Los bosques en Guam son extrañamente tranquilos. Desde que las aves desaparecieron hace algunas décadas, solo el zumbido de los insectos y el crujido de las hojas se oyen en el aire húmedo en esta isla de 210 millas cuadradas en el océano Pacífico occidental. No obstante, si un proyecto de reintroducción aviar audaz es exitoso, el terreno montañoso podría una vez más rebosar del canto de las aves.
La historia detrás de los silenciosos bosques de Guam es un clásico en los anales de la invasión ecológica. Comienza alrededor de 1949, cuando las culebras arbóreas marrones viajaron en una embarcación militar estadounidense desde la Isla Manus en Papúa Nueva Guinea. Los reptiles, que pueden crecer hasta ocho pies de largo y cuyo hábitat autóctono va desde Australia hasta la región cercana de Melanesia, se multiplicaron y avanzaron hasta la avifauna de Guam. Para el momento en que los biólogos detectaron el problema en la década del 80, las culebras habían extinguido a 13 de las 22 aves de reproducción en el área silvestre, incluidas seis especies endémicas. Las 12 especies forestales se vieron muy afectadas, y solo la Salangana de las Carolinas y el Estornino de Micronesia se aferraron a su existencia en las tierras libres de culebras en la base de la fuerza aérea de los EE. UU. Otras, como el Rascón de Guam y el Alción Micronesio sobreviven solo mediante programas de cría en cautiverio.
La bióloga Haldre Rogers de la Universidad Estatal de Iowa y su equipo están trabajando para reintroducir algunas de esas especies perdidas, y al hacerlo, ayudar a reconstruir un ecosistema mayor. Ante la ausencia de aves, los bosques cársticos de Guam, que cubren un tercio de la isla, han cambiado significativamente. La densidad de las telarañas puede ser hasta 40 veces mayor en las islas con más aves, lo que sugiere que las arañas (que compiten con los depredadores aviares) ahora infestan los bosques. Muchas plantas, mientras tanto, han disminuido. Setenta por ciento de las especies de árboles, incluidos los åplokhateng con bayas y åhgao, cuentan con las aves para que coman sus frutos y dispersen las semillas a lo largo y a lo ancho. (Algunas son hasta cuatro veces más probables de germinar después de pasar por el intestino del ave). Rogers descubrió que debido a las culebras, el número de plantones para dos especies comunes se redujo hasta un 92 por ciento, mermando el alguna vez denso dosel arbóreo.
Introducción del Estornino de Micronesia. Conocido localmente como Sali, es un ave negra brillante con un ojo amarillo y un canto claro. “Probablemente sea la diseminadora aviar de frutos más efectiva que había aquí”, explica Rogers. “Esto significa que es la mejor candidata para restaurar la función del ecosistema”.
Extendidas históricamente, en 2016 menos de 1,000 Salis sobrevivieron en Guam. Como aves nidificantes en cavidades, las aves son presas fáciles para las culebras que frecuentan los árboles. Entonces el primer paso para elevar los números era proteger a los estorninos hasta que los polluelos emplumaran. Los colaboradores de Rogers coincidieron en una simple solución: Colgaron las cajas nido de PVC en postes que eran muy resbalosos para que las culebras trepen. Desde que instalaron los dispositivos alrededor de la base de la fuerza aérea Andersen en 2015, 589 nuevas crías han emplumado.
El siguiente paso es construir nuevas cajas nido (con ayuda de los estudiantes de Guam en talleres) fuera de los confines de la base. Para ello falta al menos un año y es un desafío considerable, dado que dos millones de culebras arbóreas marrones aún reptan por la isla. La población ha sido estable desde la década de 1990, a pesar de los esfuerzos de erradicación localizada que incluyen lanzamientos desde el aire de ratones envenenados con acetaminofén, el cual es tóxico para los reptiles.
“Definitivamente las culebras aún son una preocupación”, dice Rogers. Pero no le satisface esperar mientras las comunidades de árboles mueren sin sus aves. Incluso si una fracción de las crías de estorninos llegan a la adultez, ayudará a detener e incluso revertir, la reducción de extensiones de bosque. “Es un paso pequeño”, admite Rogers. “Pero es importante para producir un ecosistema más diverso que funcione”.
Su esperanza es que eventualmente las lecciones aprendidas por su equipo acerca de los esterninos puedan marcar el camino para la reintroducción del Alción Micronesio, otro ave nidificante en cavidades que está siendo criado en el zoológico de Filadelfia y otras instituciones en los EE. UU. Como el Sali, están aguardando sus alas, listos para retornar a su hogar.
Corrección: Los frutos masticados en la foto nro. 5 originalmente fueron identificados por error como dejados allí por murciélagos frugíferos. Algunos epígrafes también fueron editados para aclarar que las cajas nido fueron diseñadas e instaladas por un equipo diferente del de la Universidad Estatal de Colorado.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de invierno de 2018 como “Island of Silence” (isla del silencio). Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo realizando una donación.