La edición de otoño de la revista de Audubon fue una producción difícil. Como podrá recordar, dedicamos 88 páginas a explorar cómo el cambio climático podría afectar a las aves y las personas, así como las medidas colectivas que debemos tomar en el muy corto plazo para evitar sus más terribles consecuencias. Nuestro personal se vio abrumado por la labor encomendada y por la magnitud del desafío que debía enfrentar la sociedad.
¿Cómo logramos sobrellevar esto? Teníamos un canal en Slack (nuestro sistema de mensajería en la oficina) por el cual hablábamos abiertamente con otros miembros del personal de Audubon en todo el país sobre nuestras angustias en cuanto al cambio climático. También íbamos a avistar aves. Buscábamos consuelo al aire libre, despejándonos de nuestros pensamientos tristes y enfocándonos en algo tranquilo y libre de complicaciones, en cómo sigue la vida. ¿Esto eliminó por completo nuestra ansiedad? No. ¿Nos ayudó a volver a la oficina con energías recargadas y mentes recentradas? Absolutamente.
Experimentamos de primera mano lo que una cantidad creciente de científicos están descubriendo: pasar tiempo en la naturaleza tiene efectos tangibles sobre la salud mental y el bienestar. Nuestro nuevo problema incluye un paquete de notas sobre cómo este conjunto de investigaciones emergentes ha guiado los esfuerzos para aumentar la exposición y el acceso a espacios verdes. Nuestro perfil de Debi Shearwater muestra cómo ella, como con todo lo que hace Debi, llevó este concepto al siguiente nivel, encontrando su verdadero ser en el paisaje rural de Texas y luego abriéndose camino hacia la Bahía de Monterrey, en la que dio a conocer la vida marina de California a miles de personas.
Los beneficios sociales y emocionales de la naturaleza son un componente en otra área de investigación en crecimiento, denominada servicios de ecosistema. Estos engloban la infinidad de formas en que la vida silvestre y el medioambiente enriquecen nuestras vidas, incluido todo, desde apoyar las economías locales, como lo hace el salmón en Chilkat Bald Eagle Preserve en Alaska, hasta proporcionar aire y agua limpios. En la Isla Santa Cruz en California, los investigadores están estudiando cómo un servicio proporcionado por la Chara de Santa Cruz —la capacidad de replantar bosques de robles— podría adoptarse para restaurar paisajes degradados con mayor rapidez.
El valor de dichos beneficios puede ser difícil de cuantificar, lo cual hace que sea sencillo descartarlos, en especial cuando se comparan con una solución o retribución rápidas. Sin embargo, la historia demuestra, así como lo hará el futuro si no somos cuidadosos, que nosotros cavamos nuestras propias tumbas.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de invierno de 2019 como “Valor neto” (Net Worth). Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo realizando una donación.