Hay una línea firme entre el lugar en donde las aves pueden llegar a estar y donde con certeza no están. De un lado se extiende un campo de hierbas autóctonas de pradera: hierba de trigo, andropogon gerardii, sorghastrum nutans y girasoles falsos. Del otro lado, un largo y leve aumento de rastrojo de soja cultivada cercanamente, que se despliega hacia el horizonte azul. Es difícil imaginarse mucho más que un escarabajo verde de junio intentando sobrevivir allí.
Estoy en lo bueno, un campo del Programa de Reservas para Conservación (CRP, por sus siglas en inglés). CRP, como se lo conoce comúnmente, es un programa, financiado por la ley agrícola, mediante el cual el Departamento de Agricultura de los EE. UU. paga a los propietarios de tierras para reemplazar cultivos de bajo rendimiento con especies de plantas autóctonas beneficiosas para la vida silvestre y los ecosistemas. Empujo altos tallos de hierbas marrones e inflorescencias que chocan contra mis muslos. Al lado mío está Paul Niebur, el propietario que plantó este campo, y cuatro cazadores más a la derecha. Sus chalecos naranja brillante y sus sombreros aparecen y desaparecen entre los pastizales mientras dos perros de caza saltan más adelante, examinando el aire en busca del olor del Faisán Común.
Tomo mi escopeta y acelero el ritmo. Estamos llegando al final del campo, y cuando los faisanes se elevan se mueven en olas: las primeras tres aves más cercanas a los perros, luego otra media docena lanzando desde las lanudas hierbas, las largas plumas de los faisanes macho haciendo ondas como la cola de un barrilete a medida que se dirigen hacia el cielo.
“¡Gallo! ¡Gallo! ¡Gallo!” Mientras se disparan las escopetas y las aves se van del campo, los cazadores gritan para identificar a las aves macho, a las cuales es legal disparar. Caen cuatro gallos, y las aves siguen viniendo, de a tres, de a cinco, de a doce a la vez, hasta que 50 Faisanes Comunes repiquetean por encima de nuestras cabezas.
“¡Miren cómo se van!” Grita Niebur al cielo, con una gran sonrisa en el rostro. “¡Aves silvestres, cariño, por eso hacemos esto!”
Este campo justo al oeste de Redfield, en Dakota del Sur, es significativo por uno de los cruces más curiosos en la conservación de aves: Los cazadores que buscan fervientemente una exótica ave asiática y conservacionistas que se apuran para detener la pérdida de la especie de pastizales autóctonos que comparten hábitats similares. Niebur, un empresario jubilado de Minnesota, originalmente compró 330 acres de tierras de cultivos en fila con un socio en el año 2000; luego compró otros 420 acres por su cuenta.
Desde entonces ha dado su corazón, sudor y riqueza para adecuar la finca a un hábitat en donde los faisanes puedan prosperar. Ha convertido campos de maíz y soja en grandes parcelas de hierbas autóctonas y hierbajos con semilla, ha plantado miles de árboles y ha destinado acres a praderas polinizadoras. “Disfruto tanto del trabajo en el hábitat como de la caza”, cuenta.
La historia de Niebur se manifiesta en toda la región de faisanes, desde Texas hasta Minnesota y al oeste de los pastizales del Pacífico: Tierras privadas compradas, protegidas y gestionadas por cazadores obsesionados por especies no autóctonas proporcionan hábitats esenciales (en muchos lugares el único hábitat) para un conjunto de aves que está entre aquellos en mayor peligro del mundo.
A lo largo y ancho de las Grandes Llanuras, los pastizales están bajo asedio. Se ha perdido casi la mitad de la superficie original de la región. Solo en 2016, más de 700,000 acres de pastizales del norte de las Grandes Llanuras pasaron a destinarse a cultivos. La destrucción ha ayudado a generar un drástico descenso en las cifras de aves que dependen de ese hábitat: Desde 1968 hasta 2011, las poblaciones de aves de pastizales de América del Norte se redujeron casi un 40 porciento, según un análisis de Breeding Bird Survey. Los declives incluyen especies tan variadas como el Escribano Collarejo, Tordo Arrocero y Aguilucho de Hudson. El destino de dichas aves está estrechamente relacionado al de las tierras privadas, ya que cuatro quintos de los pastizales restantes del país son de propiedad privada.
