con marcas negras. Confirmó que era un Turpial de Pecho Manchado (una especie que había sido introducida, y probablemente capturada en el sur de Florida.) También tomo notas de las condiciones generales de las aves que recién llegaban. “Estos Picogrueso Pechirrosados se encuentran muy mal”, comentó. “Su apariencia es un indicador de estar en una jaula por un tiempo”.
Algunos de los agentes en la sala que habían trabajado encubiertos pidieron no ser identificados ni fotografiados, en parte porque la investigación aún está en curso pero también por el valor de su seguridad. El contrabando de vida silvestre suele ir emparejado de otros tipos de tráfico (armas, drogas, trata de personas), lo cual puede hacer que el trabajo encubierto sea especialmente peligroso. “Quiero ir a mi casa con mi familia”, dijo un agente. “No quiero recibir golpes, puñaladas, disparos o cosas peores”.
Al día siguiente, un pequeño grupo de agentes volvió al depósito para cargar un camión con jaulas que contenían 130 aves autóctonas de Estados Unidos (otras especies se retienen hasta que se puedan volver a enviar a sus países de origen, se ubican en zoológicos, o si hay una inquietud de salud pública, se someten a la eutanasia.) Una jaula tenía Azulillos Grandes y Picogrueso Pechirrosados. Otra tenía Azulejos Índigos, Azulillos Pintados y Camachuelos Mexicanos. Se transportaría a las aves a las oficinas del Parque Nacional de los Everglades y se liberarían durante un evento mediático. “Es muy interesante”, dice Stacey Witherwax, inspectora de vida silvestre durante 11 años. “Es bueno verlos irse de nuevo a donde pertenecen”.
Al llegar, agentes en uniformes caqui y botas marrones llevaron las jaulas detrás del edificio, donde la pradera de juncias brindó un fondo bucólico para las cámaras de noticias. Un grupo de funcionarios del orden público de múltiples agencias estatales y federales se acomodaba en fila al lado de un podio bordeado con las banderas del Departamento del Interior de los Estados Unidos, un letrero de Operation Ornery Birds, y un cartel que decía “Se busca” con una fotografía de Alberto Iran Corbo Martinez, quien había llegado a Miami con cinco Semilleros Negritos y un Tomeguín de la Tierra sujetados con cinta a sus piernas en ruleros, pero quien huyó antes de ser acusado.
Hacían más de 80 grados y el día estaba soleado; Pharo transpiraba en su traje negro y corbata. En el podio agradeció a las múltiples agencias que habían contribuido a las operación Operation Ornery Birds: la Comisión de Conservación de la Vida Silvestre y la Pesca de Florida, la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de los EE. UU., el Servicio de Inspección Postal de los EE.UU, el Servicio de Parques Nacionales, y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los EE. UU. con apoyo de la Oficina del Fiscal del Distrito de Florida. Finalmente, era hora de la liberación.
“¿Están todos listos?”, preguntó Pharo, inclinándose sobre una de las jaulas. “Aquí vamos...1, 2, 3” y abrió la puerta. Las aves aletearon directamente a los árboles más cercanos. Luego abrió la segunda jaula. Todos aplaudían y festejaban.
Al día de hoy, se han capturado más de 400 aves migratorias en el transcurso de la operación Operation Ornery Birds. Corbo Martinez se entregó a la custodia federal y para fines de junio todos los acusados se habían declarado culpables de tráfico. En julio Corbo Martinez fue condenado a tres meses en cárcel, tres años de libertad condicional y una multa de $200. Muniz que ya estaba cumpliendo con ocho meses en prisión por su violación de la libertad, recibió una condena adicional de 7 meses por sus delitos de aves recientes.
Contactado por teléfono unas semanas antes de su audiencia por sus violaciones de libertad, Muniz dijo que el negocio de las aves cantoras para él había finalizado. “No lo hago más. Ni siquiera de forma legal. Nada. En mi caso, no más aves para mí”, dijo. “Me gustan las aves pero renuncio”.
El equipo de Pharo y otras agencias siguen trabajando para poner fin al tráfico de aves cantoras en el sur de Florida y más allá. Aunque no puede comentar acerca de la investigación en curso, Pharo dice: “Este es solo el comienzo”. En mayo de 2017 un hombre que llegaba a Los Angeles desde Vietnam fue atrapado con 93 aves cantoras asiáticas en su equipaje. Este abril pasado, las autoridades detuvieron a dos hombres ingresando ilegalmente 26 fringílidos en ruleros en sus medias de Guyana a la ciudad de Nueva York.
Muchos traficantes de aves, mientras tanto, operan debajo del radar del orden público. Un problema es que las trampas en sí mismas no son ilegales, explica Pharo, solo su uso para capturar especies protegidas. “Por lo tanto alguien que circula por la calle con una trampa para aves vacía en la mano no está haciendo nada ilegal”, afirma. “Los cazadores furtivos saben esto, y estamos viendo estas trampas predominar cada vez más en distintos estados: Texas, Arizona, California. “Se las vende en tiendas de mascotas, se fabrican aquí y se importan desde otros países”.
En última instancia, Pharo espera que la educación del público impulse leyes que hagan que se requiera un permiso para poseer trampas. También le gustaría recibir ayuda del público para encontrar a los traficantes, pero enfatiza que las personas deben denunciar indicios de tráfico a las autoridades. “A veces personas con buenas intenciones toman cartas en el asunto por sí mismas y destruyen las trampas”, dice Pharo. “Podemos atrapar a más de los malos cuando las personas denuncian lo que han encontrado”.
El domingo por la mañana, luego de la gran liberación de las aves en Everglades, el mercado de pulgas Opa Locka Hialeah estaba impregnado con el olor a comida frita y café cubano. Los dueños de las tiendas que venden de todo, desde camisetas y lencería hasta artículos religiosos y loros, estaban preparando sus mostradores. La tienda de mascotas El Musico, con sus pasillos de canarios, fringílidos y agapornis, estaba lista para los negocios. En el fondo de la tienda, colgaban de la pared varias trampas de madera y jaulas. Una jaula tenía un Semillero Negrito. Las otras tenían casi media docena de Tomeguines de la Tierra. Todas las aves costaban $350, dijo el dueño.
En un parque cercano, alrededor de dos docenas de hombres con jaulas colgando de árboles, se sentaban en el suelo a lo largo de un pasillo. Un hombre llamado Osmani le gritó a otro que pasaba cerca y se había detenido a ver al semillero negrito. “¡Cien dólares!”, dijo. “En ningún otro lado se puede conseguir esta ave. Tampoco en tiendas de mascotas, en ningún lado. Es de Cuba”.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de otoño de 2018 como “Operation Ornery Birds”. Para recibir el ejemplar impreso de la revista, hágase miembro realizando una donación hoy mismo.