La primera vez que Rodney Stotts sostuvo un ave de rapiña en sus manos, su vida cambió.
Tenía 28 años, era un ex traficante de drogas que había perdido amigos —demasiados amigos— a causa de la adicción y las violentas calles de Washington, D.C. Su madre era adicta y traficante de crack. Su padre había sido asesinado cuando Stotts tenía 16 años, envenenado por la novia a la que había golpeado. Rodney había escapado a esa vida algunos años antes por medio de una ruta poco probable: como voluntario, junto con otros ocho provenientes de duros vecindarios del sudeste de D.C., en una pequeña organización sin fines de lucro llamada Earth Conservation Corps. Era su trabajo limpiar la basura de Lower Beaverdam Creek, un afluente del río Anacostia repleto de basura, a menudo considerada una de las vías de agua más contaminada del país.
Stotts veía los sutiles indicios de que el río comenzaba a recuperarse, sobre todo debido a la presencia creciente de garzas, águilas pescadoras, castores, y otra vida silvestre. Él y sus colegas conservacionistas (de los cuales no todos sobrevivirían a la calle) incluso asistieron al Servicio para la Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos y al Arboreto Nacional a devolver al águila calva al Anacostia a principios de 1995, criando polluelos traídos de Wisconsin los cuales conformaron la base de la primer población reproductora en la región desde 1946.
Pero aquellos aguiluchos fueron protegidos, de manera intencional, de los humanos, incluyendo los cuidadores, durante su desarrollo. Sin embargo, fue un búho llamado Mr. Hoots el que realmente cambió la vida de Stotts, y le marcó el rumbo hacia convertirse en unos de los pocos cetreros afroamericanos en el país, uno que utiliza el poderoso atractivo de las aves de presa para comunicarse con los jóvenes que, como él de niño, necesitan un nuevo camino.
“Fue tan extraño”, dice Stotts, ahora con 45 años, recordando aquel día de 1998. “Yo estaba parado allí, un pequeño hombrecito negro del gueto, con un Búho Real en un brazo, que era como un perro para mi, con el tamaño de esta ave. Sentí cada rango de emociones que pudiera imaginarse. Y cuando la dejé (al ave), me sentí vacío”.
Ahora, más de 18 años después, Stotts es un cetrero con licencia, trabajando como director de conservación de aves de rapiña y empoderamiento juvenil en Wings Over America, y como coordinador del programa de aves de rapiña para Earth Conservation Corps. Visita hasta 50 escuelas en el área de D.C. cada año y trabaja con adolescentes a través de asociaciones con el Departamento de Policía Metro y el Departamento de Servicios de Rehabilitación Juvenil del distrito. Los jóvenes aprenden a cuidar a las aves de rapiña, a manipularlas y a alimentarlas. También aprenden sobre construcción, fontanería y electricidad asistiendo en la construcción de pajareras en las inmediaciones del Centro de Desarrollo para la Juventud "Nuevos Principios" de la ciudad, donde tiene su sede Wings Over America en Laurel, Maryland.
Stotts a veces lleva pequeños grupos de niños en edad escolar al campo a cazar ardillas, conejos y topillos con sus busardos mixtos entrenados. Y junto a él en la mayoría de sus programas se encuentra le búho real que cambió su vida: Mr. Hoots. Ahora Stotts ve la misma transformación en los rostros de otros, canalizada a través del mismo inmenso búho. “Desde que tengo memoria, Hoots ha estado ahí”, dice Stotts.
La esperanza crece
Un año después de que Stotts descubriera la cetrería, su madre dejó de consumir crack. Él estaba inmensamente orgulloso de ella por eso, y su fallecimiento en junio dejó un gran vacío en su vida. "Todo lo que hago es por ella. Sin la persona que era ella, es imposible que yo hubiese sido quien soy". Cuando su pesar es demasiado grande, siempre están las aves. "Cada vez que me siento mal, vuelo con mis aves. O si está oscuro, solo me siento con una de las aves, acaricio su pico, sus pies, su pecho". O comparte ese resplandor en los ojos de un ave de rapiña con alguna persona nueva, como Sophia Riazi-Sekowski, de 11 años de edad, en el proyecto de limpieza de Beaverdam Creek. "Cada tanto uno se olvida, porque uno hace esto todos los días, de la alegría que le da a la gente", dice. "La alegría que le da a uno".
Escuela de vuelo
Convertirse en cetrero exige compromiso. Primero debe encontrar un patrocinador, un cetrero con licencia que esté dispuesto a tomar un aprendiz para el proceso de, a veces, años de entrenamiento. También necesita equipo especializado, como pihuelas, guantes, capuchas, guanteletes, y viviendas para las aves de rapiña, así como también
un profundo conocimiento de un mundo, literalmente, medieval de jerga y técnica. Luego, tendrá que aprender a trabajar con un animal que no es de ningún modo doméstico, ya sea un ave criada en cautiverio, tal como el busardo mixto que Stotts vuela, o una especie más abundante como el gavilán colirrojo, atrapado bajo restricciones rigurosas y a menudo liberado luego de un invierno de entrenamiento y cacería.
No es un chiste
Los obstáculos que aparecen al intentar convertirse en cetrero pueden ser demasiados para cualquier persona, pero Stotts, quien se ve aquí con un Busardo Mixto llamado Agnes, enfrentó algunos desafíos inusuales. “Cuando decidí que quería convertirme en cetrero, llamé para averiguar sobre obtener un patrocinador, y el hombre me dijo ‘Pero eres negro’. Y yo dije: sí. Él dijo, ‘Las personas negras no vuelan aves, ustedes se las comen. Estas son águilas, sabes, no son pollos'".
A pesar de los comentarios racistas, Stotts perseveró. Un año y medio después se encontró con la misma persona en una reunión de cetrería. “Sabes, solo estaba bromeando”, dijo el hombre. “Bueno, yo no lo estaba”, respondió Stotts. Había terminado su aprendizaje y estaba por obtener su licencia de cetrería general. Esta primavera calificará como maestro cetrero, el máximo nivel en el deporte.