Esas tierras aportan más que cobertura del suelo y comida para la presa de los cazadores. Cada año, los cazadores que viajan a la región de faisanes gastan cientos de millones de dólares arrendando tierras a lugareños y pagando por alojamiento y comidas, lo cual refuerza a las comunidades rurales y también proporciona a los productores agrícolas buenos motivos para mantener el hábitat de vida silvestre en el terreno. Eso establece una aparente contradicción: A pesar de su estado no autóctono, y el hecho de que los métodos tradicionales de la gestión de las tierras para los faisanes no han sido siempre beneficiosos para las especies autóctonas como podrían haber sido, el Faisán Común ha surgido como ave referente que ayuda a cargar el peso de la conservación de pastizales en grandes áreas del país, ofreciendo una salvación, si bien imperfecta, para las aves autóctonas.
A medida que la gestión de tierra de parte de sus propietarios se fortalece, los biólogos y defensores de tierras privadas ven una oportunidad lista. “La caza de faisanes es una droga de iniciación”, afirma Pete Bauman, especialista en hábitat con la Universidad Estatal de Dakota del Sur. “Una vez que logras que las personas aprecien a los faisanes y sus hábitats, les abre los ojos a todas las joyas autóctonas ahí afuera. Eso nos da la oportunidad de ajustar la gestión de faisanes para cuidar a todas esas otras aves y animales”.
Así es como el granero de los Estados Unidos se convirtió en una bizarra tierra para gallos: Los esfuerzos de poblar las colonias con Faisanes del Viejo Mundo datan de al menos 1730, pero no fue hasta el 1880, cuando el cónsul de los Estados Unidos en Shanghai importó Faisanes Comunes a su estado natal de Oregon, que iniciaron las exitosas introducciones a gran escala. En 1908, los cazadores de Dakota del Sur compraron tres pares de Faisanes Comunes de una granja de caza de Oregon y los liberaron a unas pocas millas al norte de Redfield, en la región central-este del estado. Si bien faisanes liberados anteriormente habían llegado a distintos resultados, esas aves anidaron exitosamente, tanto que en 1911 el estado de Dakota del Sur incrementó el crecimiento de la población en 48 pares.
En las décadas subsiguientes, la cantidad de faisanes creció exponencialmente. Mientras que incalculables millones de aves criadas en granjas son liberadas para la caza cada año (pocas de las cuales sobreviven el siguiente invierno), poblaciones silvestres, autosuficientes de faisanes se encuentran actualmente en lugares tan alejados como el oeste de Washington y las dunas de los bancos externos de Carolina del Norte.
La caza de faisanes inspira grandes niveles de entusiasmo. En Dakota del Sur, cuando llegué al Aeropuerto Regional de Aberdeen, carteles de perros de caza y faisanes por el aire les daban la bienvenida a los cazadores. En el mostrador para arrendar automóviles, se me solicitó que complete un formulario especial utilizado durante la temporada de faisanes que estipulaba una multa de $250 por suciedad o pelo de perro excesivos dentro del vehículo (“Y nada de despojos de animales”, me dijo el agente. “No sea uno de esos tipos”). En Redfield, con una población de 2,416, que se llama a sí misma la Capital del Faisán del Mundo, un faisán gigante corría hacia la torre de agua de la ciudad. La mascota de la escuela secundaria es un faisán. Hay decenas de cabañas de caza en la ciudad y gastar en la caza de faisanes funciona en todos los niveles de la vida comunitaria. A nivel estatal, los cazadores de faisanes gastaron 244 millones de dólares en 2016, y en Spink County, hogar de Redfield, casi 6,000 cazadores, dos tercios provenientes de otros estados, desembolsaron 10 millones de dólares.
En algunos casos, los propietarios de tierras usan la caza de faisanes para incrementar sus operaciones existentes de agricultura y ganadería. Jim Faulstich, que cría ganado y cultiva en 8,000 acres en Hyde County en Dakota del Sur, comenzó ofreciendo el deporte en su rancho en el año 2000 y utiliza el pastoreo rotativo para fomentar la nidificación y cobertura de invierno para las aves. “La caza de aves es otra fuente de ingresos”, dice Faulstich. “Añade diversidad a la empresa financiera para que podamos añadir diversidad al paisaje”.
En otras instancias, cazadores de otras ciudades terminan comprando una parcela propia. Es difícil calcular cuántos no residentes poseen una tierra de caza en el estado y la gestionan específicamente para el hábitat de faisanes; pero Tim Olson, biólogo sénior de tierras privadas para el Departamento de Caza, Pesca y Parques de Dakota del Sur, dice que es una tendencia que ha ido en aumento durante décadas. Shelly Wipf, asistente financiera de Redfield, vive en la pequeña comuna de Doland, 20 millas al este de Redfield. “Aquí debe haber alrededor de 200 personas”, cuenta “y sé que una decena de casas son propiedad de cazadores de otros estados”.
Estos propietarios se aprovechan de los programas estatales y federales para conservar la pradera autóctona, plantar hierbas autóctonas, mantener los cultivos en línea alejados del paisaje y colocar densa cobertura de invierno para las aves. Greg Cronkhite, empresario de Pensilvania, compró 2,500 acres de tierra de cultivo en Dakota del Sur en 2011. Las convirtió en un refugio para faisanes y un santuario accidental para especies autóctonas, con 1,000 acres de pastizales y hierbas autóctonas y cientos de acres de hábitats CRP y parcelas de sorgo, girasol y maíz. Con algunas excepciones, “casi todos aquí son quinta generación de productores agrícolas intentando ganarse la vida cultivando cereales”, comenta. “Mi casa es un oasis para la vida silvestre”.
Eso no quiere decir que maximizar la cantidad de Faisanes Comunes haya sido históricamente la receta perfecta para muchas aves de pastizal. “Los faisanes tienen un uso mucho más generalizado de sus hábitats que muchas otras aves autóctonas de los pastizales”, explica David Pashley de American Bird Conservancy. Mientras las aves no autóctonas pueden subsistir en un amplio espectro de entornos, desde praderas intactas, impolutas hasta parcelas cultivadas de manera intensiva, especies como el Bisbita Llanero, el Gorrión Sabanero Pálido y el Escribano Collarejo necesitan pastizales abiertos y extensos. Características que benefician a los faisanes, como parcelas de comida, fragmentan ese hábitat. Lo mismo sucede con la plantación de cortinas forestales (algo que muchos cazadores hacen al gestionar las tierras), ya que las filas de árboles pueden contener una congregación de faisanes y mantenerlos allí mientras los cazadores y los perros de caza se acercan.
Sam Fryman, biólogo de vida silvestre con el grupo de conservación Pheasants Forever, está de acuerdo en que recomendaciones pasadas no tomaban en cuenta importantes requisitos del hábitat para aves autóctonas. Él trabaja directamente con propietarios de tierras de Dakota del Sur elaborando planes de gestión del hábitat. Cada semana, cuenta, los propietarios de tierras van a su oficina con el deseo de mejorar su propiedad para la vida silvestre y una de las primeras cuestiones que preguntan es acerca de la plantación de árboles. Con frecuencia se enfrenta un desafío: Pensemos en la plantación de hierbas. Fryman ve cada vez más propietarios de tierras adoptando un enfoque holístico en la gestión, incluida la plantación de especies para apoyar a los insectos polinizadores que a su vez apoyan a las aves de pastizal.
Junto con este cambio, el impacto a gran escala de la conservación de tierras para aves no autóctonas es innegable. En el sudoeste de Minnesota, pasé por una ancha franja de hierbas de pradera restituidas y pantanos de totora que se desplegaban intactos a lo largo de 12 millas. En un proyecto gestionado por la división local de Nobles County de Pheasants Forever, los cazadores locales lideraron un esfuerzo que recaudó más de $850,000 para comprar esta franja y donarla al estado. Durante los últimos 35 años, la división local ha destinado más de 7 millones de dólares para proteger casi 3,000 acres en el condado.
“Nuestro enfoque es bastante simple”, comenta Scott Rall, presidente de la división local. “Recaudamos dinero, compramos campos de maíz con humedales drenados, restauramos el hábitat y lo donamos o regalamos. Allí es donde viven el Tordo Arrocero y el Arrocero Americano y donde anidan los patos de pradera. Y también lo terminan usando los faisanes y cazadores de faisanes”.
Dada la gran importancia de la caza de faisanes tanto para las economías locales como para las aves de pastizal autóctonas, cazadores y conservacionistas se han alarmado al ver el declive de las poblaciones de faisanes silvestres, como el de las aves autóctonas, en los últimos años. Además de la pérdida absoluta del hábitat, han sufrido sequías severas de verano y duros inviernos. Luego de que las cifras de faisanes en Dakota del Sur disminuyan un 64 porciento entre 2012 y 2013, el gobernador Dennis Daugaard celebró una cumbre del hábitat que reconoció la importancia del ave para las economías rurales y puso en marcha un grupo de trabajo para abordar la pérdida del hábitat.
Aún así, la cantidad de faisanes en el estado continuó decreciendo, una encuesta sobre la nidada de faisanes en Dakota del Sur en 2017 había bajado un 65 porciento del promedio de 10 años. Al lado, en Dakota del Sur, el recuento de faisanes de primavera 2018 había bajado un 30 porciento desde el año anterior. (Algunos estados que tuvieron más precipitaciones, incluidos Kansas, Colorado y Nebraska, en verdad vieron aumentos año tras año, y los biólogos esperan que una primavera lluviosa que varios estados con muchos faisanes experimentaron este año conduzca a aumentos de la población esta temporada de caza).
Mientras tanto, la cantidad de personas que participan en este deporte también está decreciendo. En Dakota del Sur, hubo 38,000 cazadores de faisanes menos en 2016 que en 2007. En Illinois, un cuarto de millón de cazadores perseguían faisanes en la década de los 60. Esa cifra se redujo a apenas 10,000 el año pasado. Esto recalca una grave inquietud de que la conservación de pastizales enfrenta un nuevo riesgo: La erosión de un grupo de apoyo.
“Perder cazadores y perros de caza y escopetas sería catastrófico para los pastizales” afirma Marshall Johnson, vicepresidente y director ejecutivo de Audubon Dakota, quien trabaja para propietarios de tierras privados de la región. Este año Audubon Dakota busca influenciar la gestión en 200,000 acres de pastizales con programas que benefician a poblaciones tanto de aves autóctonas como de faisanes. También organiza excursiones a las fincas y ranchos para que el público vea cómo los propietarios de tierras están trabajando para la vida silvestre. “Muchas personas se están esforzando por hacer lo correcto con los terrenos aquí”, comenta Johnson. “Es hora de apoyar a los propietarios de tierras privadas de un modo sin precedentes, porque las aves de pastizal enfrentan desafíos sin precedentes”.
Ese apoyo podría venir en forma de preservación de las iniciativas de conservación financiadas por la ley agrícola, que expira a fines de septiembre. “La ley agrícola es cada vez más importante”, dice Matt O’Connor, quien coordina la restauración del hábitat para Pheasants Forever, “porque contempla a estos programas a escala de paisaje que hacen una gran diferencia para productores agrícolas y otros propietarios de tierras privadas”.
Entre ellos está el Programa de Reservas para Conservación, la asociación de tierras privadas que conllevó a “lo bueno” que cacé con Niebur. Pero el CRP ha rendido muy por debajo de su potencial. Promulgado en 1985, el programa originalmente tenía un tope de 40 millones de acres, el Congreso bajó el tope a 24 millones de acres en 2014. A medida que se acerca la fecha límite de reautorización de 2018, los conservacionistas están trabajando para incrementar el tope y garantizar la financiación a largo plazo para el programa. (Desde mediados de agosto, la Cámara de Representantes y el Senado estaban negociando reconciliar sus respectivos proyectos, los cuales tienen triunfos modestos para el CRP, de 24 a 25 millones de acres en el proyecto de ley del Senado y de 24 a 29 millones de acres en el de la Cámara de Representantes).
“Existen muchas conexiones aquí entre la caza, el avistaje de aves, la agricultura, la ganadería y las comunidades rurales”, dice Jim Inglis, director de asuntos gubernamentales para Pheasants Forever. “Estamos hablando de miles de millones de dólares que impactan a docenas de millones de acres para la vida silvestre y los recursos naturales, y necesitamos la participación de todos para ello”.
Los conservacionistas reconocen el poder de tal alianza, especialmente cuando se trata de proteger a las aves de pastizal en riesgo. Mientras recorremos la propiedad de Niebur una mañana, Fryman observa que él es “exactamente el tipo de propietario que necesitamos aquí. Constantemente pensando en formas de mejorar el hábitat. Más CRP. Mucha hierba. Parcelas para la polinización”. Fryman adaptó una mezcla de semillas para la parcela de polinización sobre la que estamos parados con alrededor de 30 especies de plantas autóctonas. Es el tipo de campo que podría atraer a Chingolos Albinegros y Arroceros Americanos. Pero ni Fryman ni Niebur se hacen ilusiones acerca de lo que impulsa el funcionamiento de este hábitat.
“Los faisanes son la motivación principal. No voy a mentir al respecto”, dice Niebur. “Pero aprendí que la diversidad es una gran parte de la planificación de un hábitat, y estoy viendo muchas especies resurgir aquí”. El verano pasado, cuenta, estaba en su tractor en las parcelas para polinización, y eran tantas las mariposas en el aire que tuvo que sacudir su sombrero de lado a lado en frente suyo para poder respirar. “Nunca había visto nada semejante”.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de otoño de 2018 como “Goodwill Hunting”. Para recibir el ejemplar impreso de la revista, hágase miembro realizando una donación hoy mismo.